Bien podría decirse que el año que
empieza, el 2015, es el año del Instituto Tecnológico de Sonora. La máxima casa
de estudios del sur de Sonora, así conocida en los medios académicos de la
Entidad, cumplirá 60 años de servicio a la sociedad no sólo cajemense sino a la
población de municipios colindantes como Guaymas y Navojoa, para citar su
inmediato entorno.
El presente del ITSON es, asimismo, su
pasado. Y en éste palpitan las entidades que lo configuran en la historia de la
educación superior del Estado: su antecesor, denominado Instituto Tecnológico
del Noroeste (ITNO) y el actual Instituto Tecnológico de Sonora, de larga y
luminosa, densa y productiva historia a partir de los años sesenta.
Su futuro inmediato y el de mediano y
largo plazos vive y pervive en forma cotidiana. Lo hacen a diario sus
directivos, encabezados por el rector Isidro Cruz Medina, sus académicos y su
bullente comunidad estudiantil en los grados y la cobertura de licenciatura,
profesional asociado y posgrado. A partir de agosto venidero, una vez concluido
el programa de festejos culturales, deportivos y conmemorativos, el doctor Cruz
Medina anticipa una etapa que él denomina “la nueva oferta académica de la
Universidad”, con base en estudios de pertinencia y la participación de empresarios, ex alumnos
y empleadores de la sociedad.
Nació el ITSON de la voluntad de sus
fundadores movida por el impulso de los sentimientos y los apremios de un
conglomerado humano para el cual, el proyecto de una casa de la inteligencia
inspirada en la vocación de servir, informar y formar con visión humanista y
tecnológica, era mucho más que la oferta idealizada de unos cuantos soñadores.
Y cuando mucho, una empresa audaz destinada
a la frustración, por la falta de sustento. Dispuesta al estrepitoso
fracaso.
Una y otra vez el joven plantel, calificado así por su
entusiasta y diligente Rector, ha sido colocado en la mira de la ambición
escudada en políticas dirigidas a obstruir y erosionar aquellos planes que se
oponen a sus pobres y mezquinos propósitos, que salen fuera de lo común. A la
idea de convertir en copropiedad lo que es obra eminentemente social y fruto de
la comunidad académica se adjunta, como hoy lo vemos, la pretensión que no es
sino efímera tentativa: la de someter a sus líderes y a su cuerpo magisterial, así
como a los miles de educandos, por vía de la inanición y la retención de
recursos financieros que le corresponde.
Pero, la institución nacida del pueblo,
por el pueblo y para el pueblo, ha librado ufanamente la inquina y los torvos
embates. La prueba está a la vista: consiste en la malévola cláusula que
ampararía al gobierno de la Entidad a fin de no empatar en su totalidad los
recursos que otorga la Federación. La omisión se justificaría por el
subterfugio de los impostores: otorgar hasta cuando hay de sobra; es decir,
cumplir las obligaciones hasta cuando viene en gana. Y hacerlo, en la medida
que satisfaga los deseos y los intereses innobles, por lo tanto inicuos de
llana inocuidad.
No está sola, nunca lo ha estado, la
máxima casa de estudios del sur de la Entidad, el plantel educativo más
pujante, comprometido y solícito con que han contado, desde hace seis décadas,
los cajemenses y su entorno en todo momento y frente a toda adversidad.
Que lo digan si no, los productores agrarios
de la región. Que lo diga si no, la
dirigencia ciudadana en defensa del agua frente a la estulticia del gobierno
estatal. Que lo dignan si no, aquellos empresarios que conocen de sus
aportaciones en los rubros de la ciencia aplicada (la moderna tecnología), con
la finalidad de promover y apoyar el crecimiento y el desarrollo en la región.
Y este comentario, consideramos, peca de cortedad, pero consideramos que no falta
a la veracidad. Prueba en contrario.