La
refundación del instituto electoral mexicano
(hoy INE) es un logro y, al mismo
tiempo, un reto para la democracia. Desde el punto de vista de diputados y
senadores, el proceso que ha convertido la iniciativa de reforma electoral en
ley dictaminada por el Congreso de la Unión, es muy valiosa contribución en la
historia legislativa de México.
Para
empezar la elección de consejeros del INE es para el diputado federal cajemense,
Faustino Félix Chávez, “un paso firme para consolidar la democracia en el
país”. Precisa: la LXII Legislatura avanza en sus funciones por la vía de los
acuerdos políticos para construir estructuras institucionales para beneficiar
la convivencia de los mexicanos.
El
consenso de los legisladores, así, equivale al beneplácito propio de ser
progenitores de una institución electoral nueva en la que se fincan esperanzas
renovadas de vida política, capaz de sustituir viejas estructuras en donde la
participación era punto menos que imposible, y en cuyos tribunales las
decisiones ante denuncias por irregularidades eran consideradas inequitativas
cuando no teñidas de preferencias y de clientelismo partidista.
En
consecuencia, es atendible la opinión del diputado sonorense en el sentido de
que avanzamos hacia el objetivo de “tener procesos más transparentes”.
Por
otro lado, el flamante presidente del INE, Lorenzo Córdova Vianello, capitán del navío apenas concluido, hecho al
mar de las conmociones telúricos y en torno al cual sopla mucho viento y los
cambios climáticos están a la orden del día, hace observaciones que merecen
ponderadas y útiles reflexiones.
Alude
a los nuevos tiempos, ritmos y circunstancias en que el recién nacido llega al
mundo de la política. Señala la proximidad de los comicios de 2015 en donde la
premura es sobre el análisis, dictamen y la promulgación, en tiempo y forma, de
la legislación secundaria, de cuyo contenido normativo dependerá que las
controversias sean resueltas con idoneidad y pertinencia.
Jurista
circunspecto, en plenitud de edad en la cual la independencia de criterio se
adecua al encargo de hacer prevalecer la legalidad ante todo, Córdova Vianello
hace acotaciones acerca de que las pasiones de la política y las motivaciones
partidistas requieren ser materia de dilucidación. En modo alguno, de justificación
en pro de alguna inconformidad sin fundamentación jurídica.
Los
juicios de valor han de ser, entonces, objeto de análisis y definición por
parte del INE, pero no habrá que presuponerlos, como tales, para resolver conflictos llevados a su seno. Como
jurista que pone la objetividad antes que nada, formado en fuentes del derecho
entendido como técnica social, el presidente del INE implica una interesante y a la vez importante distinción entre ciencia
de la política y ciencia “política” en los términos de Hans Kelsen, quien en su obra “¿Qué es
justicia?” afirma: “No resulta fácil, como parece, el separar la ciencia de la
política. Ello supone abstenerse de formular juicios de valor en una ciencia
cuyo objeto está impregnado de juicios de valor”. En el INE, se supone, prevalecerá
la objetividad de la ciencia y no la relativa subjetividad de las ideologías.
Por
otra parte, hay preocupaciones en el ánimo del Presidente del INE relativas a
cuestiones prácticas. Entre otras, la designación, frente a las elecciones del
2015, de los consejeros locales; la modificación del calendario electoral y la
acotación de tiempos; la injerencia del INE en los procesos sancionadores. En
suma, está en puerta lo referente a la normatividad secundaria, la
reglamentación y su inminente modificación con miras a dar impulso, coherencia
y cauce a la reforma electoral.
El
INE es instrumento, medio, para alcanzar niveles superiores de participación
democrática. Pero el INE no es un fin absoluto. Un fin final.