Sonora,
particularmente el Valle del Yaqui, son diferentes, diríamos otros, a partir de los
años cincuenta del siglo anterior. La actividad científica y tecnológica del
doctor Norman Borlaug en los campos experimentales de la región, determinaron
el “antes” y el “después”, lo que establece una especie de periodización en la
historia de la agricultura local. Con repercusiones, asimismo, en remotas
zonas del planeta: Asia y África.
La
producción y la productividad en el campo deben al Nobel de la Paz (1970) su primera y más asombrosa mutación en lo
tocante a selección de líneas mejoradas de trigo con resistencia a la roya,
producida ésta por una proliferación de hongos.
Durante
una década, de 1945 al año de 1955, el talentoso investigador llevó a cabo su
actividad en el retiro de la observación y los ensayos que, al final de aquella
etapa, dieron los exitosos resultados, hoy conocidos universalmente. Con ello,
el doctor Borlaug ganaría la confianza de productores y hombres de empresa, de
economistas y funcionarios de Gobierno.
Si
bien se habla coloquialmente del “milagro” agrícola en el sur del Sonora,
habría que admitir que los milagros no se dan sin el trabajo intelectual
organizado, vale decir, sin la investigación basada en las ciencias y en las
técnicas. Con otras palabras, cabría reconocer que, guiados por la enseñanza de
Darwin, es posible comprender que la evolución inducida no se explica sin la
física, la química y la estadística; sin su correspondiente base matemática.
No
fue, así, obra del azar la creación, en 1955, de dos instituciones, el Centro
de Investigaciones Agrícolas del Noroeste y el Instituto Tecnológico del
Noroeste (el CIANO y el ITNO, por sus siglas) llamadas a ser baluarte y escudo de la obra recién establecida.
Por las vías de la experimentación y el conocimiento teórico, aquella espléndida herencia nacida en los
surcos de la tierra y de la inteligencia obtendría continuidad y
permanencia en las aulas y los laboratorios.
De ese modo, el “antes” del Dr.
Borlaug tomaría razón y cauce para llegar al “después”, al presente y al ahora
del Valle del Yaqui, con sus aciertos y sus tribulaciones.
Tras
los años de las “vacas gordas”, del auge económico y la prosperidad, llegan los
de las “vacas flacas” representadas por la letal sequía, el descuido o
deterioro ambiental y las disputas, como aquella a la que alude J.J. Rousseau
en su “Ensayo sobre el origen de las Lenguas”, registrada en el relato bíblico sobre
el encuentro de Isaac con Abimelec, a causa de la posesión del agua, en el Pozo
del Sermón.
Por
fortuna, el munícipe Rogelio Díaz Brown hace frente a lo que parece inminente
realidad. Muestra firme la vocación de hacer valer el Estado de Derecho y para defender
el agua como insumo indispensable para el desarrollo agroindustrial de la
región. Hace lo aconsejable ante advertencias de especialistas nacionales y
extranjeros sobre efectos previsibles debidos al cambio climático. Preparado
técnica y jurídicamente, y haciendo uso de los recursos administrativos a su
alcance, asegura que la causa común bajo su responsabilidad está garantizada;
que se actuará, en suma, sin detrimento de la equidad, la justicia y la
convivencia.
Al
dar el banderazo de inicio por la Semana de Compromiso Ambiental, lleva a efecto
el principio de “Obras son amores”. Los titulares de Imagen Urbana (Gilberto
Cornejo Clark), Obras Públicas y Ecología (Luis H. Meza López), Economía (Raúl Montes Elizondo), todos ellos
coordinados por el secretario del Ayuntamiento, doctor Antonio Alvidrez, ante
el público responden a los principios de transparencia, eficacia y honestidad
en sus desempeños y servicio a la comunidad. El antes y el después del Dr.
Borlaug tiene, así, positiva continuidad.