Los
sonorenses están de plácemes tras la vista del Primer Mandatario, Enrique Peña
Nieto, a tierras de los Obregón, de los Elías, de los Yaquís y de las remotas
comunidades en zonas marginadas. Ecos de su visita llegaron, con la calidez
propia de una gira relámpago, impuesta por las circunstancias, hasta las
agrestes serranías en donde se localizan indígenas pimas y guarajíos en Santana,
Yécora y el Talayote.
Casi
un año y medio es bastante tiempo y a la vez un lapso amplio y suficiente para
el reencuentro de referencia. Resulta mucho cuando hay de por medio oídos que
no escuchan a la población y cuando hay ojos que no miran las demandas que más
apremian entre los mandantes o gobernados.
Sin
embargo, los meses y los días se acortan y reducen si la falta de presencia
física se suple con la asistencia puntual, en tiempo y forma; es decir, si
ocurre con eficacia y oportunidad la atención en asuntos que no esperan y cuya tardanza
hace mucho mayor e intolerable la lejanía.
El
reencuentro del Presidente con los sonorenses se ha producido, curiosamente, al
término de la Pascua, cuya más remota connotación lleva a la celebración hebrea
con motivo de la salida de su comunidad de la servidumbre en Egipto, entendida
la hazaña memorable como un salto a la libertad, con todos y los avatares
afrontados durante el arduo peregrinaje por el desierto.
Al
igual que otras zonas y regiones del territorio nacional (Oaxaca, Michoacán,
Guerrero y Chiapas), Sonora padece verdadera sed de justicia. Si el desierto de
Altar acaba de ser declarado Patrimonio de la Humanidad por la reserva impresionante
de su fauna, y Puerto Peñasco, su contorno y entorno son encomiados por lo
majestuoso de sus paisaje, el sur del Estado, en cambio, es considerado enclave
sobre del cual se hacen prever escenarios de difícil pronóstico a causa de los
efectos irreversibles que podría desencadenar el cambio climático. Hay causas
propiciadas por algunos seres humanos: atropellos, acciones ilegítimas y hechos
impremeditadas de suyo evidentes.
Zona
natural protegida con el trasfondo conmemorativo del Día Mundial de la Tierra fue,
además, foro para la convocatoria del Jefe del Ejecutivo según la máxima de que
“Proteger la tierra, es tarea colectiva”. En otras palabras, la administración
de los recursos consiste en asumir las responsabilidades por parte de los
ciudadanos, lo cual implica el exigir a quienes gobiernan acato pertinente a
las disposiciones legales y administrativas, y el cumplimiento cabal, sin
excusas y omisiones, de resoluciones sobre la protección, cuidado y preservación
del “hábitat”, el hogar común.
El
reencuentro queda en el buen ánimo de
los sonorenses. Cuenta en ello, la promesa de que irán a la Entidad funcionarios
de la Federación para atender asuntos pendientes y de inmediata resolución, lo cual
enciende focos de esperanza tocante al restablecimiento del Estado de Derecho, así
como la reparación de daños materiales, físicos y morales a que haya lugar.
Y,
por encima de todo, está el anuncio de medidas previsoras a fin de que
prevalezca la armonía en la Entidad con apoyo y la participación de todos los
poderes, locales y del centro, con la finalidad suprema de que la convivencia
entre los sonorenses se convierta, con firme voluntad, en objetivo cotidiano,
condición de vida productiva, de creatividad científica y cultural, así como de
práctica educativa, sin cortapisas. Propicio todo esto para la realización de
aspiraciones cada vez más altas en lo individual, familiar y social. La
encomienda presidencial es obvia: evitar que el fenómeno de la anarquía alcance
y envuelva al Estado de Sonora.
Así, sólo así, la
Tribu Yaqui, con sus más calificados líderes al frente, Tomás Rojo Valencia
entre otros, podrá sobrevivir, vivir, convivir en sana concordia y merecida
paz.