Claudia Pavlovich Arellano, primera mujer gobernadora en su Estado, es también la única dama titular de un Ejecutivo estatal a la fecha. Honra dicha distinción, al incorporar en su gobierno a varias y muy reconocidas colaboradoras en lo que será, sin duda, la administración política que más dará en decir a su término.
Un gobierno franco, de palabra cierta, renovador e innovador, se espera de la ex senadora. Un mandato digno de ese nombre, restaurador de la unidad entre sonorenses del norte y del sur, de pulso fuerte en el sentido de observar y hacer observar la legalidad, sin concesiones bochornosas y mucho menos sin admitir, bajo ninguna consideración el contubernio y la corrupción. Por parte suya, en primer término, como tampoco por alguno de sus cercanos colaboradores. De su primer mensaje, se infiere que no permitirá que la impunidad encubra la corrupción y la complicidad.
Con alguna que otra crítica, por lo pronto, su gabinete presenta un rostro optimista, juvenil y dispuesto a la gran travesía. No son, los recién llegados, de alcurnia divina, ni mucho menos. No provienen de dinastía alguna. Son seres humanos, como el resto de los demás; es decir, de los ciudadanos.. Sólo que investidos de autoridad, los miembros del gabinete tienen ante sí el gran reto no sólo de parecer leales y confiables servidores públicos al servicio de la sociedad, sino en particular de serlo efectivamente y comprobarlo en cada acto de su incumbencia.
A partir de ayer, Claudia Pavlovich Arellano ha emprendido la ruta sexenal, por cierto con exceso de equipaje entre sus manos. Deudas heredadas de la administración saliente por 15 mil millones de pesos aproximadamente. En bancarrota la política del bienestar social, particularmente en los rubros de salud, educación, empleo y seguridad. Una entidad dividida, confrontada, violentada y acechada por el crimen organizado, en cínico desafío contra el Estado de Derecho.
De norte a sur y de este a oeste, el Estado que ha sido colocado bajo su responsabilidad, jamás había sido hollado con tal saña y felonía como ahora, hoy en vías de prematura y exigible recuperación. Físicamente el territorio sonorense se ostenta como el más erosionado por las plagas que invaden las vastas extensiones de sembradíos y por la contaminación letal de sus acuíferos por empresas desnacionalizadas que operan en el cómodo anonimato.
Obras como El Parador Turístico no serán motivo para la provocación y la justa ira de los sonorenses. En su lugar, escuelas y bibliotecas; clínicas, médicos y fármacos; campos deportivos y sitios para la sana convivencia y la recreación.
El trasvase de agua dividió a Sonora, poniendo en evidencia que el usufructo del vital recurso es fuente de bienestar. Pero mal distribuido, deficientemente utilizado y peor administrado puede ser motivo de conflictos sin término, rivalidad entre familias y grupos sociales hasta llegar a ser un genuino foco de animadversión. El robo solapado del recurso hídrico afecta lo mismo a indígenas, ejidatarios y pequeños y medianos productores.
Lo anterior no quiere decir que el escenario que pisa la flamante mandataria resulte ingobernable y que vuelva imposible la actividad de las mujeres y los hombres que tripulan por primera vez el impresionante navío. Muy por el contrario. La oportunidad es única, diríase espléndida, con el fin de poner en orden con el apoyo ciudadano, con la vuelta a la salud de las instituciones y con la determinación de cumplir los acuerdos y compromisos de campaña.
Sonora se perfila como una entidad privilegiada en donde las reformas del Presidente de la República, Enrique Peña Nieto, podrán germinar, tomar fuerza y naturalización, comenzando con la puesta en marcha de la reforma educativa, eje de modernidad, de renacimiento cultural y de cambio de mentalidad.
