Bienvenido lector:

Federico Osorio Altúzar ha sido profesor de Filosofía en la UNAM y en la ENP (1964-1996) y Editor de la Gaceta de la ENP desde 2004.
Durante 15 años fue editorialista y articulista en el periódico NOVEDADES.
Es maestro en Filosofía. Tiene cursos de Inglés, Francés, Griego y Alemán.
Ha publicado en Novedades, el Heraldo de Chihuahua, El Sol de Cuervanaca, el Sol de Cuautla, Tribuna de Tlalpan, Tribuna del Yaqui, Despertar de Oaxaca y actualmente colabora en la versión en Línea de la Organización Editorial Mexicana (OEM).







lunes, 14 de diciembre de 2015

TERRORISMO Y CAMBIO CLIMÁTICO: ÚLTIMAS LLAMADAS

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Dos de los flagelos que agobian a la Humanidad, terrorismo y cambio climático, son  amenazas letales frente a las cuales hay la impresión que mucho queda todavía por hacer.
El terrorismo islámico continúa su misión genocida. Hace honor a su nombre: Es cáncer silencioso, pero devastador. Investido de una ideología en gran medida incomprensible para nosotros, pertrechado con armas mortíferas hurtadas de los arsenales de su opositor, el Occidente, por enésima ocasión ensaya su utópica ambición: derrotar a quienes, supone, son  los representantes del MAL.
Obra de la naturaleza a la que los humanos se añaden, el cambio climático actúa, de manera similar al terrorismo, letal e inconteniblemente. A diferencia de aquél, a todos nos consta. Vemos sus voraces fauces a punto de acometer.
La noción de progreso y desarrollo son el brazo derecho que la motiva, justifica e impulsa. Desde la Revolución Industrial, el deterioro del entorno ha ido en aumento hasta alcanzar niveles insospechados: Reino Unido y China, son ejemplos que vienen a la memoria.
Elevados son los costos en la salud física y mental de los pobladores en todos los rincones del planeta. Ricos y pobres son presa de los efectos de la contaminación de aire, tierra y fuentes hídricas.
Las trasnacionales se han convertido en los agentes de mayor peligrosidad, por la sencilla razón de que utilizan los espacios de los países tercermundistas como traspatio y basurero de sus empresas y negocios.
La actividad minera es, acaso, la que más daños y perjuicios origina, con patentes de intocabilidad. Enturbia ríos y torrentes montañosos con derrames tóxicos, envenenan presas y retenes a placer, sin que les cause preocupación alguna el impacto ambiental presente y el previsible a mediano y largo plazos.
Políticos y empresarios desnacionalizados hacen causa común con los ávidos dueños de capitales advenedizos en esta guerra en pro del deterioro ambiental, cuyos ecos se escuchan desde la Cumbre sobre  Cambio Climático, la cual termina este día entre un “tira y afloja” digno de análisis profundos  por parte de cada nación ahí representada.
El aplazamiento de un día más para concluir los trabajos del cónclave mundial indica hasta qué punto los desacuerdos han pesado más que el objetivo de construir acuerdos.
Christiana Figueres, directora ejecutiva para Asuntos Climáticos de la ONU, ha declarado que el documento final se orienta a establecer una convención “ambiciosa y justa”.
El ministro francés de Asuntos Exteriores, Laurent Fabius dice que reuniones como ésta se asemejan a un maratón. “Los últimos metros son los más difíciles”.
No hay duda. Los países débiles, víctimas de crónico subdesarrollo, son los más afectados en esta contienda por la sobrevivencia. A ellos se acredita la diferición de la asamblea
Entre el deterioro ambiental y la rapiña incontenible de las ostentosas transnacionales, poco se puede esperar. La noción de progreso y las utópicas promesas de justicia y equidad por parte del primer mundo, en pleno desarrollo, van quedando a la deriva mientras la secuela de enfermedades, abusos laborales y letal intoxicación propician empobrecimiento, deterioro psicológico y mental, así como un profundo malestar hacia el publicitado progreso con justicia social.
Las dos tenazas, así pues, se cierran sobre las cabeza de un Tercer Mundo que no da pasos firmes en el sinuoso camino de la industrialización, cuando los alcanza el destino del aniquilamiento por el acoso de un terrorismo con rostro de sublevados por la inspiración mistérica de una “Yihad” que de guerra no tiene mucho y de santa tampoco.    
Últimas llamadas se hacen para contener los efectos y las consecuencias de esta doble amenaza que cunde por el planeta entero.
Habrá que esperar el mejor de los acuerdos en lo que se refiere a la Cumbre sobre Cambio Climático.

Asimismo, se espera que Occidente encuentre las mejores estrategias para combatir al desbordado terrorismo islámico que, por lo visto, no ha aprendido de las enseñanzas de la historia universal lo indispensable para entablar una lucha desigual destinada al estrepitoso fracaso.