Bienvenido lector:

Federico Osorio Altúzar ha sido profesor de Filosofía en la UNAM y en la ENP (1964-1996) y Editor de la Gaceta de la ENP desde 2004.
Durante 15 años fue editorialista y articulista en el periódico NOVEDADES.
Es maestro en Filosofía. Tiene cursos de Inglés, Francés, Griego y Alemán.
Ha publicado en Novedades, el Heraldo de Chihuahua, El Sol de Cuervanaca, el Sol de Cuautla, Tribuna de Tlalpan, Tribuna del Yaqui, Despertar de Oaxaca y actualmente colabora en la versión en Línea de la Organización Editorial Mexicana (OEM).







viernes, 23 de enero de 2015

POLÍTICA MENOS ESTADO DE DERECHO IGUAL A CERO



En Sonora la política militante domina por encima del Estado de Derecho. Cuesta trabajo afirmarlo, pero lo que ocurre ahora contradice ¡y en qué medida! la tesis del expresidente Plutarco Elías Calles, sonorense de pura cepa quien, al término de la etapa armada de la Revolución, afirmó que el país dejaba de ser una Nación de temperamentos y pasaba a ser un Estado de leyes. Vale decir: un Estado democrático de Derecho.
Lejos estaba el militar y estadista de imaginar que su patria chica, Sonora, al cabo de un siglo se volvería solar baldío, jurídicamente hablando, por obra y gracia de su actual autoridad. Para ésta, la política es la expresión de la voluntad personalizada del Ejecutivo, cuyo lema hace recordar el enunciado atribuido a Luis XIV, el tristemente célebre Rey francés. Asunto de apariencias.
La resolución de la SCJN en torno al Acueducto Independencia, festinada publicitariamente por Guillermo Padrés y su grupo en el pode, como un triunfo pleno que justificaría la operación del Acueducto, abona la presunción en el sentido de que es posible, y aún legítimo, resolver los problemas anteponiendo la ley de la fuerza en lugar de proceder según la máxima: Todo por la fuerza de la ley.
Sin echar las campanas a vuelo, los dirigentes del Movimiento Ciudadano por el Agua, Adalberto Rosas López  y al frente el alcalde Rogelio Díaz Brown, tenaz e incólume defensor de los derechos implicados, ponderan con mesura y disposición analítica el dictamen que para el común de las gentes es enigmático y de difícil comprensión,
Sobre el particular amerita transcribir el pronunciamiento del Munícipe. Dice así,   con su proverbial mesura y franqueza: ”El siguiente paso es el de esperar el engrose donde se detalla cómo fue la resolución y demostrar que la operación del Acueducto es ilegal, que fue mal hecho y no cumple con los requisitos mínimos que pide la Ley”.
Contrasta lo anterior con las expresiones delirantes de victoria rotunda, con los exabruptos de los partidarios del gobernador Padrés ante el críptico fallo considerado, en principio, confuso, profuso y difuso.
En otros sentidos hay voces impremeditadas que hablan de una premiación gratuita a la ilegalidad y denuncian los numerosos atropellos del político en ascuas, exigiendo justicia ejemplar, todo ello en el umbral del retiro del solio fabricado a la medida de su ambición. No faltan, así, los corifeos de sus cófrades tras el trono.
Pero ni victoria absoluta ni triunfo pleno, tampoco derrota estrepitosa, caben en estos tiempos de la alternancia y menos todavía a la luz de la propuesta reformista y bajo el reflector de la transición hecha gobierno.
Tiempo al tiempo.
Queda todavía un importante respiro en esta larga polémica en la cual está en juego el triunfo de la ley o el del Estado de Derecho entendido como la verificación del principio de la constitucionalidad de la legislación y de la legalidad de su ejecución.  

Queda en suspenso, con todo y el lenguaje críptico de los señores ministros adscritos al Supremo Tribunal, a fin de que se dirima el punto mediante el cual se ordena reponer la autorización del Manifiesto de Impacto Ambiental (MIA) Corre, mientras tanto, el periodo de los 30 días para que se reponga la consulta a los directamente interesados (ejidatarios indígenas y productores del Valle del Yaqui), llevada y traída durante los enojosos, costosos en lo político y sobre todo en lo jurídico, de este interminable sexenio padrecista. Y de nuevo se abre un compás de espera para el cumplimiento del protocolo en torno a la  audiencia con quienes temen por el futuro pronosticado por los hombres de ciencia sobre el deterioro irremisible del entorno ambiental en cuestión. El MIA se ofrece como vía para finiquitar lo que hoy parece callejón sin salida. “Cosas veredes, mi querido Sancho”.