Bienvenido lector:

Federico Osorio Altúzar ha sido profesor de Filosofía en la UNAM y en la ENP (1964-1996) y Editor de la Gaceta de la ENP desde 2004.
Durante 15 años fue editorialista y articulista en el periódico NOVEDADES.
Es maestro en Filosofía. Tiene cursos de Inglés, Francés, Griego y Alemán.
Ha publicado en Novedades, el Heraldo de Chihuahua, El Sol de Cuervanaca, el Sol de Cuautla, Tribuna de Tlalpan, Tribuna del Yaqui, Despertar de Oaxaca y actualmente colabora en la versión en Línea de la Organización Editorial Mexicana (OEM).







jueves, 24 de diciembre de 2015

CIUDADES LIMPIAS Y SEGURAS: CAJEME A LA VANGUARDIA

Resultado de imagen para cajeme

Ciudad Obregón, cabecera del otrora ejemplar municipio sonorense, paradigma de seguridad a toda prueba, vuelve afortunadamente a sus mejores tiempos.
Faustino Félix Chávez, su afanoso y promisorio alcalde, lidera el retorno a la paz social y a la armónica convivencia, de acuerdo con sus más recientes pronunciamientos. Enuncia las buenas nuevas que todos esperaban en pro de lo que bien podría denominarse “en busca del tiempo perdido” (tomando en préstamo  el  título de la afamada obra de Proust).
Para empezar, una jurisdicción incomunicada, con vías terrestres lastradas de baches y en permanente descuido, es una zona inhóspita en la cual se producen y reproducen los peores riesgos para la población y para quienes, ocasionalmente, transitan por dicha geografía.
Lo mismo podría decirse de una urbe abandonada a la suerte de la suciedad, con sus calles y avenidas en calamitoso, pésimo estado.
La limpieza y el orden son a la seguridad y a la paz social como el descuido y la alteración del orden, son a las acciones ilícitas: entre otras, el robo, el secuestro y los asaltos domiciliarios. En suma, a la criminalidad organizada o desorganizada.
En cambio,  la experiencia muestra y demuestra que las ciudades por más población que tenga en sus barrios y zonas residenciales resultan con los más altos índices de seguridad y productividad en la medida que sus autoridades son capaces de planificar su entorno urbano, hacer los seguimientos de rigor y corregir a tiempo las desviaciones que suelen surgir ante el menor descuido. Y actuar con ejemplaridad.
Sobra mencionar aquí los tiempos idos en que, durante la placidez de las noches veraniegas y otoñales, en las colonias de condición humilde, era posible ver a las familias reunirse con la idea de gozar las horas del ocaso, y aún los momentos de la ya entrada la oscuridad.
Y todo en paz y armonía, sin zozobra ni temor alguno de ser sorprendidos por agentes del crimen predispuestos a las peores agresiones.
Ciertamente hay razones que explican los cambios hacia lo peor, hoy en día.
La impunidad hace sus efectos cruentos y dolorosos. Los crímenes sin castigo son rémora que se cobra y se paga sumamente caro, más temprano que tarde.
El ver a hombres de negocios que eluden sus obligaciones en materia de impuestos, por ejemplo, y deambulan orondamente por calles y sitios públicos, no es sino llana provocación para que maleantes de toda laya hagan de las suyas. Pues, dicen entre ellos, si fulano hace lo que hace y no le pasa nada entonces probaremos a fin de saber si corremos igual suerte.
Los hombres públicos, de la alta o mediana burocracia, están por lo mismo como en urna de cristal. Los ciudadanos los tienen, aunque ellos no lo crean, en la mira. Son ejemplo, así se trate de los buenos ejemplos como de los malos y los execrables. Es claro que cada quien sigue aquellos que podrán edificarlo o derruirlo de una vez y para siempre.
El alcalde cajemense, Félix Chávez, sale al frente. Se compromete a encabezar una exhaustiva campaña de limpieza, ya en acción, como también asume la oferta de emprender un eficiente trazo urbanístico con el fin de subsanar las fallas en casos como el del alumbrado, la pavimentación y muchos otros pendientes. Estas, es obvio, son aprovechadas por los maleantes para delinquir a sus anchas, con la creencia de que el imperio de la impunidad sigue incólume.
El déficit presupuestario, en efecto, hizo de las suyas. La retención de los recursos con destino a obra pública se ventila, de manera que no es necesario invocarlo como tema en estas circunstancias deploradas y deplorables.
Se da cumplido saneamiento a la deuda pública, tema que es parte del debate actual.
Cabe, por encima de la controversia, contribuir a esta tarea renovadora, de rehabilitación total, desde el sitio que corresponda.

Echar gasolina a la hoguera a nadie favorece, menos a la ciudadanía en estos tiempos de recuperación y compromiso. Queda pendiente, aparte, el capítulo de la productividad, meta y objetivo del desarrollo y el crecimiento.