El
principio enunciado por Hans Kelsen en el sentido de Si es A debe ser B tiene
el más elevado grado de eficacia en un Estado democrático de Derecho y menos,
mucho menos, en un Estado autocrático de Derecho. A decir verdad, en este
último, la fórmula en cuestión es la siguiente: Si es A puede ser B, pero suprimiendo
el deber ser, base y fundamento de toda imputación. Así, la regla de oro para
la autocracia, para toda autocracia, es la impunidad. Es decir, tener a la mano
la patente de Corzo que hace inmune de toda inmunidad al traficante de
influencias, al líder intocable, al político servidor de intereses
inconfesables. Y a muchos otros más.
David
Korenfel, ahora ex director general de CONAGUA, se dice en los medios
informativos que cayó por fallas en el manejo personal del helicóptero,
propiedad de la administración federal, al servicio de la actividad oficial delegada
en su persona.
No
se dice, o se dice de dientes para afuera, que Korenfeld cayó de su pedestal no
por la sencilla causa de haber utilizado indebidamente el artefacto de
referencia. El uso personal de los bienes públicos (automóviles, inmuebles,
aviones, etc.) es ya uso y costumbre, ponderado como vicio menor en la
administración pública, convirtiéndose en patente o autorización implícita en
beneficio de los “servidores” públicos, al margen de ideologías o de origen
partidista.
Planteada
así la renuncia del director CONAGUA, habría que ir aL fondo de ésta, no para
hacer leña del caído, sino para convalidar la hipótesis fundamental de todo
derecho: Si es A debe ser B.
Entre
las viejas y ahora renovadas artimañas está la de utilizar el fuero como coraza,
capaz de atajar cualquier imputación en contra del delincuente, por vía del
procedimiento legal. Así, nada ni nadie es capaz de hacer algo, por ejemplo,
movilizar la acción de los tribunales a pesar de la prolongada cola de los
facinerosos que bien podría pisarse con la mayor facilidad.
A cambio del fuero, patente de Corzo de los encumbrados,
la práctica socorrida por los tránsfugas de la Ley, comunes y corrientes, empleados
del encumbrado en turno, es la “renuncia” voluntaria, el “despido” fulminante,
a lo que se acude a fin deproteger al “jefe” del qué dirán, y para auto
protegerse, haciendo así caer el telón de la impunidad cuando hay delitos qué
perseguir, causantes de daños irreperables contra la sociedad.
A David Korenfeld se le atribuye crasa
irresponsabilidad en el desempeño de su cargo al frente de CONAGUA. Entre las omisiones
se le atribuyen las de no atender, con arreglo a la legislación y las normas
reglamentarias, las aguas nacionales “con la participación de la sociedad, para
lograr el uso sustentable del recurso”.
En
Sonora, Korenfeld es señalado como corresponsable
en el conflicto ocasionado por la construcción y operación del Acueducto
Independencia, convertido en “acueducto de la discordia” para desgracia de
agricultores, ejidatarios, y dueños de tierras y agua por disposiciones en
decretos, amparos y resoluciones del máximo tribunal de justicia: la SCJN. Korenfeld
dejó sin ejecutar la consulta (MIA) a los concesionarios legítimos, incurriendo
en delitos de orden oficial.
En
Sonora, al ex director de CONAGUA se asocian crímenes de “lesa Humanidad”, a
causa del desdén que dio lugar al ecocidio en el río Sonora, dejando impune a
Grupo México y sin perspectivas de reparación sanitaria y económica a miles de
pobladores.
Por
último, a Korenfeld se le asocia en Sonora a una extraña alianza con el aún gobernador
Padrés Elías, indiciado por uso ilegal de agua en el rancho propiedad de su
familia, agravado esto por eludir la normatividad en lo que se refiere al Manifiesto
de Impacto Ambiental. Y por omisiones y
daños, actuales y previsibles, a los agricultores del Valle del Yaqui.
Y todo
esto, sólo en Sonora.