Bienvenido lector:

Federico Osorio Altúzar ha sido profesor de Filosofía en la UNAM y en la ENP (1964-1996) y Editor de la Gaceta de la ENP desde 2004.
Durante 15 años fue editorialista y articulista en el periódico NOVEDADES.
Es maestro en Filosofía. Tiene cursos de Inglés, Francés, Griego y Alemán.
Ha publicado en Novedades, el Heraldo de Chihuahua, El Sol de Cuervanaca, el Sol de Cuautla, Tribuna de Tlalpan, Tribuna del Yaqui, Despertar de Oaxaca y actualmente colabora en la versión en Línea de la Organización Editorial Mexicana (OEM).







domingo, 20 de abril de 2014

LOS ÚLTIMOS DÍAS DE EMMANUEL KANT (1724-1804)


Retrato al óleo de Emma Clark Demoss




(Con gratitud, a Guillermo H. Rodríguez, maestro señero del criticismo filosófico)

El 22 de abril de 1724 vino, en su natal Könisberg, Emmanuel Kant, genio vivificador de la filosofía. Abundan las biografías acerca de su existencia y obra. Thomas de Quincey (Orbis, 1987) relata en su escrito inclusive los estertores que dieron cuenta de su agonía,  dejando en caracteres indelebles el  ocaso de la vida física y moral de quien es, sin duda, el héroe intelectual de la Ilustración.
Los últimos días del más grande pensador de todos los tiempos son, a su vez, el inicio de una efemérides que jamás terminará,  En México, el Fondo de Cultura Económica (FCE) sobresale entre las casas impresoras que más han contribuido en el conocimiento de Kant a través de ediciones magistrales: “Critica de la Razón Pura”, Crítica de la Razón Práctica”, “Los Progresos de la Metafísica”. Y en espera, “La Paz Perpetua” versión  española, de la doctora Dulce María Granja, sabia traductora de Kant en la mencionada casa de las letras y la cultura.   
Desde el primer tercio del siglo XX, Kant dejó de ser el símbolo de la filosofía idealista, utópica, abstraccionista y confinada al “topus uranus”, revestido de pretensiones  ultramundistas, absolutistas en suma, al modo del viejo Platón según  los renombrados  diálogos: Protágoras y Gorgias, Parménides, Teeteto y la República.
Sin embargo, correspondería a Freud y Einstein, Cassirer y Popper, entre otros creadores y críticos de las ciencias naturales y del hombre, colocar al pensador prusiano en el contexto de la historia moderna del conocimiento, poniendo de relieve lo que hoy ha dejado de ser parte del árbol genealógico al cual fue adscrito Kant por autores tales como Fichte, Schelling, Hegel y demás corifeos de la sabiduría oracular. 
Aquí, en la Universidad Nacional de la que egresó con los más altos reconocimientos académicos, el filósofo y jurista, kantiano y kelseniano, veracruzano de origen, Guillermo Héctor Rodríguez, fallecido en 1989, introdujo las novedades del criticismo filosófico desde sus cátedras en los años lejanos de la Preparatoria de la UNAM y en las cátedras de Introducción al Derecho v Filosofía del Derecho lo mismo que en sus inolvidables lecciones de Teoría del Conocimiento en Jurisprudencia y en Filosofía y Letras.
En sus labios, el maestro mexicano hizo resplandecer el legado kantiano demostrando su actualidad frente a quienes, colegas suyos en el magisterio universitario, solían reducir la luminosa herencia a  letra muerta. Procedía, al respecto, de manera similar a como el autor de las “Críticas” y  de “La Paz Perpetua”, había procedido con sus ilustres antecesores.
Guillermo H. Rodríguez hizo de los sofistas (Protágoras, Gorgias y Calicles); de los filósofos de Marburgo (Cohen, Kinkel y Natorp),  también de Kelsen, puntos de enlace y de engarce en la urdimbre de preguntas y respuestas que dan sentido de continuidad a la historia de la filosofía en correlación con la historia del pensamiento, de la voluntad y del sentimiento estético. Kant lo había hecho, ejemplarmente, con  Rousseau, Locke y Hume.
Con la lectura de “La Paz Perpetua”, nuestro maestro hacía ver  que los Catorce Puntos  (1918) del Presidente Wilson eran supuesto ideológico de la Liga de Naciones, así como el citado escrito kantiano se vinculaba a la firma del Tratado de Paz de Basilea en 1795. Y en esa relación “Derecho y Paz en las Relaciones Internacionales” (conferencias dictadas en 1945 por Hans Kelsen), se entienden mucho mejor a la luz de la Segunda Guerra,  y en el sentido de sustento jurídico en la creación de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el tribunal  responsable de dirimir los conflictos internacionales y promover la paz.

El legado de Kant, es inmarcesible. Está entre nosotros.