Fruta deliciosa y tentadora desde los
tiempos bíblicos hasta nuestros días, la manzana es causa depredadora para la
economía de productores en el norte y centro del país. Asimismo, es factor de
carestía para consumidores mexicanos, incluso
es un riesgo para la salud. Nos referimos, claro, no a las de color rojo, amarillo o verde que provienen
de Puebla o de la Tarahumara, sino a la pomácea
comestible que llega desde la frontera norte, cosechada en ranchos y huertas
del vecino país.
Ingresado el producto aquende la línea
divisoria en contravención de la libre competencia, la manzana vuelve a ser
objeto de protesta airada por parte de comerciantes
mexicanos; es motivo de enojosos pronunciamientos y de airadas discusiones en
comisiones del Senado, esperando turno a fin de convertirse en iniciativa de Ley y en
reglamento la defensa ante la ola invasora de nuestros mercados y ante el temor
de quiebra masiva entre los productores norteños,
del centro y sur del territorio.
Se menciona Chihuahua por ser un caso ejemplar
en este respecto. Estado flagelado por
el cambio climático, azotado una y otra vez por el crimen organizado, los productores de manzana afrontan los sinsabores de un TLC que permite hacer y deshacer a los
filibusteros del comercio desleal, a ultranza, responsable de la “toma de
mercados”, pero con la venia y la impunidad en su beneficio.
Como Chihuahua, hay otras entidades
productoras de la manzana que son víctima del “dumping” que satura expendios y
marcados; impone precios a la fruta
según su arbitrio, arruina a productores y expendedores por igual. En suma, flagela
el bolsillo de impávidos consumidores.
En medio de esta sacudida a la sombra
del TLC, un legislador que nada lo detiene para hacer pública esta clase de
inconformidades, representante de Chihuahua, Patricio Martínez García, hace tronante
denuncia en el Senado contra esta clase
de mercado solapado, subrepticio e ilícito; quita la máscara que encubre a los
invasores de soberanías y violadores de acuerdos en materia de intercambio de
bienes y mercancías. Y propone, en suma, colocar un “hasta aquí” a los
patrocinadores del citado atropello. Promueve la convalidación y la eficacia de
acuerdos que garantizarían a los dueños de huertas disfrutar el resultado de su
trabajo en paz y armonía y a los que, con el sudor de su frente, viven de su cultivo.
Pide que las dependencias oficiales hagan lo que les señalan sus atribuciones y
sometan a orden al desorden organizado.
Desde foros y cónclaves efectuados en la
década finisecular y de principio de siglo, el legislador norteño ha puesto en
guardia a sus pares en CONAGO y en reuniones con los Gobernadores fronterizos ha
dicho su verdad, afirmando que es tiempo ya de que se cumplan efectivamente las
acciones “antidumping“, por cierto revestidas de hueca publicidad
antinacionalista, de cara frente a las tácticas que minan la salud y el
bolsillo de las familias mexicanas.
México debe hacer valer acuerdos,
compromisos y normas bilaterales. Está de por medio la salud, la economía y la
dignidad de sus pobladores y la soberanía de la Nación. Debe impedir que se
siga haciendo del territorio nacional un traspatio de los poderosos que olímpicamente depositan chatarra y alimentos
contaminados que, en lugar de salud, causan males.
Enhorabuena que en el Congreso se formulen
iniciativas como ésta, que defiendan la
integridad de vida a emprendedores así como a los grupos vulnerables. Enhorabuena
que en la tribuna en donde se construyen los cimientos de la vida jurídica del
país, se corrijan entuertos y abusos. Los mexicanos estamos en espera de una nación
con justicia y equidad: la nación que todos anhelamos y queremos. La voz del
senador Martínez García no es, lo esperamos, una voz perdida en el
desierto.