Bienvenido lector:

Federico Osorio Altúzar ha sido profesor de Filosofía en la UNAM y en la ENP (1964-1996) y Editor de la Gaceta de la ENP desde 2004.
Durante 15 años fue editorialista y articulista en el periódico NOVEDADES.
Es maestro en Filosofía. Tiene cursos de Inglés, Francés, Griego y Alemán.
Ha publicado en Novedades, el Heraldo de Chihuahua, El Sol de Cuervanaca, el Sol de Cuautla, Tribuna de Tlalpan, Tribuna del Yaqui, Despertar de Oaxaca y actualmente colabora en la versión en Línea de la Organización Editorial Mexicana (OEM).







sábado, 13 de diciembre de 2014

INFORME EN LA SC: JUSTICIA PRONTA, DEBIDA Y EXPEDITA




Dar a cada quien lo suyo con arreglo a Derecho es el ideal que da a la justicia su propio y radical sentido. Prontitud, objetividad y expedición son rasgos que le otorgan definición e identidad. La Suprema Corte de Justicia de la Nación es, en tal sentido, el Máximo Tribunal responsable de administrar el supremo valor, la justicia, de cuya realización depende la convivencia en términos de paz y armonía. 
El cuarto y último informe del Presidente de la SCJN, Juan N. Silva Meza, refrenda en sus partes principales hasta qué punto el Poder Judicial emite la última palabra en las controversias que se ponen bajo su análisis y resolución. Asimismo, a la luz del informe  la opinión nacional podrá enterarse acerca de la eficacia, la prontitud y los límites de expedición, sin descontar la objetividad de todas y cada una de las resoluciones asumidas por la institución. 
El informe en cuestión se produce en el corazón de la mayor turbulencia política, económica y social de que haya memoria en el país. Tabasco, Oaxaca y Guerrero en el sur de la Nación; Morelos, Estado de México y Michoacán en el centro del país; Chihuahua y Sonora en la frontera norte son demarcaciones en donde  la violencia, el acoso a los indígenas y la corrupción son heridas abiertas ante la lentitud de una justicia que da pábulo a la incertidumbre, motivo para el descrédito de las autoridades y excusa para las resoluciones diferidas. En suma, oportunidad para zanjar diferencias por mano propia.
En breve se definirá el rumbo de la SCJN con motivo del relevo en la Presidencia del  Máximo Tribunal. Al igual que hace dos décadas, por estos días, la elección se ofrece como una alternativa en la que estará en juego el futuro de la seguridad jurídica en cuanto a la personalidad del sucesor en la honrosa encomienda como en la restructuración de los tripulantes al lado del nuevo titular.
En 1994 estaba al frente del Máximo Tribunal un filósofo del Derecho de altos vuelos. El Dr. Ulises Schmill, kelseniano, académico de excepcional erudición y talento daba renombre y lustre a la SCJN como nunca antes y como nunca después de él. Esta vez, el relevo aparece, igualmente, como enigma de difícil resolución. 
Margarita Luna Ramos lleva a la fecha una delantera que marca rumbos en la fragorosa, incierta y decisiva contienda por ahora sin visos tangibles de resolución en cuanto a quién habrá de presidir los destinos del Máximo Tribunal. No todo lo determinará ciertamente el género, aunque se da por descontado que se percibirá un grato respiro de alivio en el caso de ser la ministra Luna Ramos quien resulte la elegida.
Casos como el que se plantea en Sonora, sin duda quedarán como testimonio elocuente de aquello que no tiene por qué repetirse. Sucesos bochornosos de abuso de autoridad como los que abandera el gobernador de la Entidad, no tendrían lugar en un Estado que se presume como Estado Democrático de Derecho.

En la República de las leyes, en el modelo de Nación de libertades y responsabilidades no tienen sitio, es decir, no habría por qué admitirse o tolerarse la imposición de acueductos, gasoductos,  o bien oleoductos, al margen del interés y la voluntad social, previa consulta de los pobladores. El Acueducto Independencia en el Valle del Yaqui es, sin duda alguna, el ejemplo más ilustrativo de abuso de autoridad, de ilegalidad de Estado, de injusticia tolerada y alentada, incluso  por dependencias oficiales, adscritas a la administración federal como símbolo de ineficacia institucional. Es testimonio de alianzas nefastas que corroen la credibilidad y la confianza ciudadanas. Y por encima de todo, propician  la impotencia (ineficacia) del Máximo Poder responsable de dar justicia en tiempo y forma, conforme a Derecho.