Bienvenido lector:

Federico Osorio Altúzar ha sido profesor de Filosofía en la UNAM y en la ENP (1964-1996) y Editor de la Gaceta de la ENP desde 2004.
Durante 15 años fue editorialista y articulista en el periódico NOVEDADES.
Es maestro en Filosofía. Tiene cursos de Inglés, Francés, Griego y Alemán.
Ha publicado en Novedades, el Heraldo de Chihuahua, El Sol de Cuervanaca, el Sol de Cuautla, Tribuna de Tlalpan, Tribuna del Yaqui, Despertar de Oaxaca y actualmente colabora en la versión en Línea de la Organización Editorial Mexicana (OEM).







sábado, 6 de febrero de 2016

LA MEJOR DEFENSA DE LA CONSTITUCIÓN

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Conmovedor júbilo produjo el 99 aniversario de la Constitución, nuestra Carta Magna en cuyo texto se atesoran las garantías esenciales de los mexicanos, cuya letra no admite discriminación alguna: étnica, religiosa política y cultural.
Es el pilar de la República, dijo en su mensaje el titular del Ejecutivo federal, Enrique Peña Nieto.
Gran plataforma jurídica de la Nación, es palanca a fin de impulsar y dar firmeza al desarrollo integral de México, sostuvo en el Teatro de la República donde se conmemoró la casi centenaria Carta en la que se contienen derechos y obligaciones, con plenitud de eficacia, según palabras del Presidente de México.
Le siguió en el uso de la palabra, con singular elocuencia, el  presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), ministro Luis María Aguilar, para quien la Constitución continúa iluminando la faz del país. Es faro, expresó, que ha de regir la convivencia social.
El auditorio escuchó las solemnes y vibrantes palabras enunciadas por quien preside el máximo tribunal de justicia: Nadie sobre la Constitución, nada sobre ella.
Mientras tanto, en torno a la eficiencia y eficacia del supremo ordenamiento, voces encendidas de pasión ideológica se han hecho oír durante los días previos a la conmemoración.
Por un congreso constituyente claman los partidarios de un documento nuevo, flamante, como salido de las manos de Atenea. En tal sentido, demandan la integración de un cuerpo colegiado que derogue todos y cada uno de los mandamientos del máximo código legal, con el objeto de contar con un código reinstaurado y emprender, así,  una gobernabilidad distinta a la que  ahora se tiende sobre nosotros.
El argumento es simple y contundente: la Carta Magna está llena de añadidos como si fuese una suma de acuerdos remediales para salir del paso. Por ello y mucho más, cabría efectuar su renovación partiendo desde cero. Pero, ¿estaría dicho proceso precedido por algo así como una Convención, similar a  la de Aguascalientes?
No a la   propuesta iconoclasta: a la de cambiar el todo  por el todo, exclaman otros.
Lo aconsejable a los políticos, legisladores y mandatarios de todos los niveles, entonces, sería el asumir una actitud distinta, diferente y hasta radicalmente nueva, por tanto, a fin de proceder respecto a su conducta ante la Carta Magna.
O sea: el conducirse y convocar a conducirnos  con mejor intencionalidad; actuar motivados por responsabilidad y según pública y libre determinación. Por consenso ciudadano, hacia un nuevo concepto de constitucionalidad.
Una nación de leyes quería don Plutarco Elías Calles; no de temperamentos.
Sin embargo, de Norte a Sur, de Noroeste a Sureste hay sucesos que dejan mucho que esperar en lo que se refiere a legalidad y constitucionalidad.
Tajamar no es el único escenario que nos hace preguntar acerca de si no estamos viviendo bajo el techo de un “hábitat” raído por la arbitrariedad, roído por la anarquía y depredado por amantes de lo ajeno, así como por la acción de salteadores sin oficio ni beneficio.
Pero en Tajamar se puede ver, como en gigantesco espejo, el abuso y la impunidad en todo su infernal acoso dirigido a destruir el entorno ambiental, con autorizaciones de organismos oficiales y con  la aprobación expresa de funcionarios corruptos que pululan allá, acá y acullá. Sentencias y amparos han ido y v venido como si nada.
Un oasis para empresas ávidas de ganancias ilícitas son las diversas regiones del país enajenadas al mejor postor, bajo mantos de complicidad y de nefasto contubernio.
Hoy es Tajamar el centro de la noticia, que nos da a entender que nuestro sistema de normas y, por tanto, nuestra Carta Magna, requiere de una defensa eficiente y eficaz, al servicio de la legalidad y de la constitucionalidad.
¿Ha llegado, en consecuencia, la hora a fin de que la Suprema Corte de Justicia de la Nación se convierta en el faro radiante que alumbre la oscuridad que amenaza desde todos los horizontes de nuestra convivencia, en términos de paz, equidad y de justicia?

¿No es, finalmente, la SCJN custodio y baluarte del Estado de Derecho el cual no dejan de invocar políticos amantes del federalismo, del parlamentarismo y de la legalidad a toda prueba?