Bienvenido lector:

Federico Osorio Altúzar ha sido profesor de Filosofía en la UNAM y en la ENP (1964-1996) y Editor de la Gaceta de la ENP desde 2004.
Durante 15 años fue editorialista y articulista en el periódico NOVEDADES.
Es maestro en Filosofía. Tiene cursos de Inglés, Francés, Griego y Alemán.
Ha publicado en Novedades, el Heraldo de Chihuahua, El Sol de Cuervanaca, el Sol de Cuautla, Tribuna de Tlalpan, Tribuna del Yaqui, Despertar de Oaxaca y actualmente colabora en la versión en Línea de la Organización Editorial Mexicana (OEM).







lunes, 30 de marzo de 2015

TERROR ISLÁMICO: LOS MÁRTIRES DE AL QAEDA

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La muerte del principal autor material de la matanza en el Museo del Bardo ejemplifica el principio del “Ojo por ojo y diente por diente”. Con todo, no  determina si se trata del principio del fin en esta sangrienta oleada de odio y venganza encabezada por el grupo terrorista Al Qaeda, por cierto de repudiable memoria.
La “yihad” islámica revive en los preámbulos de Semana Santa su ancestral afán de exterminio hacia todos aquellos que clasifica como “infieles”. Por tanto, convertidos en objetivo de su fanática sed criminal y su actitud vengativa en contra de todo aquello que no comulgan con sus creencias infrahumanas y sus rituales mezclados de atavismo.
Mártires del terrorismo llama el Papa a los responsables del magnicidio colectivo en el que perdieron la vida turistas ajenos a las peleas fratricidas escenificadas a diario en todo el Oriente Medio. Mártires del celo religioso  utilizado por el terrorismo abanderado por quienes consideran llegada la hora del Armagedón, la última guerra en la que habría de librarse el choque del Mal contra el Bien absoluto.
Así, entendido aquel combate, el terrorismo islámico retoma las proclamas religiosas de dar fin al enemigo ancestral, asumiendo los pendones del radicalismo pseudopolítico para justificar los crímenes atroces a los que asiste  Occidente. Aunque, al parecer, otra vez se le mira cruzado de manos. Sin saber o sin querer hacer lo conducente frente a los jinetes de la destrucción.
Ayer, hace siete décadas, el fanatismo hitlerista aliado con la intolerancia fascista, segó la vida de millones de judíos en los campos de exterminio  por toda Europa. Ayer, asimismo, el terrorismo de un Estado, Alemania, otrora semillero de filósofos, humanistas, genios musicales y  del mundo literario, fue el puño criminal que privó la vida de miles y miles de inocentes en las cámaras de gas y en los crematorios exterminadores de niños, mujeres y ancianos indefensos.
Hoy, es de lamentar, la comunidad internacional da la impresión de impavidez y desdén frente al terrorismo islámico, revestido de la maldad de sus ascendientes con sed de venganza y odio contra todo lo que no se parezca a sus mitos y prejuicios de antaño.
En el fondo, se trata de la lucha atávica que va más allá de la “yihad” que conocemos y se pierde en los albores de la civilización. Esta va en contra de la cosmovisión que haría posible el nacimiento de la libertad de creencia, la responsabilidad de vivir con arreglo a los criterios del conocimiento y la convivencia en términos del deber por el deber.
En otros términos, vuelve por sus fueros la guerra sempiterna  del hombre contra lo subhumano, de la civilización contra la barbarie, de la aurora del humanismo sin adjetivos frente a la intolerancia, el fanatismo mitológico de la edad de las cavernas.
En los albores del siglo que lleva el nombre de Pericles, el siglo V de la primera Ilustración, Persia jugó el deplorable papel de tratar de exterminar 
a quienes representaban el liderazgo cultural y democrático: la Atenas de los primeros humanistas; es decir, de Gorgias, Protágoras, Demócrito y del primer mártir: el Sócrates histórico. No el de Platón, de Jenófanes o el  de Aristóteles de Macedonia
Triunfó entonces Atenas frene a Persia, y con ella triunfaron los peloponesos, incluyendo a los pueblos de la Magna Grecia, cuna de librepensadores y de creadores del arte y de la historia.
La historia universal no se repite. Quienes osan desafiarla tratando de volver las manecillas del devenir humano, cavan una y otra vez su derrota. Los mártires de hoy,  con su muerte, apresuran el fin del ominoso principio.

La hora de la pacificación, la tolerancia y la genuina comprensión universal toca a las puertas de Occidente. Antes de nacer, el terrorismo se condena al suicidio por mano propia.