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Federico Osorio Altúzar ha sido profesor de Filosofía en la UNAM y en la ENP (1964-1996) y Editor de la Gaceta de la ENP desde 2004.
Durante 15 años fue editorialista y articulista en el periódico NOVEDADES.
Es maestro en Filosofía. Tiene cursos de Inglés, Francés, Griego y Alemán.
Ha publicado en Novedades, el Heraldo de Chihuahua, El Sol de Cuervanaca, el Sol de Cuautla, Tribuna de Tlalpan, Tribuna del Yaqui, Despertar de Oaxaca y actualmente colabora en la versión en Línea de la Organización Editorial Mexicana (OEM).







lunes, 7 de septiembre de 2015

ACUEDUCTO INDEPENDENCIA: ACUERDOS, AMPAROS Y SENTENCIAS






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Pocas obras públicas han sido objeto de los más contradictorios adjetivos como el muy exaltado y denostado Acueducto Independencia. Proyectado en el actual sexenio de Padrés Elías y puesto en servicio al término de la administración del expresidente dela República, Felipe Calderón, sigue siendo motivo de controversia no sólo judicial sino de inconformidad entre ejidatarios, etnias del Sur de Sonora y agricultores de la región para quienes, en vez de llamarlo Acueducto Independencia, le mencionan como Acueducto de la Discordia. Lo califican diciendo que es un testimonio de ilegalidad, contubernio y arbitrariedad oficial.
Construido al margen de las disposiciones legales en la materia, ayuno de toda consulta a los directamente involucrados, contrariando el juicio de especialistas y técnicos de instituciones de educación superior, sin tomar en cuenta los criterios de impacto ambiental, el Acueducto se convirtió al paso de los año (de 2010 a la fecha) en cuestión política al grado tal que no faltan voces que lo denominan balanza que dirimió las elecciones de junio pasado.
Fuera de conjeturas, el asunto que ahí palpita está mucho más allá de la pugna comicial. Se trata, en el fondo, de una obra cuya operación atañe a las gentes del norte como a los habitantes del sur, incluyendo a los pobres y a los ricos de la Entidad. Atañe a distribuidores y consumidores y pasa por el tema alimentario en una tesitura en donde las devaluaciones van desde el peso frente al dólar como a las del subempleo y el desplome amenazante de la credibilidad en el gobierno de la República, propiciado aquello por la derecha y por los grupos de pudientes y desnacionalizados, aterrorizados por la reforma fiscal. Y todo ello, a un costo inusitado en lo económico, lo político y lo social.
Con razón el líder yaqui, Tomás Rojo, víctima de la insania persecutoria del aún gobernador Padrés Elías, señala públicamente la necesidad, con carácter de urgente, que en Sonora se transparente la actuación del poder judicial; es decir, que se verifique la individualización de las sentencias; que se cumplan los acuerdos y se ejecuten los amparos emitidos por los juzgados y tribunales sobre protección de la justicia federal. En suma, que se respete la garantía de audiencia en lo referente a la emisión de los títulos de asignación de aguas nacionales. 
Por cierto, el pasado 1º. de este mes, el Juzgado Octavo de Distrito en Sonora publicó la resolución dictada en el juicio de amparo promovido por el Ejido Lázaro Cárdenas, con arreglo al cual los afectados tienen el derecho de que se revisen los títulos impugnados.
Organizaciones del género del Movimiento Ciudadano por el Agua (MCA) continúan firmemente al lado de quienes exponen sus vidas y las de sus familias en esta lucha desigual, mientras tanto los grupos políticos actúan con desdén, tras el fragor de la pelea por el mejor pesebre. Hombres del campo vilipendiados por la política conservadora y por la voracidad de los pudientes, reconocen a sus aliados, por sus nombres y apellidos, todos los apoyos recibidos tras la excarcelación de su dirigente.     
El enigma está en saber si habrá finalmente la justicia jurídica que determine y esclarezca, con estricto apego al Derecho, la legitimidad de los susodichos títulos de asignación. O sea, si fueron emitidos o no en contravención de los términos y las condiciones que establece la normatividad en la materia, como dicen los abogados.
Se abunda en los medios acerca de transparentar la transferencia de poderes en la cúpula estatal y en municipios. Así, estaría mal (eso nada más faltaría) que en el manejo de los asuntos jurisdicciones se incurriera en diferir y en dar a los trámites y procesos opacidad y engañifas. La transición, no sólo debe parecerlo, debe serlo en todos sus términos.