Cumplir
años no es asunto lisonjero. Se requiere ir sobre el domo del planeta por lo
menos trescientos sesenta y cinco días girando alrededor del Astro Rey.
Significa el poder gozar del paso de cuatro estaciones: la primavera, la más
bella de todas; al final, la invernal, rígida y con su temible guadaña;¸antes
la del verano, generosa por lo copioso de sus lluvias y la del otoño, austera y
señorial con el ceñudo gesto.
El
Instituto Tecnológico de Sonora (ITNO), nuestra enfiestada Universidad, celebra
sus sesenta julios con festejos que van de audiciones musicales con obras
clásicas a la presentación de piezas teatrales, clásicas y semi clásicas. En su
espléndido auditorio se han escuchado, con deleite espiritual, óperas y cantos
sublimados por las voces de intérpretes prestigiados.
En
suma, su rector, el doctor Isidro Roberto Cruz Medina, ha enterado a la
sociedad cajemense de la publicación de un libro documental y memorístico
acerca del pasado remoto y el más reciente del ITNO cuyo contenido abarca a los
idealistas que lo concibieron y a sus mecenas que lo sustentaron, a los
primeros directivos y empleados, así como a su personal docente y a la
entusiasta y ávida de saberes: su población estudiantil.
El
responsable de la singular Memoria es ni más ni menos que el dinámico y reconocido
comunicador, docente en la Casa de Estudios y autor, entre otros títulos, de
“Días de radio en Cajeme”, obra de requerida consulta y director general
de “Infocajeme”. Nos referimos a Sergio
Anaya, licenciado en Periodismo (UNAM,
1975-1979), quien siendo académico en la institución fue coautor de la obra
conmemorativa por los 50 años del plantel.
Una
de las formas de conmemorar los aniversarios, así se trate de personas o de instituciones, sin duda es la
de crecer, continuar escalando por la empinada escalera del progreso; es decir,
dar a los años la cualificación que implica la noción de vivir, de convivir y
de contribuir a que el medio social en
que somos y en el que nos movemos, sea cada vez mejor. En modo alguno, contribuir a que el mundo sea más incierto,
más inseguro, más ayuno de optimismo y de esperanzas viables y confiables.
Así,
es motivo de admiración el ver y observar la ya familiar figura del rector del
Tecnológico, del capitán de esta portentosa nave educativa, colocando la
primera piedra de lo que será una ampliación en la que se alojarán laboratorios
de diversas especialidades, salas de juntas y áreas de cubículos de trabajo
para estudiantes. Esto nos confirma que la denominación “Alma Mater” referida a
las casas de la inteligencia dice mucho más de lo que podría percibirse en esas
significativos términos. Hay ahí el hálito de la creatividad, el “élan vital” al que aluden los franceses, que
suscita la presencia de la razón vinculada a la experiencia en un perpetuo
fluir.
Dice
al respecto el doctor Cruz Medina: “Colocar la primera piedra de una obra es
más que una acción simbólica¸ es seguir garantizando el crecimiento de la
Universidad y ofrecer las mejores condiciones para el desarrollo de la tarea
educativa…”
En
efecto, entendemos así que las naves en vía de edificación alojarán
laboratorios, máquinas térmicas, máquinas hidráulicas y todo lo concerniente a
espacios académicos en donde hay continuidad de vida académica y de convivencia
en cada taller y sitio adicionado a la casa del saber.
Alma
Mater es, de este modo el ITSON. Amplía sus inmuebles para dar amplios espacios
a las nuevas generaciones. A las generaciones pretéritas les da calor
académico, regazo cultural como en los viejos tiempos. Es madre generosa que no
olvida, como tampoco la olvidan sus primeros hijos.
El
sexagenario es lazo de unión, vínculo que mantiene en vivo la cronología para
convertirla en historia palpitante.