Comienza
bien Claudia Pavlovich su campaña política. Diríase: “empieza con el pie
derecho”. Deja ver con hechos más que con palabras el propósito de restablecer
en Sonora el Estado democrático de Derecho a la fecha en deplorable crisis,
violentado hasta más no poder.
La
intención, por cierto fallida, de visitar al reo político y dirigente de la
Tribu Yaqui, Mario Luna, pone en alto su propósito y su firme compromiso
de procurar justicia a través de los
órganos conducentes en el caso, como
todo parece que así será, de obtener el aval ciudadano en los comicios de junio
próximo, y ser titular del Poder Ejecutivo en la Entidad.
Se
le impidió el acceso al reclusorio hermosillense, con argumentos verosímiles,
pero con la artera intención, sesgada sin duda, de negarle el derecho de dialogar con el recluso, encarcelado por
ejercer la garantía de disentir y presidir las protestas de los pueblos
indígenas por la operación ilegal del Acueducto Independencia.
Si
cupiese la duda acerca del posicionamiento de Pavlovich en el controvertido
asunto, su denuncia y enfática demanda
de que se libere a Mario Luna y obtenga la libertad conculcada por
arbitrio infundado del régimen en el poder, despejan toda incertidumbre. La
abanderada priista pone a consideración de la ciudadanía su convicción en el
sentido de que se está cometiendo una injusticia jurídica, moral y étnica con
la privación de la libertad de un dirigente leal, respetuoso de la ley,
comenzando por la legalidad establecida en el sistema de la Etnia, de sus usos y
costumbres.
Claudia
Pavlovich refrenda y dignifica, con lo anterior, no sólo la convicción
personal, la de su investidura política y por supuesto la de su Partido, en una
lucha histórica cuyas consecuencias no se ponderan aún del todo: la batalla por
los derechos a la convivencia y a la sobrevivencia; los derechos a la propiedad
de quienes hacen de las labores del campo una forma de vida, una actividad
productiva en menor o mayor escala para el sustento familiar y para el
bienestar social.
Define
y redefine principios ideológicos, partidistas
y de índole progresista en medio de horas penumbrosas y oscuras incluso
en las que parecen naufragar los valores que han hecho ejemplar y luminosa la
historia de Sonora. Pone en el tapete de la lucha política por el poder, por
encima de pretensiones de clase, de supremacía social o económica, los
principios del igualitarismo, de la libertad y la responsabilidad, así como la
prevalencia de la tolerancia y el respeto hacia los demás.
Hablar
por los pobres no es halar contra los ricos, parecería argumentar Claudia
Pavlovich, evocando a Victor Hugo cuando el inmenso poeta francés arengaba,
así, a sus compatriotas: “No hay pasiones políticas en presencia de los que
sufren y no hay sentimiento más profundo en el fondo de uno mismo que un
corazón que sufre con ellos y un alma que ruega por ellos”.
Y
su voz contestataria iba de los diarios a los libros y de ahí a la tribuna:
“Denuncio la miseria, que es la epidemia para una clase y el peligro para
todas. “Denuncio la miseria, tronaba el autor de “Los Miserables”, que no sólo
es el sufrimiento del individuo sino
también la ruina de la sociedad. Yo denuncio la miseria, esa larga agonía del
pobre que concluye con la muerte del rico”.
Hoy
es la apología y resonante defensa de uno de los líderes de la atribulada
Etnia. Mañana serán los obreros y jornaleros empleados y desempleados. Más
tarde las mujeres acosadas y vejadas. Luego los miles y miles de niños,
adolescentes y jóvenes sin oportunidad de asistir a escuelas y centros de
enseñanza técnica y profesional.
De
ahí el comentario en el sentido de que tiene impacto positivo el comienzo de
campaña, por parte de Claudia Pavlovich.
Y a un buen
principio, sin duda, un final mejor.