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Federico Osorio Altúzar ha sido profesor de Filosofía en la UNAM y en la ENP (1964-1996) y Editor de la Gaceta de la ENP desde 2004.
Durante 15 años fue editorialista y articulista en el periódico NOVEDADES.
Es maestro en Filosofía. Tiene cursos de Inglés, Francés, Griego y Alemán.
Ha publicado en Novedades, el Heraldo de Chihuahua, El Sol de Cuervanaca, el Sol de Cuautla, Tribuna de Tlalpan, Tribuna del Yaqui, Despertar de Oaxaca y actualmente colabora en la versión en Línea de la Organización Editorial Mexicana (OEM).







lunes, 23 de marzo de 2015

LA POLÍTICA: ARTE DE LA VERACIDAD Y LA PERSUACIÓN

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Rindió protesta como candidato a la alcaldía de Cajeme por el Partido Revolucionario Institucional Faustino Félix Chávez, en los umbrales de la más polémica de las elecciones en el Estado de Sonora. Decimos “polémica” en el sentido etimológico del término “pólemos”: combate, choque, lucha o batalla.
Algo, o mejor mucho, hay de esto  en los inicios de la campaña política en la cual los ataques, dimes y diretes, infundios y descalificaciones estarán a la orden del día. Para no pocos de los combatientes, el dios o dioses de la guerra presidirán de principio a fin la competencia, a cuyo efecto enarbolan la proclama de que el mejor, el más carismático y dispuesto a jugarse el todo por el todo será aquel que haya mentido más. Y sobre todo el que haya sido creído por las mayorías, como por arte de magia.  
La audacia tratará de hacer su parte, induciendo a sus postulantes a dar a las promesas de campaña el significado de compromisos  ineludibles, inequívocos y de inminente realidad. Otras veces, el cinismo disfrazado de entereza y honestidad llevará al extremo de propalar las falacias como verosímiles y éstas como derrotero de virtud. 
Pero en política, como en todo lo que sucede en el mundo de lo cotidiano, de la experiencia diaria, nada hay escrito y trazado de antemano. Aunque tampoco habría que caer en el juego de palabras o trampa del idioma que afirma que “nada es verdad ni mentira sino el cristal con que se mira”. Por esa vía, más pronto de lo que se dice, nos condenaríamos “a priori”, a dejar en manos del azar o del destino todo aquello que de cerca, en el fondo, nos atañe.
Volviendo al candidato a la presidencia municipal cabe hacer, en breve, una reflexión sobre su biografía o desempeño público, a partir de su trayectoria de alcalde de Cajeme, diputado federal por el distrito en donde se gesta la principal riqueza agrícola de la Entidad, en cuya jurisdicción se ubican las empresas más jóvenes y pujantes del Estado y en donde la educación tecnológica y universitaria da amplia y eficaz cobertura en ciencias, en las técnicas que de ahí derivan y en la preparación artística, humanística en suma.
Faustino Félix Chávez simboliza no sólo en la entidad sonorense, sino en el ámbito nacional, una candidatura que da la espalda a la política entendida como publicidad frívola. O mejor, concebida como táctica retórica para atraer incautos y dejar sembrada falsas esperanzas.
Bien saben los electores que el ahora candidato a presidir los rumbos de la economía municipal, la salud de los cajemenses, sus premuras en materia de vivienda, empleo, educación; es decir, en los órdenes del bienestar, serán satisfechas en términos de oportunidad y de acuerdo con los recursos de que disponga como autoridad. En el caso, claro, de que los ciudadanos le refrenden la confianza que le han otorgado sucesivamente.
El actual munícipe, Rogelio Díaz Brown, fogueado ante cruciales desafíos, el agua para empezar, deja un espacio abonado por la honestidad, la eficacia y el apego a la legalidad. Alcalde laureado, su desempeño hace confiar que, sin duda, trascenderá como legado positivo, ejemplar a toda prueba. Que lo digan, si no, los dirigentes de la Tribu Yaqui, encarcelados contra toda normatividad y con exceso de atropellos, además que den su opinión los pueblos indígenas, quejosos en abandono abrumador por las instancias estatales y federales, denunciantes de la contaminación en su cuenca hidrológica, de posible exterminio por el desdén y pisoteo a sus usos y costumbres.

Félix Chávez sale al paso de los líderes de la guerra sucia. Refrenda su convicción en cuanto a que su legado político no es cuestión de dinastías. Esgrime el criterio de que si bien las virtudes políticas no se heredan, pues así serían genes acopiados de forma espontánea y natural.