Bienvenido lector:

Federico Osorio Altúzar ha sido profesor de Filosofía en la UNAM y en la ENP (1964-1996) y Editor de la Gaceta de la ENP desde 2004.
Durante 15 años fue editorialista y articulista en el periódico NOVEDADES.
Es maestro en Filosofía. Tiene cursos de Inglés, Francés, Griego y Alemán.
Ha publicado en Novedades, el Heraldo de Chihuahua, El Sol de Cuervanaca, el Sol de Cuautla, Tribuna de Tlalpan, Tribuna del Yaqui, Despertar de Oaxaca y actualmente colabora en la versión en Línea de la Organización Editorial Mexicana (OEM).







viernes, 26 de diciembre de 2014

CAJEME: MODELO Y VANGUARDIA DE MODERNIDAD



Sin titubeo alguno puede suscribirse lo expresado por el alcalde Rogelio Díaz Brown en su mensaje de Navidad. La demarcación cajemense, en efecto, se anticipó a reformas  como la energética y la educativa. Tomó ventaja en el debate a fin de actualizar atribuciones que atañen al municipio dentro del esquema federalista en materia de administración de bienes muebles e inmuebles, como también en los rubros de infraestructura, comenzando por el cerebro sin descuidar el resto del organismo en su conjunto.
No sin razón alguna, el Municipio ha cosechado muy valiosas preseas en el trienio que concluye, las cuales enaltecen virtudes de los ciudadanos que lo configuran, igualmente al gabinete bajo la conducción del alcalde condecorado. En Cajeme se comprueba una vez más el supuesto que hace del hombre de Estado un delegado de la voluntad popular, un símbolo de la política como arte de la persuasión a través de la eficacia y la probidad a toda costa. En fin, se verifica el sentido social del principio con arreglo al cual  los planes y programas oficiales son incumbencia y responsabilidad del titular del gobierno tanto como injerencia y participación de la colectividad entendida como la savia que otorga vida, vigor y certidumbre al órgano colegiado.
Fruto de la planeación es el actual Cajeme: un municipio modelo, progresista e impregnado del hálito modernizador que recorre la geografía nacional venciendo las resistencias populistas y lastres del  neoliberalismo devastador.
Destaca, la educación incluyente, la dotación de energía limpia con plantas solares, la implementación de alumbrado público que dan seguridad ciudadana, utilizando los más audaces avances tecnológicos. Cajeme ejemplifica: un municipio sobresale de la adversidad y vence la limitación de recursos materiales, si los recursos presupuestales cumplan su destino programado y la evaluación pasa la prueba de la transparencia a juicio de sus destinatarios: la población.
El alcalde Díaz Brown carece, ciertamente, de vara mágica para dividir en dos el desafiante mar, para hacer fluir agua de las rocas calcinadas por el desierto. No posee magia para que descienda maná celestial en el corazón del desempleo y de la precariedad de los salarios.
A título de ejemplo: las obras en curso que tendrán concreto hidráulico en el Centro de la ciudad, para evitar inundaciones y efectos insalubres irreversibles. 
No obstante, ha logrado lo que no es posible por medio de la adivinación, la taumaturgia y los tanteos que hacen del apostador un genio ocasional que obtiene premios y ganancias. Y del emprendedor sin preparación técnica e información confiable, pero sin visión política, un predestinado con artes para multiplicar panes y fuentes de ocupación bien remunerada.
El edil cajemense demuestra que la política es ciencia de probabilidades, cuya aplicación correcta  convierte en estadistas a los mejores y en figuras providenciales a quienes conocen y ejecutan planes y programas con inspiración democrática. Ilustra con palabras y con hechos que el Estado de bienestar implica respetabilidad a los principios de honestidad, pluralidad, certeza y responsabilidad jurídica a toda prueba; indica cómo alejar riesgos de contubernio, corrupción disfrazada por la eficiencia encubierta en el manto infame de la impunidad. Esto traduce beneficios tangibles para el Municipio: seguridad pública, prosperidad y progreso sostenido entre autoridades y población. Hace florecer la paz social, productiva y en forma permanente.    

La modernidad que abandera la municipalidad cajemense no tolera la discriminación racial, social y económica. Una de sus mejores pruebas es la defensa insobornable de los derechos humanos, al margen de toda distinción. La Tribu Yaqui es, no hay duda, un conmovedor testimonio.