“No
queremos ser salvados”, sostuvo Paul Natorp, distinguido pensador de la Escuela
de Marburgo, alumno del inmenso Hermann Cohen, heredero de la filosofía crítica
fundada por Emmanuel Kant. Y agregaba, de manera precisa y doctoral: “Es
necesario navegar”.
Viene
a cuento la aseveración del filósofo, en la antesala de lo que sin duda será la
gran confrontación en la cual los apóstoles de la redención de todos los males
habidos y por haber, harán hasta lo imposible para convencer de que están resueltos
a todo, incluyendo hasta el sacrificio personal, a fin de lograr la redención y
el bienestar de los mexicanos.
A
partir de estas horas, las campañas ideológicas estarán a la orden del día. La
publicidad mediática tiene ante sí la gran ocasión de poner al alcance de los
competidores los más “sofisticados” recursos persuasivos y la generosa gama de ofertas
útiles para convencer a los indecisos sobre la bondad de sus promesas y
ofrecimientos.
Concluida
la llamada “veda electoral”, que ha sido un arma en manos de los poderosos para
eludir sus responsabilidades y una forma de ocultar su vituperable conducta en
el manto de la complicidad y la
impunidad, da inicio a la contienda para elegir a los “mejores” entendiendo a
éstos como los menos malos, los prospectos menos dañinos para el futuro de la
sociedad.
El
gran rescate, para empezar, es el rescate de la credibilidad. Es la
recuperación de la certidumbre, a título de ejemplo, en las instituciones de
seguridad, de justicia, de salud. Es el reencuentro con los ideales de libertad
y responsabilidad. El refrendo de la identificación entre autoridad y ciudadanía,
entre Estado de Derecho y participación ciudadana.
El
PRI no nació para ganar de todas, todas. Tampoco el PAN o el PRD. Con todo y
que algunos o muchos de sus promotores lo hayan soñado así, con lujo de
gratuidad y frivolidad. Ni el PNR como
tampoco el PRM fueron programados para ser los únicos legatarios de los poderes
políticos y económicos. La continuidad como principio de acción estaba
concebida como una motivación a fin de realizar el gran compromiso de la
nacionalización entendida como soberanía jurídica y política y con fundamento
para la administración, con autonomía y honestidad, de la riqueza
nacional.
La
gran batalla hacia el rescate es por los valores de la igualdad, de la
tolerancia, de la pluralidad y la equidad de oportunidades ante la ley y ante los
ojos de la sociedad. El rescate del poder, la recuperación de las riendas de la
política entendida como afán de predominio, como fuente de autoritarismo y
oportunidad para el contubernio y las alianzas de cuello blanco, nada tiene que
ver con la batalla por la alternancia y mucho menos en la competencia por el
mejor pesebre.
Lo
que está en juego es la reconquista por
la validez y eficacia del Estado democrático de Derecho, por la legalidad
entendida como acato a la normatividad vigente, a la dinámica constructiva e
innovadora del contenido de la carta Magna y el restablecimiento de la función
revisora y tutelar del Poder Judicial como instancia suprema para dar a cada
quien lo suyo conforme a Derecho.
Más
que la ingeniosidad para hacer de la oferta ideológica el “leit motiv”, el nervio
vital de la lucha por el poder, la clave está en la capacidad de los
contendientes para comprometer a los ciudadanos, a los copartícipes de la gran
cruzada cívica, persuadiéndoles que son ellos, que serán ellos, los
coautores de la gran recuperación
nacional ante la cual los comicios de julio representan el principal reto
político de nuestro tiempo.
En
Sonora, como en Guerrero y Michoacán todo indica que la suerte está anticipada.
Pero no hay nada que lo asegure de modo absoluto e ineluctable. Con Natorp, el
filósofo de Marburgo, cabe decir: “Es necesario navegar”.