Bienvenido lector:

Federico Osorio Altúzar ha sido profesor de Filosofía en la UNAM y en la ENP (1964-1996) y Editor de la Gaceta de la ENP desde 2004.
Durante 15 años fue editorialista y articulista en el periódico NOVEDADES.
Es maestro en Filosofía. Tiene cursos de Inglés, Francés, Griego y Alemán.
Ha publicado en Novedades, el Heraldo de Chihuahua, El Sol de Cuervanaca, el Sol de Cuautla, Tribuna de Tlalpan, Tribuna del Yaqui, Despertar de Oaxaca y actualmente colabora en la versión en Línea de la Organización Editorial Mexicana (OEM).







martes, 16 de septiembre de 2014

EN EL MES DE LA INDEPENDENCIA, LA OTRA GUERRA



En todo México, aun en los más recónditos lugares, se ha celebrado y se festeja  en estos días la gesta inolvidable de los Niños Héroes y el inicio de la Independencia. Esta, con todo y las conmemoraciones no acaba aún de consumarse, inclusive después del par de centenarios transcurridos. El término “independencia”, por cierto, da para todo.
En Sonora, a propósito, el nombre con el que fue pomposamente bautizado el acueducto, el “Acueducto Independencia”, pasará al archivo de lo que jamás habrá que olvidar y de lo que, bien entendido, será testimonio acerca de lo que habrá de impedirse por medio de la fuerza de la ley y no por la  ley del  más fuerte.
Nació mal, si así pudiera decirse, en todo sentido el acueducto. Fue mal concebido y llegó fuera de tiempo. El entonces Presidente de la República, Felipe Calderón, lo inauguró contra lo que aconsejan los usos y costumbres con ese efecto, y le dio su “bendición” en público, Así, la obra colosal advino a la luz, sin que hubiese el vital insumo, así fuese mal habido.   
Más todavía. Ante la indignación de los verdaderos titulares del agua (ejidatarios, productores y yoremes, de la Tribu Yaqui) el Ejecutivo federal entonces, declaró en servicio la obra hoy duramente controvertida por parte de los legítimos usuarios y censurada por aquellos que son víctima de engaño por los deturpadores en el poder.
No hay duda de que mal termina lo que mal comienza.
Hoy la Tribu Yaqui es objeto de inicua persecución y sus líderes (Mario Luna y Tomás Rojo) son presa de atroz cacería por parte de la injusticia punitiva ordenada con todo el odio y la insania paraoficial.
Hoy en día, en plena festividad de la Independencia, siete municipios en la ribera de los ríos Sonora  y Bacanuchi, en las proximidades del infierno desatado por el derrame de  tóxicos de la Minera de Cananea, son víctima de insalubridad letal, empobrecimiento y efectos psicológicos impredecibles.
Así, a un mal comienzo un final peor.
Sin planeación ni consulta previa a los directamente involucrados (ejidatarios, productores y yoremes), sin concesiones autorizadas ni licitaciones publicitadas con arreglo a la normatividad, el “acueducto de la discordia” es no sólo quebradero de cabeza para el Ejecutivo estatal y sus colaboradores de confianza, sino fuente de irritación ciudadana en el norte y sur de la Entidad; es origen de la discordia y hasta de posible chispa conflictiva. También señuelo para los promotores del terror y la ingobernabilidad.
Y si vale aquello de que no hay mal que por bien no venga, cabría formular reflexiones diversas que podrían ir desde lo jurídico a lo político y de aquí al ámbito de la promoción de una nueva dirigencia política, una renovada generación o liderazgo, integrada por mujeres y hombres libres de suspicacia en cuanto al manejo de los asuntos que tienen que ver directamente con  la salud, la educación, la seguridad y el bienestar social. A toda prueba.
Primero: reivindicar las funciones públicas en términos de obligatoriedad a fin de que no haya tela de duda, como en el caso de los deberes que competen a SEMARNAT, PROFECA, CONAGUA en materia de inspección, fiscalización y política informativa, con el propósito de que no prospere la impunidad, ni haya más atentados contra el Estado de Derecho.
Segundo: revisar la legislación acerca del subsuelo (minas, hidrocarburos, cuencas acuíferas, etc.), para impedir que el “concesionismo”, hoy en boga y en violenta crisis, haga de las suyas, y deje finalmente de ser privilegio y negocio de la mafia en el poder. 

Tercero: indagar en los “curricula” de precandidatos a cargos de representación cívica, su pasado y su presente para evitar casos bochornosos y costosos para la sociedad. Esto es urgente y factible. Y hay, por lo visto, buena tela donde cortar.