Robert
Escarpit redefinió el libro como “un medio de intercambio cultural” quitándole,
de ese modo, la connotación mercantilista que supone el considerarlo un mero
objeto material. En tal sentido, el libro no es cosa destinada al proceso común
de compraventa.
Sostuvo,
asimismo, que es indispensable precisar su significado a partir del hecho o
fenómeno literario en cuyo ámbito se produce, y reconsiderar sus
modalidades propias, entre las cuales
cabe mencionar su uso y utilidad; en suma, la finalidad a la que se destina.
En
Buenos Aires, Argentina, en la Feria Internacional organizada con ocasión del
Día Mundial del Libro, el Director General del Fondo de Cultura Económica, José
Carreño Carlón, licenciado y maestro, se refirió al tema del libro como el
medio idóneo de identificación cultural, de universalización de los valores del
humanismo entendido como fuente de conocimientos e intercambio de experiencias
intelectuales y forma de intercomunicación del bloque lingüístico al que
pertenecemos y en su carácter de vínculo entre unidades diversas de expresión y
de lenguajes.
El
FCE es, por antonomasia, foro que expande sus luces hacia el Continente por
intermedio de la página impresa, lo mismo hacia España donde ha tenido
particular presencia. Ha sido, y vuelve a ser brazo derecho de la extensión
cultural de la cultura mexicana y punto de apoyo en el diálogo multicultural
con otros países.
Por
lo que toca a su actual director, sobra el decir que el maestro Carreño Carlón
es, por oficio de comunicador y por el ya largo peregrinar en los espacios oficiales en que ha
participado, un actor y coautor en las tareas que ahora son de su
responsabilidad directa en la casa editora bajo su encargo y responsabilidad.
En
su disertación en la FIL de Argentina hizo pertinente referencia a la vida y
obra del Nobel recientemente fallecido, Gabriel García Márquez, aludiendo a su
contribución en la cultura literaria a través
del libro, de impulsor en las nuevas fronteras culturales, realizando lo
que sería imposible llevar a cabo por medios tradicionales. Encomió al Nobel
colombiano como el creador de un mundo de lectores con su ejemplar obra, pero
también con el talento generoso que lo llevó a superar barreras de
incomprensión más allá del egoísmo y del interés individualista o solipsista.
En
este planteamiento, la cátedra del director del FCE consiste en redefinir no
sólo el libro en su carácter de vínculo de unidad y de intercomunicación. Convocó
a repensar y dar apertura a los circuitos editoriales que se ensanchan y
multiplican desde los inicios de esta era digital.
Se
trataría, así, de abrir caminos inéditos en materia de producción,
distribución, de difusión y extensión de la cultura bibliográfica, poniendo
énfasis en modalidades recientes que hacen del libro una puerta a la recreación
del hombre en el siglo que recién comienza.
Desde
el horizonte así planteado, la tarea se redefine, se califica y reencausa, tomando
en cuenta que no hay algo así como compartimentos estancos entre autor, lector,
distribuidor y promotor de obras impresas. Así, como los libros no admiten la
noción de objetos materiales de carácter mercantil, las librerías, los
expendios de obras, dejan de ser locales y aun almacenes de páginas y páginas
impresas, y los asistentes consumidores incautos y pasivos.
La
idea trascendería hasta lograr que en
esta concepción, el lector, como el escucha de una obra de Bach o de Mozart, se
convierta en coautor junto como lo es el intérprete en una obra musical. En el
caso, al lado del profesor, del orador y conferenciante. El traductor, de esa
forma, no quedaría aislado y confinado al anonimato.
El
Día Mundial del Libro se ofrece como una clave para definir y redefinir los
límites y posibilidades de la letra impresa y de la cultura en su más generoso
y recreativo sentido.