Bienvenido lector:

Federico Osorio Altúzar ha sido profesor de Filosofía en la UNAM y en la ENP (1964-1996) y Editor de la Gaceta de la ENP desde 2004.
Durante 15 años fue editorialista y articulista en el periódico NOVEDADES.
Es maestro en Filosofía. Tiene cursos de Inglés, Francés, Griego y Alemán.
Ha publicado en Novedades, el Heraldo de Chihuahua, El Sol de Cuervanaca, el Sol de Cuautla, Tribuna de Tlalpan, Tribuna del Yaqui, Despertar de Oaxaca y actualmente colabora en la versión en Línea de la Organización Editorial Mexicana (OEM).







miércoles, 19 de agosto de 2015

LA LUCHA DE EJIDATARIOS Y CIUDADANOS POR EL AGUA

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La guerra del agua, por el agua y por la sobrevivencia de los débiles, no es de inicios de siglo. Tiene historia. En Sonora, por caso, data de medio siglo atrás. Hasta ahora, la exigencia de los usuarios más desvalidos ha sido ignorada por las instancias federales, CONAGUA entre otras.
Ha sido y es una guerra sin más armas que el reclamo legal. Desde el Presidente  Cárdenas hasta hoy, no ha habido Mandatario capaz de atender la queja de los legítimos destinatarios del recurso. No sólo las etnias en vía de exterminio han sido los únicos grupos lacerados por la indolencia oficial. También los ejidatarios y los pequeños productores, son objeto de la indiferencia gubernamental.
Sonora es, por hoy, macro ejemplo de lo anterior. La desigual batalla de la Tribu Yaqui ha rebasado todo límite: el geográfico, el político y el legal. Se ha ido de los tribunales locales al máximo tribunal de la Nación, la SCJN, sin que la situación se modifique en un ápice. Los acuerdos se suceden a los acuerdos, las sentencias a las sentencias, sin que el Estado de Derecho cubra los vacíos de legalidad y sin que el daño actual y los perjuicios en el futuro inmediato muevan las conciencias de políticos “de nomine”, de administradores y representantes venales.
Ayer, nada menos, en el kilómetro 92, en la proximidad del Ejido Juan Escutia (Huatabampo), cientos de ejidatarios, hombres hastiados (con palabras de ellos) por la sordera institucional de que son víctima, decidieron secundar con acciones temerarias, en gran medida, exigiendo que se les otorgue, de una vez por todas, el título diferido de concesión del agua.
Piden en términos perentorios que, al igual que a los pueblos indígenas del Yaqui, se restituyan sus derechos violentados. Demandan legalidad, justicia, equidad en la dotación y administración del agua, recurso que se les usurpa, regatea y niega, contraviniendo resoluciones que están por encima de intereses particulares y de gente presuntuosa, explotadores profesionales de quienes menos tienen y más luchan por vivir y sobrevivir.  
No ha llegado aún la sangre al río, y esperamos que ante el desdén de organismos oficiales como CONAGUA, PROFEPA y SEMARNAT, eso jamás ocurra. Y que esta guerra sin armas, tiros y bayonetas, concluya a la brevedad. Es decir, que el Presidente de la República, Enrique Peña Nieto, haga cumplir la orden, en tiempo y forma, de restituir el agua a quienes tienen el derecho de beneficiarla y usufructuarla. En suma, que la expresión “Estado de Derecho” deje de ser una mampara para ocultar vicios de los poderosos y de políticos para quienes el derecho de mentir es válido, aquí y ahora.
Lo que afirma el investigador de la UNAM, José Joel Carrillo Rivera, tiene actualidad, validez y objetividad. Más que de escasez, por ahora, el agua es problema de gestión, pertinencia y probidad administrativa. Dice más: “En términos estrictos  la participación social en la gestión no sucede porque para la ley  la presencia civil se da mediante organizaciones formales…, pero los ciudadanos y los académicos no se encuentran incluidos”.

Los tiempos apremian. Y nadie con uso de razón, podría negarlo. Es hora ya, por encima de excusas y dilaciones, de poner fin a la contaminación letal del recurso, al dispendio irracional, a los manifiestos demagógicos que sólo benefician a los pudientes, a los defensores y héroes epónimos de causas innobles e inefables.