Primera
en tiempo, primera en derechos y obligaciones, la UNAM enseña con el ejemplo
las primicias de su experiencia como casa translúcida de la educación superior,
abierta a la participación de su comunidad en la configuración del Plan Institucional
de Desarrollo 2015-2019.
Proveniente
el rector, él mismo, de una consulta, la primera en su género, a los
universitarios, da inicio a su gestión con similar inspiración que alentó a la H. Junta de Gobierno al culminar el
proceso de selección y nombramiento en el máximo desempeño académico de la
institución.
Enrique
Graue, bien lo sabemos, fue designado con base en preferencias emitidas por la
comunidad universitaria recabadas ene la primera consulta abierta en los anales
de la UNAM, con las características ahora conocidas.
Su
ascenso tiene, así, un origen que se corresponde con el espíritu de autonomía
no sólo para organizar, con independencia y según la mencionada norma, su vida
académica y el destino de sus recursos materiales. Ha dado, con resolución y entereza,
un paso ejemplar a fin de escuchar públicamente el latido de su comunidad en
cuanto a la idoneidad de la persona que dirigiría sus destinos, sentando
precedente histórico que da transparencia y probidad al proceso de nominación,
y garantía de validez a los actos que de ahí emanen.
Uno de ellos es
el relativo al Plan de Desarrollo Integral con arreglo al cual habrá de
iniciarse la travesía durante el cuatrienio que comienza.
No es,
ciertamente, autogobierno el que se implica en esta experiencia que vincula al
cuerpo directivo de la UNAM con su comunidad, como se quería hacer extensivo en
la década de los 80 con el ensayo de paridad alumnos-autoridades según el
practicado efímeramente en la Facultad de Arquitectura.
El
ejercicio en cuestión tiene el carácter, ha dicho el rector Enrique Graue, de
una consulta a la comunidad, de una toma del parecer de los universitarios con
relación a temas que van de la organización académica en los capítulos
esenciales de la enseñanza, la investigación, la difusión y extensión de la
cultura.
Sobre
esto último, el rubro mediante el cual la UNAM hace partícipe a la sociedad
acerca de su quehacer interno y, asimismo, expande hacia su entorno,
compartiendo los frutos del acervo humanístico, científico y técnico que posee,
cabe recordar que la máxima casa de estudios es, por definición, el faro mayor
de la enseñanza superior cuyas luces abarcan la geografía nacional y ejerce,
con acciones responsables, los derechos y y obligaciones inherentes al concepto
de autonomía.
Aquí,
cabe mencionar aquello que hace la UNAM tocante a extender los servicios institucionales
y docentes, como se constata en la acreditación de la carrera de Ciencias
Ambientales n la Escuela Nacional de Estudios Superiores (ENES) Unidad Morelia, en Michoacán.
Se
trata de la primera licenciatura de las sedes foráneas en ser avalada, con base
en el proceso que incluye mejora continua, planeación y revisión de
indicadores, estándares de calidad, técnicas de enseñanza y servicios
correspondientes a ese programa de estudios.
A
la luz de estas aportaciones, cabe preguntar acerca de si no ha llegado la hora
para que la UNAM despliegue una masiva difusión informativa a nivel nacional sobre
el sentido, es decir, sobre el significado de las revolucionarias experiencias
que está efectuando.
Así
acercaría y haría comprensibles en toda su relevancia los beneficios culturales
y académicos en general, en espacios de la prensa escrita, canales televisivos
y en la radio de toda la provincia mexicana.
Y
habría que subrayar el dato de que estos medios estarían ávidos de participar
en dicha cruzada editorial al servicio de sus lectores y auditorios, en sus
respectivos ámbitos.
La
idea es elemental. No sólo se trataría de difundir información escueta, sino
abundar en el sentido de la misma, de su trascendencia, repetimos, haciendo
hincapié en el carácter de coparticipación, por la UNAM, en la enseñanza
superior, la investigación pura y aplicada, así como en el uso y usufructo
social de las modernas tecnologías.