Bienvenido lector:

Federico Osorio Altúzar ha sido profesor de Filosofía en la UNAM y en la ENP (1964-1996) y Editor de la Gaceta de la ENP desde 2004.
Durante 15 años fue editorialista y articulista en el periódico NOVEDADES.
Es maestro en Filosofía. Tiene cursos de Inglés, Francés, Griego y Alemán.
Ha publicado en Novedades, el Heraldo de Chihuahua, El Sol de Cuervanaca, el Sol de Cuautla, Tribuna de Tlalpan, Tribuna del Yaqui, Despertar de Oaxaca y actualmente colabora en la versión en Línea de la Organización Editorial Mexicana (OEM).







jueves, 4 de diciembre de 2014

DERECHO A LA MOVILIDAD: EL LIBRE TRÁNSITO



No hay todavía entre nosotros el equivalente a Plaza Trafalgar en cuyo espacio los británicos, habitantes de Londres, realizan protestas e inconformidades en contra del gobierno y las resoluciones del Parlamento. No contamos con algo parecido, pero las reiteradas marchas y manifestaciones en varios sitios del país, cada vez más virulentas, traen a la memoria al Tlatelolco de 1968 y llevan a pensar en la posibilidad de tener un espacio “ad hoc” similar, con apremiante urgencia.
Justamente fue un inglés, filósofo de la generación ilustrada, John Locke, quien inspiró la idea de la desobediencia civil la cual, convertida en garantía de la libertad de expresión, dio lugar al establecimiento del Derecho a la Rebelión como axioma implícito en todas  las democracias.
A juicio del pensador inglés, toda revolución se justifica con arreglo al supuesto de ser una respuesta categórica ante la arbitrariedad, la intolerancia y el ejercicio irresponsable del poder por parte de la máxima autoridad y en general por la imposición unilateral de la voluntad política del Estado.
El derecho a la movilidad va a la par, en consecuencia, con la suprema garantía de la libre expresión de las ideas. Es concurrente, a la luz de los Derechos Humanos, con la expedita comunicación e intercomunicación de los criterios y puntos de vista que son patrimonio de las personas, las familias y de la comunidad. Y como todo derecho, como toda garantía, tiene límites que corresponden proteger, los de  terceras personas. En el caso, los derechos inalienables a la movilidad por parte de los individuos. Y en la medida que se acata de manera irrestricta el derecho al libre tránsito de los demás.
Mal estaría que procediera en su contra un gobierno que a sí mismo se califica democrático  y que además se le reconoce como garante de derechos que propician igualdad ante las leyes, igualdad para manifestar inconformidades y aspiraciones contrarias y opuestas a las de otros ciudadanos. Mal se vería, así, un régimen político que  convalida el Estado Democrático de Derecho  y protagoniza su tutela, si amparara a unos en desventaja de otros y si reprimiera a éstos mientras que tolerara y protegiera a quienes no son de su particular ideología o modo de pensar.
Lo anterior se relaciona con la exigencia de opositores a la iniciativa para reglamentar el derecho a la movilidad, al libre tránsito. Pero éste en su contenido acoge restricciones precisamente para su libre,  responsable y cabal ejercicio. Libre y responsable movilidad jurídicamente hablando, a fin de que el goce y disfrute sea de todos, para todos y al alcance de todos. Inclusive, de aquellos que no tienen por qué ver obstruida su voluntad de movilización, su determinación para hacerlo en espacios de cualquier demarcación de la República.
No obstante, dirigentes del partido de la izquierda anarquizante que acomoda su ideología (el PRD) a situaciones emergentes, protestan en contra de la iniciativa de reforma, alegando que contraría los derechos al libre desplazamiento y está en abierta pugna contra derechos fundamentales: de reunión y protesta social. Son formas arregladas para justificar la represión oficializada. Es una reforma políticamente “incorrecta”, aseguran.

Por lo demás, los abanderados del anarquismo violento multiplican disturbios callejeros con daños, robos y perjuicios en propiedad ajena. Incendian inmuebles oficiales en Guerrero y otras localidades, sin que hasta ahora motive la represión. Por fortuna. México es un país de leyes en donde el derecho al libre tránsito se coordina con el ejercicio de  garantías individuales y colectivas. La reforma a los artículos 11 y 73 tutela, está más allá de los intereses que abanderan los adversarios de la legalidad y la constitucionalidad.