El
desarrollo social, con los valores que implica, va de la mano con la seguridad
pública. Y es de suyo comprensible. Una sociedad en permanente rezago, cuyos
índices van a la deriva en los principales rubros del bienestar, es víctima
indefensa de la criminalidad. Y algo parecido se dice de una comunidad
convertida en pasto de la delincuencia organizada, objeto de los embates por
parte de salteadores y cómplices del vandalismo que y del secuestro al robo
solapado, inclusive por omisión y comisión de los mismos cuerpos responsables
de la integridad de las personas y sus propiedades.
Es
así que en Sonora, la Entidad convertida en campo de ensayo donde la política
entendida como arbitrariedad en vez de proteger a la niñez y a los adultos de
la tercera edad abrió las compuertas para que la ineficacia sentara sus reales.
Celebra la ciudadanía, con unanimidad y beneplácito, el hecho de que las
primeras acciones del nuevo Gobierno se encaminen a restituir garantías que
tienen que ver con valores que hacen del individuo personas libres y
responsables y de los grupos de personas
en tal sentido, familias organizadas,
respetables y dignas de vivir en paz y concordia.
En
los primeros días de la actual administración, la Secretaría de Desarrollo
Social en Sonora anuncia la revisión del deterioro en situación avanzada que
padecen, por caso, los ancianos de la tercera y última edad. Pero también, como
ocurre en uno de los enclaves comunitarios más golpeados por la criminalidad,
nos referimos al municipio de Cajeme, el anuncio de su alcalde, Faustino Félix
Chávez, quien ha solicitado y espera el apoyo federal para garantizar la
seguridad erosionada de que son objetivo los ciudadanos de esa demarcación.
Por
cierto, en su solariegas reflexiones uno de los ya olvidados paladines de la
seguridad, de los años que van de los sesenta a los ochenta, el teniente Ciro
Torres Robles, evoca la época en que Cajeme fue escenario de la primera policía
judicial del Estado emanada del instituto que, estando en Cajeme a su cargo,
mereció el reconocimiento de haber separado, en plano regional y nacional, la
política de la seguridad pública, haciendo posible la autonomía de los cuerpos
responsables de hacer valer la integridad de las familias al margen de toda
propensión ideológica y partidista.
Más
de 20 generaciones egresaron entonces de la dependencia en donde se formó una
tras otra, llevando el sello de la dignidad profesional, la responsabilidad
ejercida dentro de los límites de la legalidad. Y en cuya época, asimismo,
brillaron ejemplos de entereza y transparencia como los dejados en heredad un
René Ramírez Guevara, o bien un José Leovigildo Guerra Eguiluz, ambos de inmarcesible memoria.
Volviendo
al tema de la seguridad pública en Cajeme, cabe la referencia anterior en cuanto a que se
plantea la superación de vicios inveterados como el de la complicidad que hace
del policía todo lo que se quiera menos un garante de protección y un agente
confiable como escudo contra la violencia, el robo a mano armada, el secuestro
y el saqueo de la identidad, como hoy se estila no sólo en la región.
Llega
para sumar esfuerzos la Gendarmería Nacional como en otros tiempos, mejores por
supuesto, llegó la corriente autonomista, la separación de política y seguridad,
con la suprema finalidad de impedir que los intereses en turno sojuzguen las
funciones propias de preservar la vida, los derechos de la persona. Con la mira
puesta en los anhelos de las personas y las familias de convivir en sana paz y
de gozar el fruto del trabajo honesto y productivo.
Coordinación
y no sumisión, concurrencia y en modo alguno prepotencia entre los mandos, con
demérito en la salud social y comunitaria.
La prevención,
asegura el munícipe cajemense, prevalecerá por encima de las acciones
remediales, el castigo carcelario por ejemplo.
Igualmente,
en la cúspide del poder ejecutivo estatal el desarrollo social sonorense retoma
el nuevo rumbo con acciones pertinentes y promisorias.