Bienvenido lector:

Federico Osorio Altúzar ha sido profesor de Filosofía en la UNAM y en la ENP (1964-1996) y Editor de la Gaceta de la ENP desde 2004.
Durante 15 años fue editorialista y articulista en el periódico NOVEDADES.
Es maestro en Filosofía. Tiene cursos de Inglés, Francés, Griego y Alemán.
Ha publicado en Novedades, el Heraldo de Chihuahua, El Sol de Cuervanaca, el Sol de Cuautla, Tribuna de Tlalpan, Tribuna del Yaqui, Despertar de Oaxaca y actualmente colabora en la versión en Línea de la Organización Editorial Mexicana (OEM).







viernes, 12 de septiembre de 2014

EL SEGUNDO INFORME MUNICIPAL



El Segundo Informe del alcalde de Cajeme,  bien podría llevar el subtítulo: “De la gobernabilidad y del Estado de Derecho”. La administración municipal presidida por Rogelio Díaz Brown entrega cuentas a los ciudadanos, cuentas claras y objetivas, sobre el estado que guardan las finanzas y el cumplimiento  en  los temas de Seguridad, Educación, Cultura Popular; de Salud y Promoción del Empleo.
El Instituto Superior de Auditoría y Fiscalización (ISAF) ha otorgado calificación de excelencia a la gestión pública del Alcalde, al colocar al Municipio de Cajeme como ejemplo a seguir y como prototipo de eficacia y transparencia.
Establecen la medida de gobernabilidad los sectores sociales a cuyos integrantes dedica su tiempo y capacidades el munícipe cajemense, en términos de credibilidad y certidumbre. Son los propios ciudadanos quienes ponderan el grado de legalidad y constitucionalidad para definir las acciones con arreglo a los cuales se establece la legitimidad del gobernante en su carácter de hombre de Estado.
La ejemplaridad de Cajeme, por otra parte, y la del equipo que encabeza Díaz Brown, va más allá  de lo meramente administrativo, lo que ya es decir mucho dado los abusos en el manejo de los haberes públicos, el contubernio y la corrupción tocante a licitaciones que favorecen el bolsillo de los delincuentes de “cuello blanco” y  conciencia oscura.
Trascienden usos y costumbres burocráticos las gestiones a cargo de la Alcaldía y dan  sentido social al ejercicio del poder político, acatando la voluntad ciudadana en vez de la muy personal de los funcionarios. Desde este punto de vista, asimismo, se vuelve ejemplar la actividad pública de esta gestión municipal que, durante los años recientes, ha logrado sortear múltiples dificultades burocráticas y políticas, venciendo la inercia y la inepcia de la cúpula estatal y allanando los efectos, de suyo deplorables, causados por la retención de recursos previamente  autorizados.
La alcaldía da ejemplo, sin alardes publicitarios, al presentar una faceta poco conocida del federalismo, vía la intermediación directa, ciertamente exitosa, ante los órganos y los organismos facultados para atender las demandas, 
Por encima del desdén propiciado por el titular del Ejecutivo del Estado, Cajeme ocupa el sitio ganado a pulso por obra de sus líderes sociales y empresariales, por sus directivos académicos y sus defensores en favor de los más pobres entre los necesitados y de los más desprotegidos ante el desamparo de la justicia jurídica y frente a la ineficacia punitiva y antisocial.
Cajeme y su cabecera Ciudad Obregón son, hoy en día, objeto de admiración dentro y fuera del país por el pundonor y la puntualidad en sus propuestas y esfuerzos, con el propósito de cumplir los programas de modernidad urbana y para hacer valer la prioridad en educación para todos, la recreación por medio del deporte y la seguridad en lo público, lo jurídico y lo social.
En la rendición de cuentas, se aguarda un informe comprobable y contrastable. Y se espera, con la inquietud que se palpa en una urbe en pleno crecimiento y entera madurez, un informe en donde los tiempos políticos se conjugan de tal manera que el presente se vincula con el porvenir, asegurando que lo hecho hasta ahora es indicador de lo que se puede esperar y de todo aquello que tendrá que resarcirse con el consenso y la participación ciudadana, libre y responsable.

Cabe preguntarse hasta qué punto el político es, a la vez, un educador. Hasta qué punto el hombre público es un maestro que predica con el ejemplo y con su investidura de autoridad. Asimismo, interrogarse de qué manera los ciudadanos, en situación de educandos, están en condiciones de lograr que sus gobernantes sean conforme a su imagen y semejanza. No ajenos y aun advenedizos.