Bienvenido lector:

Federico Osorio Altúzar ha sido profesor de Filosofía en la UNAM y en la ENP (1964-1996) y Editor de la Gaceta de la ENP desde 2004.
Durante 15 años fue editorialista y articulista en el periódico NOVEDADES.
Es maestro en Filosofía. Tiene cursos de Inglés, Francés, Griego y Alemán.
Ha publicado en Novedades, el Heraldo de Chihuahua, El Sol de Cuervanaca, el Sol de Cuautla, Tribuna de Tlalpan, Tribuna del Yaqui, Despertar de Oaxaca y actualmente colabora en la versión en Línea de la Organización Editorial Mexicana (OEM).







jueves, 10 de diciembre de 2015

ALTO A LA IMPUNIDAD: CRIMEN Y CASTIGO

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Desde que llegó a México la luz eléctrica, afirmaba en clases nuestro maestro, don Guillermo Héctor Rodríguez, filósofo y jurista, desaparecieron los fantasmas y toda suerte de espantos. Como por arte de magia.
Algo parecido diríamos con motivo de la reinstalación de la justicia jurídica, parte inseparable de un Estado de Derecho con sentido democrático, eficaz e incorruptible.
Si es A debe de ser B, lo cual equivale al enunciado: Si es el delito debe ser el castigo, lo cual en palabras llanas significa un rotundo NO a la impunidad: un perentorio alto  al “dejar hacer, dejar pasar”.
En Sonora, y no sólo en la Entidad norteña, la sociedad fue víctima de las más siniestras apariciones. A pesar de que había los recursos del derecho penal, la normatividad punitiva para contener a la delincuencia organizada desde el poder, se impuso el reinado de la impunidad, dando lugar al hurto de los recursos públicos, al contubernio con testaferros de la alta burocracia, así como a la retención ilícita de los dineros destinados a los municipios y a los centros educativos. Sólo para ejemplificar. También en Guerrero, Colima, San Luis Potosí y Chiapas se hizo corto circuito, ocasionando la ola de irregularidades que, día a día, van saliendo a plena luz.
Vuelven los sonorenses, gradualmente, a tiempos idos en los que los ciudadanos daban sus votos de confianza a quienes ostentaban cargos administrativos, de representación, titulares  en juzgados y tribunales. Se enciende por todos los rumbos de aquella jurisdicción, el alumbrado de la legalidad y hay síntomas de una feliz reivindicación política y social que, más temprano que tarde, devolverá la paz en los más escondidos municipios y comisarías.
Para comenzar, las indagaciones dan  resultados esperados. Modestos funcionarios, medianos y de elevada jerarquía han sido colocados en el banquillo de los indiciados. No hay tregua para compadrazgos y amiguismos, sin escapar al rigor de las pesquisas familiares cercanos. Está puesta la mira para encontrar nefandos negocios que prosperaron en el sexenio de la impunidad.
Hará un par de días circulaban en diarios nacionales y locales noticias acerca de cateos domiciliarios en “propiedades” de la familia Padrés. Asimismo, corría información sobre deudas, faltantes, desvíos y otras arbitrariedades más cometidas durante la pasada gestión gubernamental.
El PAN, partido político en el que prosperó la generación promovida por el padrinazgo político de Felipe Calderón Hinojosa, abandonó a su suerte a quien fue benefactor y encumbrado militante suyo. Luis Felipe Bravo Mena, presidente de la Comisión Anticorrupción del PAN,  hizo mutis con la célebre consigna de que, para su organización partidista, Padrés Elías “es inocente hasta que no se demuestre lo contrario”.
Y esto último puede ocurrir en cualquier momento. La implacable guadaña de la ley ha empezado de abajo hacia arriba. Ha procedido yendo de las raíces hacia las ramas y llega hasta las frondas.  Precisamente desde ahí, desde los sitios medulares, surgen voces acusatorias, revelaciones de fondo que dan a conocer las mil y una formas con que se llevó a cabo el saqueo organizado de los recursos y haberes de la sociedad.
Delitos contra la sociedad y no en contra o en favor de partidos o de políticos es lo que aquí se ventila, esclarece y que habrán de castigarse con ejemplaridad. Eso se espera. En la mira están los daños y perjuicios contra los pobladores, privados de escuelas dignas y de maestros actualizados merecedores de ese nombre; de hospitales clínicas y medicamentos; de caminos vecinales seguros y transitables; de calles limpias y centros idóneos para la recreación y el esparcimiento.

De haber jurados populares a fin de ventilar casos de corrupción organizada, no se haría esperar la expresión tumultuaria, enardecida y unánime, por parte de los ciudadanos, a fin de exigir justicia jurídica pronta, debida y expedita. Contra los autores de crímenes y tropelías. Para éstos, se espera, ha llegado a su término el dominio de la ilicitud, el imperio de la impunidad.