El
concepto de unidad es, a partir de este 26 de enero, el término clave en la
contienda del PRI para dar nuevo significado a la alternancia en la patria
chica de los Obregón y de los Calles. Claudia
Pavluvich fue escogida para ser candidata del Revolucionario Institucional.
Proviene
la senadora con licencia, de linaje ilustre. No se olvida que su progenitora,
Alicia Arellano Tapia, fue alcaldesa de Hermosillo y honorable integrante del
Senado de la República.
Hoy tiene sobre
sí la compleja y nada cómoda tarea de lograr la unidad de su Partido en calidad
de representante del PRI para competir en la ardua batalla de los comicios de
junio próximo. Unidad ante todo, es el lema implícito no sólo de la contienda
en su fase inicial sino postulado de unidad institucional sobre todo en el caso
de que resulte vencedora en el candente episodio comicial en puerta.
Decir
que se sacó el toro de la rifa, es decir poco ante los desafíos que habrá de
enfrentar. Lo estamos viendo con lo que, en estos días, experimenta el vencedor de la pasada elección de julio de
2012 para la Presidencia de la República. La alternancia como episodio político
nacional o local no está libre de presiones, pruebas, acechanzas y riesgos, en
la medida que es el paso previo a fin de dar el siguiente, trascendental y
significativo, de la transición hacia estadios mejor calificados en la vida
democrática y en la convivencia nacional.
Sonora
es, por hoy, una Entidad fragmentada política, social y económicamente
hablando. Es un Estado enfrentado y confrontado entre sí, en el cual las
instituciones operan en términos de una mínima potencialidad. Municipios y
Estado, Ejecutivo y representantes de Alcaldías padecen el síndrome de la
disyunción, el flagelo del divorcio forzado por las circunstancias, lo cual no
hace sino dividir y fragmentar el organismo jurídico-político y dar magros
resultados. Incluso se padece profundo, grave deterioro del Estado de Derecho.
Mano
sabia, recta, con la ductilidad imprescindible en estos casos, es la que
tendría que utilizar Claudia Pavlovich Arellano en el caso de que sus
coterráneos la conviertan en su Mandataria y la eleven como guía y coordinadora
de los destinos políticos, sociales, culturales y económicos de la Entidad.
En
caso de que su triunfo vaya acompasado con la reciente victoria obtenida en el
CEN priista, Pavlovich Arellano tendrá que habérselas con el enigma aún indescifrable
que plantea el Acueducto Independencia.
Hay
quienes apuestan a que el Acueducto pasará la prueba de las contradicciones, el
filtro de la contienda jurisdiccional como si nada y que habrá, en todo caso, tras
el compás de espera, una insólita resolución salomónica de última hora. Quedaría
entonces como un monumento a la insensatez política, como expresión de un desafío
frustrado al Estado de Derecho. Pero hasta ahí.
Acaso
emerja la opción contemporizadora formulada por el alcalde Rogelio Díaz Brown,
conciliadora no sólo políticamente, sino administrativa, jurídica y
económicamente: La alternativa de las plantas desaladoras, aprovechando la
bendición de las generosas lluvias veraniegas en territorio sonorense y en el
país. De ese modo, la idea de que el agua es para todos adquiriría el sentido
de insumo salomónicamente resuelto y objetivamente regulado. Dejaría de ser pretexto
y óbice para la desunión y la confrontación entre los sectores sociales,
políticos y productivos de la sociedad.
Desde
hoy, es decir, desde anteayer, Claudia Pavlovich tiene ante sí una ingente y multiplicada
misión. Candidata de unidad, su destino dependerá de la capacidad de persuadir,
con propuestas inteligentes y creíbles, sobre la bondad del ideal de la
alternancia convertida en transición para el progreso y el crecimiento sin
discriminaciones. Con justicia y con equidad.