“Todo
en vida”, solía decir una distinguida dama con el propósito de hacer notar la importancia
de reconocer, en tiempo y forma, a todos aquellos que han realizado acciones
virtuosas en beneficio de los demás.
Los
homenajes, así como las premiaciones y distinciones adquieren, ciertamente, su
más alto significado cuando se otorgan con atingencia y oportunidad. Los “post
mortem”, por otra parte, comportan algo o mucho de la voluntad social e
institucional: reparar ciertos olvidos, desdenes imprevistos o anacronismos a
la persona o bien a la memoria de quienes contribuyeron a mejorar o enaltecer
la existencia de sus contemporáneos en determinado ámbito o enclave de la
comunidad.
Los
premios a la actividad periodística “Jesús Corral Ruiz” destinados a reconocer
la trayectoria de mujeres y hombres consagrados a informar, suscitar opiniones
y puntos de vistas, como también para hacer claridad, hasta donde es posible,
ahí en donde impera la ambigüedad, la contradicción o, de plano, el engaño.
Los
premiados han sido ponderados como líderes en el sentido de aportar datos y
sugerencias, opiniones encaminadas a formular planteamientos y encontrar respuestas
para enigmas, opuestos y asuntos que atañen directamente a los ciudadanos. Son
mensajeros (“ánguelos”) en el sentido del vocablo helénico, modernos Hermes
cuya tarea es la de orientar, despejar horizontes, y en su caso guiar a los que
requieren de su perspicacia y talento.
A
distancia, nos es difícil contar con la biografía de los galardonados. Vaya,
sin embargo, nuestro efusivo aplauso. Entre varios más, a Heriberto León Peña
(“Extra de la Tarde”), Dulce Fajardo y Rachel García (“Diario del Yaqui”); de
“Tribuna del Yaqui”, a Reyes Uriarte.
Nos
conformaremos con mencionar a dos de ellos: Benjamín Pérez Días (“Tribuna Radio”) y Bernardo Helenes Habas,
viejos amigos nuestros.
Columnista
este último lo recordamos en su importante desempeño en el ¿decano? ya
ancestral “Diario del Yaqui”, pionero de la prensa local. No olvidamos su
afabilidad, magnífico sentido del humor; atingencia en sus comentarios para
solaz de sus numerosos lectores, los
actuales cajemenses.
Y
qué decir de Benjamín, del amigo comunicador radiofónico, cuya labor
infatigable lo ha convertido en vocero de las comunidades más remotas de la sierra
sonorense y chihuahuense: intermediario eficaz, desde el punto de vista
informativo, de las peripecias, alegrías y vicisitudes de pobladores
avecindados en los inigualables parajes de la montaña. Sin olvidar, asimismo,
los ratos de esparcimiento que suele compartir con los habitantes del Valle y
de las alejadas congregaciones de Baja California.
Acertada
labor, por otra parte, la de los organizadores para el feliz éxito en esta
ceremonia que deja un buen sabor de boca, en horas difíciles que atraviesa la
misión de informar e ilustrar a los oyentes y lectores de noticias, de
opiniones y juicios acerca de diversos tópicos de actualidad.
Motiva
la preocupación para quienes participamos en la siempre fascinante tarea de pensar, redactar textos y enterar a
la opinión pública el sólo rumor acerca de “mordaza” o de taxativas a la tarea
de comunicarnos con los demás por medio de la palabra sonora, escrita o dicha
en mensajes visuales u oculares.
En
los albores de una sociedad abierta, de un Estado que se ha propuesto
investirse como Estado democrático de
Derecho, resulta paradójico y de suyo contradictorio, el sólo imaginar
decretos, leyes o proyectos legales con la mira de inhibir, prohibir o
constreñir la libre y responsable circulación de las ideas. Sería algo así como
imponer cadenas para dar curso a la libertad o instalar férreos candados para
custodiar el interior o atisbar en la intimidad de un inmueble que presume de
transparencia y claridad.
Enhorabuena
el reconocimiento a la memoria de don
Jesús Corral Ruiz, un luchador de los derechos a la información en los años
idos, por lo menos de los inolvidables ´cincuenta.