Faustino
Félix Chávez, candidato a la Presidencia Municipal de Cajeme es un político de
palabra. Hace suya, lo ha hecho desde su investidura de Diputado Federal y
antes desde el Ayuntamiento, la causa de los indígenas de la región,
asegurándoles que al llegar a éste de nuevo estará en el organigrama vibrante la
Dirección General destinada a impulsar la obra social que demandan los
descendientes de Tetabiate y Cajeme. Entre otras demandas la red de drenaje, la
dotación de agua limpia sin contaminación, no como la que tienen que beber por
necesidad los pobladores de Loma de Guamúchil.
El
abanderado priista a la Alcaldía más promisoria del sur de Sonora y de
numerosas zonas del país, es hombre que hace compromisos que no requieren del
visto bueno de alguna Notaría. Decimos esto a la luz de su trayectoria como
funcionario, legislador y como persona que hace honor a las promesas, diciendo
lo que el patriota de la Reforma solía expresar: “Va mi espada en prenda, voy
por ella”
Al
lado de Rogelio Díaz Brown, el alcalde laureado por sus buenas acciones en
beneficio de los cajemenses, y en refrendo a la lucha que juntos han impulsado
con el ex presidente Adalberto Rosas López, Faustino Félix Chávez se compromete
nuevamente con los marginados yoremes para llevar a buen término las propuestas
aludidas y, sin duda, varias más que irán emergiendo al paso de los días.
En
lo personal me han llamado la atención sus respuestas francas, espontáneas, “al
grano” como se dice, en las varias entrevistas que se le han hecho con motivo
de su nominación de la candidatura priista a la Alcaldía de Cajeme. Una de
ellas, cargada de malicia y hasta motivadora de algún titubeo, es la siguiente:
Al
interrogársele cómo consideraría el hecho de que por venir de una familia
conocida de políticos, su desempeño se le facilita, de inmediato respondió
diciendo que no van con él lo de las dinastías, dando a entender que el
político se hace, no nace. Y, por tanto, lo que él lleva a cabo, aquello en que
consiste su vida y obra no es algo que le depara el destino: un legado
proveniente de los hados o de la herencia por sus ascendientes.
Esto me ha hecho
recordar un diálogo de Platón (¿el “Protágoras”?) en el que se discute la
enseñabilidad o no de la virtud.
Sobra
el decir que para el Sócrates platónico la virtud de que se trata en la polémica
es la virtud absoluta, no aquella a la que se referiría el sofista, amigo
cercano y colaborador del estadista Pericles: la que el hombre labra y crea.
Por
cierto, al derivar la discusión al tema de porqué siendo Pericles quién es o
fue, no logró heredar a sus hijos la capacidad, el talento y la eficacia para
dirigir la “polis”, la ciudad de Atenas, el filósofo
de Abdera contestaría que la pericia y la certidumbre para conducir los asuntos
de la comunidad no se basa en un legado en cierto modo biológico. No se
trasmina como si fuese un rasgo peculiar o de clase.
El
político, ciertamente, se forja día a día, hora tras hora, a veces en la
soledad de su despacho, otras veces en el fragor de la polémica tumultuosa.
Muchas más, al tomar decisiones inauditas, fulgurantes diríamos, al calor de
las circunstancias.
¿Sería
justo utilizar recursos de la Confederación para que Fidias, Praxiteles y
Polignoto embellecieran y concluyeran el Partenón, ícono de la grandeza y
esplendor de la Atenas del siglo V? Y así, por el estilo…
Pero no sólo la Tribu Yaqui, hoy acosada y
flagelada, sino la sociedad cajemense en conjunto podrían confiar en las
propuestas del diputado con licencia. Conoce por dentro y por fuera esta
jurisdicción. Díaz Brown tendrá en su potencial sucesor la garantía, junto con
los ciudadanos, de que Félix Chávez dará el justo valor a su palabra.