Bienvenido lector:

Federico Osorio Altúzar ha sido profesor de Filosofía en la UNAM y en la ENP (1964-1996) y Editor de la Gaceta de la ENP desde 2004.
Durante 15 años fue editorialista y articulista en el periódico NOVEDADES.
Es maestro en Filosofía. Tiene cursos de Inglés, Francés, Griego y Alemán.
Ha publicado en Novedades, el Heraldo de Chihuahua, El Sol de Cuervanaca, el Sol de Cuautla, Tribuna de Tlalpan, Tribuna del Yaqui, Despertar de Oaxaca y actualmente colabora en la versión en Línea de la Organización Editorial Mexicana (OEM).







miércoles, 29 de abril de 2015

EL INDIO CAJEME: AYER Y AHORA

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                                                                                      “Antes como antes y ahora como ahora”
José María Leyva Cajeme es más que un nombre en la historia de Sonora. Es un símbolo, cuya eficacia trasciende su propia época y se proyecta por encima del escenario geográfico en el que actuó como miembro de lo que bien podría considerarse un triunvirato junto con Anabayuleti y Tetabiate.
Es ideal encarnado en hazañas del héroe en un conglomerado de pueblos aborígenes en permanente lucha por sobrevivir en medio de la adversidad. “Como antes y como ahora”, es el emblema que hace del hombre la entelequia, al líder invisible del que toman valor, reciedumbre y dignidad las etnias a fin de proseguir una guerra que  tuvo causas y orígenes concretos da la impresión de incrementarse hasta el infinito.
El municipio que lleva su nombre, el Municipio de Cajeme, no dejó pasar inadvertido el 128 aniversario de su ejecución en las inmediaciones de Cocorit, el 25 de abril del ya lejano año de 1887. Ha sido, a la fecha, su mejor intérprete y apologista ante la ciudadanía en general.
En gran medida la Tribu Yaqui subsiste, gracias a la vida ejemplar, a la existencia heroica de su líder mitad historia mitad leyenda, pero en cualquier caso revestido de dignidad a toda prueba, de audacia frente al desafío y de integridad ante las pruebas que a no pocos hacen caer en la deslealtad y la prevaricación.
Una vez sacrificado Cajeme, tras de haberlo silenciado en su lucha desigual frente al poder, bien pudo conjeturarse que daría principio un capítulo en el cual preponderaría la resignación, la brutal sujeción y hasta el sometimiento que llega a la ignominia.
Nada entonces, como tampoco ahora, en dicho sentido.
El ejemplo de Cajeme se multiplicaría en acciones de pundonor, de valentía y aun de arrojo después de su ejecución, al igual que ahora tras los intentos fallidos de someter a sus descendientes vía el acoso, el latrocinio, los cateos, el encarcelamiento y las amenazas veladas, con la finalidad de erradicarlos de sus tierras, de sus fuentes acuíferas hasta lograr su exterminio.
Ciertamente los pueblos indígenas son, como en el pasado, objeto de sistemática opresión. La Colonia les arrebató sus posesiones. La Reforma los enfrentó a una controversia que jamás comprendieron en su íntimo significado. La Revolución los llevó por todo el territorio patrio, unas veces sirviendo al ejército del general Álvaro Obregón hasta que el Presidente Lázaro Cárdenas les compensó, en nombre del movimiento armado, con tierras y con la Ley de Aguas a fin de protegerlos de los poderosos.
Los “yoremes” liderados por los descendientes de Cajeme, Mario Luna y Tomás Rojo entre otros, en su desigual guerra por el agua son, sin duda alguna, leales continuadores y fieles exponentes en una contienda que, al parecer, no tiene visos de llegar a término. Por lo menos, bajo las actuales circunstancias.
No es, claro, la batalla del agua por el agua, como tampoco en su momento fue la de la tierra por la tierra. Es la guerra contra la ignominia y el afán insatisfecho de aniquilación. Es decir, frente a la  apertura de un nuevo holocausto, sin cámaras de gases ni campos de exterminio.

Los mal pensados, los deformadores de los sucesos objetivados en la realidad social, no dejan de festinar que son los hacendados y los prósperos agricultores quienes mandan a la Tribu como punta de lanza, como avanzada de condenados a morir. Se equivocan éstos, de plano, a la luz de la historia que  hace presente y vívido lo que ya fue. La evocación de Cajeme responde a estos y otros infundios: La Tribu Yaqui hace legítima defensa de lo que les es legítimo: sus tierras y el agua de su propiedad. Defienden su dignidad, la cual no se vende ni se compra.