Bienvenido lector:

Federico Osorio Altúzar ha sido profesor de Filosofía en la UNAM y en la ENP (1964-1996) y Editor de la Gaceta de la ENP desde 2004.
Durante 15 años fue editorialista y articulista en el periódico NOVEDADES.
Es maestro en Filosofía. Tiene cursos de Inglés, Francés, Griego y Alemán.
Ha publicado en Novedades, el Heraldo de Chihuahua, El Sol de Cuervanaca, el Sol de Cuautla, Tribuna de Tlalpan, Tribuna del Yaqui, Despertar de Oaxaca y actualmente colabora en la versión en Línea de la Organización Editorial Mexicana (OEM).







viernes, 4 de abril de 2014

UNIVERSALISMO Y SOLEDAD EN OCTAVIO PAZ



Hay mucho ruido y pocas nueces en torno al Centenario de Octavio Paz. Nuestro Premio Nobel de Literatura merece mucho más en este ejercicio destinado a  ponderar, revalorar y dar a difundir su prolífica y luminosa obra, la cual enriquece el catálogo del Fondo de Cultura Económica (FCE), así como el de otras editoriales.
Ciertamente, los libros de Paz no son de fácil y mucho menos lectura entretenida. No escribió para el gusto de sus contemporáneos como tampoco para el gusto particularista de sus gratuitos competidores e insatisfechos compañeros de oficio.
Éste, el oficio de pensar y de dar a luz lo reflexionado, no es compatible con las modas ideológicas. Y el autor de “El laberinto de la soledad”  expresó en lenguaje inusual su visión del mundo y de la vida en metáforas que no reflejan realidad alguna, acomodada al parecer de sus vehementes críticos. Son invención libérrima de su autor.
Se le tachó de pro yanqui en una época en la que todo aquello que no estuviera al servicio de las doctrinas de la izquierda oficial, radicalizada, y por consiguiente confinado a ser pasto de la ironía, cuando no de la deformada interpretación. Así se le convirtió en un apologista, cuando no en declarado iconoclasta. No había lugar, entonces, para la crítica de las ideas, para la discusión sin cortapisas de las tesis opositoras; tampoco para el análisis lógico y metodológico de las doctrinas en boga.
Paz combatió a los izquierdistas de oficio lo mismo que a los derechistas por encargo. A los primeros en su propia trinchera, demostrándoles que los términos y voces que proclamaban paladinamente (justicia, igualdad y democracia)  encubrían mar de fondo. Así, no se detuvo en poner en su sitio a cada quien, y a todos por igual,  llamando por su nombre, por medio de conceptos,  a la ideología del momento.
A la derecha fustigó con las manos en la cintura, sin mucho esfuerzo y como si se tratara de un enemigo de poca monta.  Quizá eso dio pábulo a la pretensión de que estaba alineado con la ideología del marxismo. Y, como es sabido, se hizo correr la versión de que debía el Nobel de Literatura a sus propensiones en pro del imperialismo y a su postura política comprometida.
En otros términos, se puso en la balanza de la crítica arreglada todo el peso de la confusión y la equivocidad, así como se le volvió defensor a ultranza de los valores del intervencionismo y de las tendencias suplantadoras de ajenas soberanías. Se le hizo fama de vocero vergonzante y promotor  de la teoría del más fuerte.
No se le dio, con espontánea disposición, el merecido reconocimiento a su universalismo, a su búsqueda y encuentro de vínculos con la cultura cosmopolita y de trascendencia en relación con lo meramente local y regional.  Se confundió la apología de los valores que hay en la creación y recreación de lo humano por medio del arte, con una especie de esnobismo que empequeñece, limita y al propio tiempo aniquila.
Fue mucho más allá de los Ramos y de los Caso, sin desdeñar lo nacional, lo que es propio y atañe al ser de los mexicanos. Pero no hizo de “lo” mexicano una categoría tendente a lo universal, como si por la vía de un estilo particular de vida se pudiese ascender por la escala humana hacia formas de creatividad ecuménica; es decir, universal.

Es el año de 2014 un año de conmemoraciones centenarias. Coindicen con la de Octavio Paz, las efemérides de José Revueltas y de Efraín Huerta. Las letras mexicanas están, por tanto, de plácemes y sus críticos hacen todo lo que está a su alcance para rendir tributo a quienes nos han dado el pan y la sal de la cultura a través de la metáfora, la expresión embellecida y la creación y recreación del mundo y de la vida.