Continúan los festejos en torno al
centenario del Dr. Norman Borlaug. En la
celebración del Día del Agricultor, esta vez en el Campo Experimental que lleva
el nombre del laureado mexicano-estadounidense, el Presidente Municipal de
Cajeme, Rogelio Díaz Brown, recibió la presea con la efigie del héroe de la
Revolución Verde, junto con el Rector de la Universidad La Salle Noroeste.
El Munícipe es, por hoy, un distinguido
adalid en la tenaz defensa de los productores agrícolas de la región. Es
elocuente portavoz de los hombres del campo en la lucha que aún no termina y es
apoyo de los consumidores de granos y oleaginosas que se cultivan en la región.
Es tenido, así, como un político con oídos para oír y sabe escuchar a quienes
gobierna; ojos para mirar y observar a
fin de resolver, en tiempo y forma, las urgencias sociales que más apremian.
Mientras eso ocurre en el sur de Sonora,
en su vecina Chihuahua, azotada a menudo por el cambio climático y flagelada
una y otra vez por el crimen organizado, afrontan sus pobladores, por supuesto,
los marginados, sinsabores de un TLC que permite hacer y deshacer a los
filibusteros del comercio desleal a través de la “toma de mercados”, escudados
en la impunidad del “dumping” que inunda los sitios de abasto, impone los precios
a su arbitrio y arruina a los productores nacionales.
Esta vez, el mercado de la fruta sagrada
y apetecible desde los tiempos bíblicos, la manzana, su distribución y venta, es
decir, el mercado subrepticio, ilícito, es objeto de
protesta y denuncia en el Senado, en la alta tribuna parlamentaria. Los
hacedores de leyes proponen iniciativas a fin de anteponer un “hasta aquí” a
los patrocinadores del atropello que desnuda la irresponsabilidad de las
dependencias creadas para implantar orden en el desorden organizado.
Como en el caso del limón y antes del
jitomate, la táctica en el caso de la manzana ha sido, y es, la del dumping. Táctica avasalladora
y violatoria de fronteras, mediante saturación arreglada y tolerada, se imponen
precios, de ese modo, a la fruta
introducida solapadamente y de pésima calidad. Por esa vía, se hace consumir
productos malsanos en sus lugares de
origen tras permanecer en bodega meses y hasta más del año.
Voz que clama en el desierto, de palabra
franca y pertinentes adjetivos, Patricio Martínez García, senador por el Estado
de Chihuahua (quien no requiere de presentación alguna, poco dado a lo mediático y al aplauso
epidíctico en el sentido de encomio), denuncia aquello que no denunció y que
todo indica no hará la PROFECO, y las dependencias tales como Comercio,
Economía, y aun la publicitada
Secretaría de Salud.
Pide el ex mandatario, lo que venía
demandando desde foros y cónclaves, por ejemplo, los de Gobernadores
Fronterizos y de CONAGO, a fin de que se adopten acciones “antidumping“ ante las estrategias comercializadoras abusivas que
minan la salud de los consumidores y merman la capacidad adquisitiva de miles y
miles de mexicanos. Medidas, en fin, preventivas y ejecutorias con el objeto de
revisar cláusulas en la materia y a fin
de poner coto a todo aquello que propicia el que México sea traspatio del
vecino poderoso para depositar insumos chatarra, “alimentos” contaminados que
en lugar de dar salud propician enfermedades insospechadas e incurables.
Bien por los festejos que motivan
reflexión y permiten reconocimientos a quienes, en lugar de medrar en los
cargos públicos, cumplen puntualmente sus compromisos y promesas, con pundonor
y honestidad.
Enhorabuena que en el Congreso de la
Unión se tomen en cuenta las denuncias y las voces de alerta para defender
integralmente a los mexicanos, sobre todo a los más vulnerables. La voz del
senador Patricio Martínez García no es, así lo esperamos, una voz perdida en el
desierto.