A
poco más de tres meses de su visita a Sonora con la investidura presidencial,
Enrique Peña Nieto vuelve al Estado en donde el flagelo invernal no es óbice
para el recibimiento cálido y franco que los sonorenses liderados por la
titular del Ejecutivo estatal, Claudia Pavlovich Arellano, le han preparado.
Otro Sonora es
el que recibe al Presidente de la República.
El
que percibió hace un trimestre, en su visita anterior, estaba en la fase de
reconstrucción política, jurídica y material. La Entidad se debatía aún en
medio de una conmoción que se hacía patente en todos los sectores de la
sociedad.
Eran
horas y días pesarosos marcados por un diagnóstico general cuyos resultados harían
ver la dramática verdad, mitad oculta mitad visible, sobrellevada con increíble
estoicismo.
Hoy
Sonora es otro en el sentido de una franca y comprobable recuperación. De
paciente abrumado y sacudido por los síntomas de una larga enfermedad, es por
hoy el gigante que se desplaza con su acostumbrado gesto que alude a entereza,
autosuficiencia y voluntad de trabajo
organizado y productivo. Abarca, por fortuna, a toda la gama de sus municipios.
La
entidad, ahora anfitriona del Primer Mandatario, es ejemplo de recuperación,
con las energías vitales que le son propias, pero también con la asistencia de
la Federación. Luce rejuvenecida, sin que ello signifique autarquía absoluta.
Del
Pacto federal toma fuerzas, apoyos, participaciones en relación con las cuales
suma, adiciona y conjunta lo propio que emana de la planificación de su nuevo gobierno,
de la participación ciudadana y de la tarea unificadora puesta en marcha, sin
titubeos y dilaciones.
Unir
a la Entidad no era, ni es, como tampoco lo será, empresa fácil. Implica,
sabiduría política, experiencia administrativa, patriotismo sano y visión de
futuro.
El estadista no
nace de un día para otro; no cae, ni mucho menos, buenamente de las alturas.
El
Presidente Peña Nieto, poseedor de gran sensibilidad político-administrativa
adquirida desde su desempeño en Edomex y por afrontar el paso de huracanes que dejaron en Los Pinos entreguismos,
abandono de la legalidad y desprestigio internacional,
Tiene
ante sí un Sonora que, en pequeño, es similar al que recibió hace más de un
trienio: entonces toda una nación en plena anarquía, desolada cívica y
económicamente.
Si
a él le tocó ser el recipiendario de un país invadido por compañías
depredadoras de las riquezas del subsuelo mexicano, comprometida por
empréstitos del tipo de los que enajenan el futuro mediato de una nación, a la
gobernadora elegida por voluntad mayoritaria de los sonorenses, le tocó ser la
receptora de un Estado en quiebra, jurídica, política y económicamente. Razones
y causas, las conocen de sobra todos sonorenses.
Hoy
se erige el Estado de Derecho, como condición de posibilidad para la
reconstrucción de una Entidad azotada, aunque no doblegada, por los huracanes
de la voraz depredación. Vuelve el
anhelo por reasumir sus fueros, tomando en cuenta que la equidad y la justicias
requieren ser ventiladas y demandadas ante los órganos competentes para ello.
Voz
y voto tienen los ciudadanos para hacerse escuchar en las instancias locales y
federales.
El
Sonora que observará el Presidente de la República es un Estado que se dispone
al rescate de sus vías de comunicación: calles y avenidas, caminos vecinales,
carreteras y enlaces interestatales. Es un girón de la República que propone insertarse
en el mapa turístico, ofreciendo al visitante hospitalidad, recreación y goce
de sus bellezas naturales. Todo en paz,
seguridad y sana convivencia.
Sin
duda, todo esto motivará al Ejecutivo federal con el objeto de formular
renovados compromisos de su gobierno, a fin de que se hagan valer los acuerdos
y las resoluciones pendientes. Para que fructifique el entendimiento colectivo,
para lograr de la Entidad lo que ha sido
en el mediato pasado: una palanca para el crecimiento y el desarrollo social entre
ricos y pobres.