Dos
de los flagelos que agobian a la Humanidad, terrorismo y cambio climático, son amenazas letales frente a las cuales hay la
impresión que mucho queda todavía por hacer.
El
terrorismo islámico continúa su misión genocida. Hace honor a su nombre: Es
cáncer silencioso, pero devastador. Investido de una ideología en gran medida
incomprensible para nosotros, pertrechado con armas mortíferas hurtadas de los
arsenales de su opositor, el Occidente, por enésima ocasión ensaya su utópica
ambición: derrotar a quienes, supone, son los representantes del MAL.
Obra
de la naturaleza a la que los humanos se añaden, el cambio climático actúa, de
manera similar al terrorismo, letal e inconteniblemente. A diferencia de aquél,
a todos nos consta. Vemos sus voraces fauces a punto de acometer.
La
noción de progreso y desarrollo son el brazo derecho que la motiva, justifica e
impulsa. Desde la Revolución Industrial, el deterioro del entorno ha ido en
aumento hasta alcanzar niveles insospechados: Reino Unido y China, son ejemplos
que vienen a la memoria.
Elevados
son los costos en la salud física y mental de los pobladores en todos los
rincones del planeta. Ricos y pobres son presa de los efectos de la
contaminación de aire, tierra y fuentes hídricas.
Las
trasnacionales se han convertido en los agentes de mayor peligrosidad, por la
sencilla razón de que utilizan los espacios de los países tercermundistas como
traspatio y basurero de sus empresas y negocios.
La
actividad minera es, acaso, la que más daños y perjuicios origina, con patentes
de intocabilidad. Enturbia ríos y torrentes montañosos con derrames tóxicos,
envenenan presas y retenes a placer, sin que les cause preocupación alguna el
impacto ambiental presente y el previsible a mediano y largo plazos.
Políticos y
empresarios desnacionalizados hacen causa común con los ávidos dueños de
capitales advenedizos en esta guerra en pro del deterioro ambiental, cuyos ecos
se escuchan desde la Cumbre sobre Cambio
Climático, la cual termina este día entre un “tira y afloja” digno de análisis profundos por parte de cada nación ahí representada.
El
aplazamiento de un día más para concluir los trabajos del cónclave mundial
indica hasta qué punto los desacuerdos han pesado más que el objetivo de
construir acuerdos.
Christiana
Figueres, directora ejecutiva para Asuntos Climáticos de la ONU, ha declarado
que el documento final se orienta a establecer una convención “ambiciosa y
justa”.
El ministro
francés de Asuntos Exteriores, Laurent Fabius dice que reuniones como ésta se
asemejan a un maratón. “Los últimos metros son los más difíciles”.
No
hay duda. Los países débiles, víctimas de crónico subdesarrollo, son los más
afectados en esta contienda por la sobrevivencia. A ellos se acredita la
diferición de la asamblea
Entre
el deterioro ambiental y la rapiña incontenible de las ostentosas
transnacionales, poco se puede esperar. La noción de progreso y las utópicas
promesas de justicia y equidad por parte del primer mundo, en pleno desarrollo,
van quedando a la deriva mientras la secuela de enfermedades, abusos laborales
y letal intoxicación propician empobrecimiento, deterioro psicológico y mental,
así como un profundo malestar hacia el publicitado progreso con justicia
social.
Las
dos tenazas, así pues, se cierran sobre las cabeza de un Tercer Mundo que no da
pasos firmes en el sinuoso camino de la industrialización, cuando los alcanza
el destino del aniquilamiento por el acoso de un terrorismo con rostro de
sublevados por la inspiración mistérica de una “Yihad” que de guerra no tiene mucho
y de santa tampoco.
Últimas
llamadas se hacen para contener los efectos y las consecuencias de esta doble
amenaza que cunde por el planeta entero.
Habrá
que esperar el mejor de los acuerdos en lo que se refiere a la Cumbre sobre
Cambio Climático.
Asimismo,
se espera que Occidente encuentre las mejores estrategias para combatir al
desbordado terrorismo islámico que, por lo visto, no ha aprendido de las
enseñanzas de la historia universal lo indispensable para entablar una lucha
desigual destinada al estrepitoso fracaso.