El
Danzante Yaqui es representativo de usos rituales con sentido religioso que
revelan identidad y carácter de una de
las etnias que han hecho historia en los registros del país. Expresa, asimismo,
el temple y la entereza de los pueblos originarios del sur de Sonora que se han
sobrepuesto a los intentos de exterminio por parte de racistas y convenencieros
que han emergido y siguen emergiendo quién sabe de dónde y con qué aviesa
finalidad. Revela alegría de ser y de vivir
El
parador turístico realizado en el
corazón de las comunidades aborígenes es,
sin duda, el mayor de los contrasentidos cometidos por el Gobernador de Sonora. Es tal vez la principal aberración
publicitaria efectuada por mandatario alguno: un verdadero despropósito
político en la historia de la Entidad.
Padrés
Elías pasa por ser el funcionario más empecinado en dar fin a la existencia de
los yaquis mediante la imposición de una política de exterminio. El objetivo de
vulnerar los derechos al agua de la susodicha Tribu sólo es pensable como
producto de una voluntad movida por el odio o la venganza. El Danzante Yaqui es
ya considerada como monumento a la infamia, nunca antes ideada en el marco de acciones reprobables, definitorias de esta
administración a punto de concluir.
Guillermo
Padrés Elías, en mal uso de sus funciones, contrató los servicios del escultor
Balderrama para realizar esta obra que, a su vez, pretender inaugurar a tambor
batiente hacia finales de este mes. Dicha decisión motiva el rechazo frontal, con
explicable dignidad de la comunidad indígena, difundida en por medio de su
representante, el vocero Miguel Ángel Cota Tórtola.
Mucho
da en qué decir la proclividad de quienes han ejercido perversamente el poder.
A
fin de perpetuar su memoria, a esta categoría de personas les da por hacer réplicas de sus efigies y
ordenar que sean colocadas en sitios públicos como si esto no fuera, de suyo, signo de frivolidad y provocación a la
ciudadanía cuya justa indignación lleva a defenestrar a sus detractores, lapidando
con sus manos lo que no pudieron hacer con la persona de sus indignos dirigentes.
Por
otra parte, cabe pensar que son malos, corruptos los consejeros que rodean a
todos aquellos que, de manera similar al Ejecutivo sonorense, mandan construir
obras en “halago” de sus victimados, haciendo realidad la sentencia aquella de
sumar “Al daño la ofensa”. ¡Y de qué manera!
Padrés
Elías impuso su voluntad, apoyado en el Presidente del conservadurismo
reaccionario del sexenio anterior, Felipe Calderón, cometiendo, con ese efecto,
acciones ilícitas sin cuento en contra de los pueblos indígenas, jamás llevadas
a cabo por mandatario alguno, al menos en la historia reciente de Sonora.
En
vez de más escuelas cercenó, dilapidando, los apoyos financieros a favor de las
mencionadas etnias; dictó instrucciones para encarcelas a líderes de la comunidad:
En suma, pasó por alto los alcances y la validez de sus usos y costumbres,
haciendo caso omiso ante la inconformidad y a los legítimos reclamos.
Interpuso
todo el peso de su autoridad para “dar largas” a los acuerdos en favor de las
etnias tocante al uso y usufructo del agua. Sostuvo contra viento y marea la
posición anarquista hasta los últimos días de su mandato, haciendo ver mal a
los organismos de suyo ineficientes e ineficaces, como Conagua, sin importarle
las consecuencias y el impacto en la figura presidencial, como tampoco en la
suerte política y jurídica del federalismo, en plena declinación y derrota a
causa de su desventurado desempeño administrativo.
Era,
así pues, de esperar que los primeros en salir al frente para impedir la
ignominia que pretende perpetrar Padrés Elías fuesen los más lacerados por sus
flagrantes embates.
Sin
duda, otras agrupaciones cívicas, ciudadanas, se unirán a su movilización por
la dignidad y honorabilidad de aquellos que no han escatimado poner en juego su
propia integridad y la seguridad de sus familias a fin de hacer una legítima y
férrea defensa de los derechos que, asimismo, son garantías irrecusables.