Inaugura
acertadamente su rectorado, con actitud realista y visión de futuro, el doctor
Enrique Graue Wiechers.
Lo
primero, al asumir la jefatura de la máxima casa de estudios del país,
circunscribiendo las funciones esenciales de la institución dentro de límites
espacio-temporales, a la luz de la experiencia educativa en proceso de reforma;
lo segundo, mediante convocatoria a la
comunidad universitaria con el propósito de que alumnos, maestros y directivos
contribuyan con ideas, propuestas y comentarios a fin de enriquecer el plan de
trabajo para el cuatrienio en ciernes.
El
rector Graue proviene del área de investigación científica de la UNAM en donde el método del análisis y los
procedimientos de síntesis van de forma paralela. Vale decir, en cuyo ámbito la
teoría y la práctica se corresponden mutuamente en procura de alcanzar unidad y
certidumbre.
Es,
a nuestro modo de ver, el Hipócrates de este tiempo, en funciones de jefe nato
de la UNAM, requerido para desplegar con imaginación y creatividad su tarea refundadora
de la casa de estudios, con dimensión nacional y con vocación laica, libre y en
pleno ejercicio de su autonomía.
Llama
el rector de la UNAM a todos aquellos
que consideren tener algo que proponer o añadir al Plan de Trabajo expuesto por
él ante la H. Junta de Gobierno, en noviembre pasado. Pide la participación de
los universitarios con el objeto de que sintiéndose miembros activos de la
comunidad, acudan a expresar por escrito ideas y sugerencias, congruentes y
viables, para configurar la versión final del documento guía de la Rectoría.
Sin
duda, es la primera experiencia de consulta abierta, explícita, en la historia
de la UNAM. Un ejemplo que habría de seguirse en el caso de que la buena intención
fructifique en sucesos probadamente valiosos en la institución dentro del corto
plazo que llega al año de 2019.
Se
concibe con arreglo al régimen de la libre y responsable expresión, vigente en
la UNAM. Prosigue, en este sentido, el método ideado para la selección de los
mejores prospectos que concurrieron ante el órgano dictaminador, con el fin
expreso de nombrar al máximo dirigente académico de la universidad: la Honorable
Junta de Gobierno.
Es
consulta y participación, un ejercicio legítimo en el esquema de la autonomía
para idear y formular derroteros y acciones con dicha finalidad.
De
ese modo, si el rector Enrique Graue proviene de aquel ejercicio de consulta,
de la libre manifestación de las preferencias y de la toma del pulso de la
comunidad a que pertenece, entonces en nada extraña que ahora convoque a esa
misma comunidad a participar en la gran obra de renovación, a la promisoria
tarea del fortalecimiento de la vida académica de la institución; en suma, a la
espléndida labor de expandir y difundir la cultura universitaria: el esfuerzo
de sus investigadores, artistas, pensadores y creadores de conocimiento.
En
el formato de los Programas Estratégicos enunciados en el Plan, se enlistan 16
rubros que van de lo administrativo a lo
académico; de lo cuantitativo y financiero a lo normativo y de sustento
jurídico; de la incorporación y uso de recursos modernos al manejo eficaz de la
información y la comunicación.
Hay
lugar adecuado para la presentación de propuestas con el objeto de dar
dinamismo a la investigación multi,
inter y transdisciplinaria. Lo mismo, con la idea de dar mayor cobertura a la enseñanza continua,
abierta y a distancia. La seguridad es un capítulo relevante en cuanto plantea
apertura para que se incorporen aportaciones relacionadas con el papel de los
padres de familia, corresponsables de la integridad física y moral de sus hijos
junto con los directivos de planteles y centros de investigación.
Todo
este mes de febrero Rectoría de la UNAM será recipiendaria de ideas, propuestas
y comentarios al Plan de Desarrollo
Integral.
Habremos
de ser testigos de un ejercicio de reorganización académica participativa,
similar a lo que se refería Karl Mannheim en “Libertad, poder y planificación
democrática”, libro originalmente editado hace más de 65 años.