Bienvenido lector:

Federico Osorio Altúzar ha sido profesor de Filosofía en la UNAM y en la ENP (1964-1996) y Editor de la Gaceta de la ENP desde 2004.
Durante 15 años fue editorialista y articulista en el periódico NOVEDADES.
Es maestro en Filosofía. Tiene cursos de Inglés, Francés, Griego y Alemán.
Ha publicado en Novedades, el Heraldo de Chihuahua, El Sol de Cuervanaca, el Sol de Cuautla, Tribuna de Tlalpan, Tribuna del Yaqui, Despertar de Oaxaca y actualmente colabora en la versión en Línea de la Organización Editorial Mexicana (OEM).







viernes, 27 de marzo de 2015

LUIS DONALDO COLOSIO: PARA NO OLVIDAR

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Los discursos de Luis Donaldo Colosio y de Martin Luther King tienen una gran similitud en la forma al igual que en el contenido. Fueron pronunciados en distintas fechas, es verdad, pero contienen propuestas que los aproximan al grado de identificarse entre sí por los anhelos y las esperanzas, aunados a la exigencia de construir y de recrear un mundo en el que todos pudiésemos vivir y en el que el afán de convivir  fuese no una exigencia y un reclamo, sino palmaria realidad.
Con sus pronunciamientos, Luther King firmó su sentencia de muerte. Por razón de su histórico mensaje, Colosio Murrieta anticipó los disparos con los que segarían su existencia en el mismo mes de su valeroso manifiesto de campaña.
El primero de estos mártires del igualitarismo  dijo a sus conciudadanos, con dedicatoria para los de tez blanca y de corazón oscuro, que abrigaba un bello sueño. “Tengo el sueño de que mis cuatro hijos vivirán un día en una Nación donde no serán juzgados por el color de su piel sino por el contenido de su espíritu”.
Diría aún: “Tengo el sueño de que algún día el Estado de Alabama, cuyo gobernador escupe hoy palabras de interposición e invalidación, se convertiría en un lugar en que los niños negros y las niñas negras podrán coger la mano de los niños blancos y las niñas blancas  y caminarían juntos como hermanas y hermanos”.
Con esa fe y con esa esperanza Luther King recorrería el sur de su patria. Y con el poder de esa convicción, hizo posible que un día, hará cinco años, por la escalinata de la sede del poder en Washington caminaran los integrantes de la familia Obama para ser los huéspedes más encumbrados políticamente hablando, sin que mediase distinción alguna según el color y los prejuicios étnicos.
Colosio aseguraría, aquel 6 de marzo, poco más de dos semanas antes del proditorio crimen: “Veo un México con hambre y sed de justicia. Un México de gente agraviada por las distorsiones que imponen  quienes deberían servirle. Un México de hombres y mujeres afligidos por los abusos o arrogancia de la autoridad”.
Frente al sombrío escenario, ante el desolador panorama donde la autoridad era cómplice de ilegalidades sin término y la impunidad era coraza que encubría lSa corrupción y la criminalidad de cuello blanco, Luis Donaldo  haría, entonces, la cruda acusación y la más severa denuncia surgida de labios de un político militante en las filas del partido en el poder.
Ha llegado, expresó en tono desusado, la hora de las respuestas, la hora en que el México de esos días exigía, con carácter de apremio, resoluciones en vez de promesas vergonzantes.
Se comprometió, en consecuencias, a imprimir un cambio con rumbo. Un cambio que no se detuviera en casos ostensibles, por sí mismos repudiables. Chiapas, como hoy Guerrero, Oaxaca y Michoacán, no son los únicos focos de inseguridad, violencia y desdén a los indígenas dejados a expensas de la inanición, la insalubridad y la rapiña por parte de los poderosos.
Definió la responsabilidad de los gobiernos autollamados revolucionarios. “Es la hora de defender a nuestros indígenas, de respetar su dignidad”.  Y agregaría con la franqueza y el valor de la palabra que fueron característicos de su persona, que había llegado la hora de formular un nuevo pacto con los grupos marginados, con las etnias de todo el territorio nacional.
Pero su visión no alcanzaría a columbrar que, en vez de realizarse aquel sueño, volvería con todo y fuero el influyentismo, la corrupción y la temible impunidad.
La suerte adversa y el abandono de sus gobiernos (rarámuris en Comundú, mixtecos en Colima y yaquis en Sonora, no dejarán mentir)  

 El sueño de Colosio, a diferencia de la visión profética de Luther King, sigue en espera de realización y puntual  cumplimiento.