Las ferias del
libro son fiestas del espíritu. Son más que plazas de exhibición y venta de
objetos o cosas para el eventual consumo. Representan sitios de encuentro y de
reencuentro: de vuelta al pasado para dialogar con quienes no han muerto del
todo, de acuerdo con la premisa: “No todos los hombres son mortales”.
Si las ferias del
libro son además internacionales entonces, a la fascinación que de por sí
suscitan se suma la curiosidad por lo inédito y lo novedoso, así como lo
expectativo por el hecho de tener comunicación a distancia con autores que, en
el caso de las letras, hacen posible los
“best- seller”.
En el Distrito
Federal, desde el pasado jueves, está de plácemes la editorial patrocinada por
el Gobierno de la República, el Fondo de Cultura Económica. De igual forma, participa
de ello su director general, José Carreño Carlón, sonorense distinguido,
abogado y maestro, académico, periodista y comunicador, afamado por su ingenio
y festiva ironía, muy conocido en medios electrónicos de esta Capital.
En Sonora, en el
municipio de Cajeme, Ciudad Obregón se viste de gala a fin de celebrar, por
primera vez, su Feria Internacional del Libro, con invitados especiales: la
hermana República de Cuba, entidad editora y escritores laureados de la talla
de Elena Poniatwoska.
Aquí, una mención
con dedicatoria especial y particular reconocimiento al escritor y periodista,
maestro del cuento, la crónica y del ensayo histórico: Carlos Moncada Ochoa.
De casa, es decir, de
Cajeme, escenario de la I Feria Internacional del Libro, el autor de “Años de Violencia
en Sonora”, “Oficio de Muerte”, “Cincuenta Años en Esto”. Y un número elevado
de obras, leídas y releídas por sus coterráneos y lectores fuera de la Entidad,
Moncada Ochoa recibe el homenaje que le tributa el Municipio, su Municipio, en
honor a los más de 60 años consagrados en labores periodísticas, aunado su
quehacer al oficio de docente en educación media y superior, y a su incesante tarea
de escritor de obras literarios y crítica política.
En el FCE, Carreño
Carlón, su directivo y actual modernizador de la empresa, cosmopolita por vocación, hace ondear la
enseña de la cultura patria y universal
en el aniversario número 80 de la casa editora, evocando con ánimo y
disposición juvenil datos cuantitativos que, en modo alguno, demeritan la trayectoria
biográfica de la institución. Al contrario, por el número y la calidad del
contenido informativo de sus catálogos participa, en generosa competencia con la
editorial universitaria de la máxima casa de estudios del país, la UNAM, asimismo,
de señorial abolengo en la historia del libro en México.
Por cierto, en la
mesa de los festejos, el FCE da a conocer cómo a su ya larga existencia se
apareja un registro en el que la productividad significa, al propio tiempo un
esfuerzo cualitativo avalado en datos como los siguientes: diez mil títulos
editados y repartidos en cien colecciones. Dicho acervo se distribuye a través
de veinticinco librerías ubicadas en suelo patrio y en el extranjero.
Volviendo a la I
Feria Internacional del Libro en la sede municipal de Cajeme, Sonora, habría
que mencionar el acierto de sus organizadores. Lo decimos sin dudarlo, tomando
en cuenta que se trata no de una experiencia que se produce de manera tentativa
y fuera de contexto. Al contrario, si hubiese que hacer un pronóstico en el
corto plazo nos pronunciaríamos en favor del mejor de sus buenos éxitos, sin
olvidar que se trata de una apreciación posible y con márgenes ínfimos de
error.
Cabe reafirmar: no
todo en el Estado de Sonora es motivo de consternación. La festividad de la cultura
es preanuncio de que se avecina la aurora de la reivindicación y de la
recuperación de tiempos perdidos.