Bienvenido lector:

Federico Osorio Altúzar ha sido profesor de Filosofía en la UNAM y en la ENP (1964-1996) y Editor de la Gaceta de la ENP desde 2004.
Durante 15 años fue editorialista y articulista en el periódico NOVEDADES.
Es maestro en Filosofía. Tiene cursos de Inglés, Francés, Griego y Alemán.
Ha publicado en Novedades, el Heraldo de Chihuahua, El Sol de Cuervanaca, el Sol de Cuautla, Tribuna de Tlalpan, Tribuna del Yaqui, Despertar de Oaxaca y actualmente colabora en la versión en Línea de la Organización Editorial Mexicana (OEM).







jueves, 12 de marzo de 2015

PADRÉS ELÍAS EN SAN LÁZARO, ¿QUIÉNES SIGUEN?

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La Cámara de Diputados daría entrada al caso Padrés, así conocido en los medios informativos, el mismo día en que  las  Comisiones Unidas de la Cámara de Senadores aprobaron, en lo general y por unanimidad, la Ley General de Transparencia. Con anterioridad, la iniciativa anticorrupción había pasado el examen de los legisladores.
El punto de acuerdo es de suyo explícito: someter a votación el exhorto a la PGR y a la Secretaría de la Función Pública (SFP), con el propósito de que se investigue, con arreglo a sus atribuciones,  el caso de corrupción en el que aparece involucrado el titular del Ejecutivo de Sonora, Guillermo Padrés Elías.  Hasta ahí el adelanto.
De prosperar el exhorto, tras la investigación y en caso de hallarse imputable, se fincarían las responsabilidades conducentes.
Resultaría coherente y aún plausible la decisión de los representantes populares en cuanto a la moción para dar entrada y consensarse el exhorto en cuestión. Los ordenamientos que dictamina el Congreso son mucho más que palabra sin sustento obligatorio. Representan la voluntad social, el querer jurídico de los ciudadanos con carácter de inviolabilidad; es decir, con validez y eficacia, una vez decretados aquellos por el Presidente de la República.
En consecuencia, no más corrupción desde las alturas del poder; no más negocios ilícitos, inimputables, de cuello blanco, al amparo del fuero convertido en inmunidad constitucional, con “Patente de Corso”.  La ley anticorrupción significa que la impunidad deja de ser arma de dos filos: uno para ajuste de cuentas sobre el ciudadano común y otro para no hacer mella en la persona de autoridades y funcionarios, a pesar de la comisión de ostensibles delitos.
Asimismo un “¡Ya basta!” con la Ley de Transparencia, a la campaña de mentiras propagandísticas, para que no tenga lugar la práctica maquiavélica basada en el principio de que es mejor aquel que miente más.
La intencionalidad en uno y otro ordenamiento, el ya debatido y el que está en proceso de aprobación, va por el camino de hacer claridad y dar sitio a la legalidad administrativas, de tal manera que la discrecionalidad se convierta en responsabilidad republicana. De ser posible, según aquella austeridad ejemplar a que se refería el oaxaqueño Benemérito no sólo de las Américas sino de universalidad planetaria, don Benito Juárez.
Lo deplorable en todo esto (nos referimos al caso que involucra al mandatario de Sonora), es lo siguiente: ¿Fue necesario que el señalamiento en cuestión tuviese un débil eco en el órgano legislativo hasta que apareció la denuncia en el diario estadounidense  “The Wall Street Journal”? ¿No bastan los tronantes pronunciamientos de los diputados locales para que los ensordecidos oídos de las comisiones en el Congreso escuchen lo que hoy es motivo de cólera y encendida polémica en San Lázaro?                  
Por otra parte, ¿Desde cuándo la figura de Juicio Político dejó de tener vigencia, pues da la impresión de ser letra muerta en vez de principio que determine públicamente la responsabilidad de funcionarios y jefes de Estado? Por otra parte, ¿han renunciado diputados y senadores a ejercer sus más altos deberes para contener la anarquía en boga, la incontrolada codicia de quienes juraron cumplir y hacer cumplir los mandatos de la Carta Magna?

Una vez destapada la Caja de Pandora aquende y allende las fronteras, habrá que esperar, con la mejor esperanza, a que  salga a flote la urdimbre de complicidades, la cadena de latrocinios arropados en el manto de la impunidad y se castigue con meridiana ejemplaridad el uso y abuso de la política como vía de enriquecimiento y alianza con la criminalidad.