Al
grito de “¡Ahora o Nunca, Señor Presidente!”,
la Tribu Yaqui acuerda este día 16 septiembre reanudar el sitio que
impedirá, acaso indefinidamente, el tránsito sobre la carretera internacional
en las inmediaciones de Vicam. Convocan los organizadores yoremes a la
sociedad, sin distinción de clase o ideología, con el fin de sumarse al
movimiento pro defensa del agua que, al parecer, llega esta vez a su fase
terminal.
“Ahora
o Nunca” es la voz de combate que se multiplica hasta alcanzar los más
escondidos estados de conciencia de una comunidad, la comunidad sonorense, al
colmo de la tolerancia, por motivo de una justicia jurídica publicitada, pero
que jamás llega. “Ahora o Nunca”, es clamor que va en aumento: de las
congregaciones aborígenes a todos los centros poblacionales de la región, y de
ahí hasta Los Pinos pasando por el Palacio de Gobierno en la ciudad-capital.
“Ahora
o Nunca”, tras lo ocurrido en las riberas de los ríos Sonora y Bacanuchi,
después de conocerse los efectos de la degradación ambiental provocada por
el criminal derrame de tóxicos. “Ahora o
Nunca”, frente a la cadena de impunidades
que se remonta al año de 2010 y se continúa a manos de los dueños intocables
del Grupo México, coludido y encubierto
por quienes detentan el poder. .
“¡Ahora o Nunca,
señor Presidente!”.
Todo
indica que ha llegado la hora de refundar la gobernabilidad y el Estado
democrático de Derecho: la hora de la legalidad y la constitucionalidad.
La derrota del
federalismo había sido, hasta el día de hoy, el triunfo de la reacción y la
victoria del conservadurismo.
A
partir de estas horas de prueba y de provocación, el destino de la
modernización y del progreso queda a cargo de quienes tienen la atribución de
ejercer el imperio de las leyes y hacer valer la soberanía y la
autodeterminación política y económica de la Nación.
Está
en juego la sobrevivencia de la Tribu Yaqui,
de una comunidad tenaz, ejemplar
en la defensa histórica de sus derechos, Y está en manos del liderazgo
político nacional, el destino de las reformas recientemente aprobadas en el
Congreso de la Unión. Está en la balanza de lo posible, el destino de México,
es decir, de millones y millones de mexicanos que volvieron a confiar en la
voluntad y el patriotismo de sus mandatarios.
Está
en el tapete de lo previsible, el futuro del conjunto de reformas consagradas
en letra de la Ley. Para empezar, está a las resultas de lo que haga la
autoridad, las reformas en materias de seguridad jurídica, de participación
cívica o electoral, de educación en términos de ejemplaridad por parte de los
titulares de poder. Y antes que nada, está en el escaparate de la crítica, la
reforma energética por lo que tiene que ver con la salud de la población, el
respeto a la integridad y normalidad de los sistemas ambientales, el cuidado
puntual de las cuencas hidrológicas.
En
todo esto, está a la orden del día, sin posibilidad de diferirlo, posponerle y
etiquetarlo como asunto de segundo interés o sin importancia, el destino del
acueducto denominado Independencia, tal vez por motivo de haberse ideado,
realizado y puesto en marcha, al margen y aun en contra de la voluntad de
quienes fueron y son convidados de piedra, victimados sin voz ni voto para
ejercer su legítima defensa.
El reclamo es,
diríase, sin lugar a discusión alguna. Se reduce a un imperativo definitivo y
definitorio:
“¡Ahora o Nunca,
Señor Presidente”!
Después será, no
hay duda, demasiado tarde. El llamado Acueducto Independencia termina sus días,
convirtiéndose en el “acueducto de la discordia”.
Sin embargo, con
todo, a pesar de todo, es la hora de las grandes y responsables
determinaciones: ”Ahora o Nunca”.