Bienvenido lector:

Federico Osorio Altúzar ha sido profesor de Filosofía en la UNAM y en la ENP (1964-1996) y Editor de la Gaceta de la ENP desde 2004.
Durante 15 años fue editorialista y articulista en el periódico NOVEDADES.
Es maestro en Filosofía. Tiene cursos de Inglés, Francés, Griego y Alemán.
Ha publicado en Novedades, el Heraldo de Chihuahua, El Sol de Cuervanaca, el Sol de Cuautla, Tribuna de Tlalpan, Tribuna del Yaqui, Despertar de Oaxaca y actualmente colabora en la versión en Línea de la Organización Editorial Mexicana (OEM).







miércoles, 19 de marzo de 2014

LAS ENCUESTAS Y LA BÚSQUEDA DE LOS MEJORES EN POLÍTICA



Ernesto Gándara Camou, precandidato del PRI al gobierno de Sonora, “puntero” en calidad de prospecto político por su Partido, afirma: “Las encuestas son instrumentos de medición; no predicen el futuro”.  Expresado lo anterior por quien, desde inicios de la precampaña ha ocupado espacios que lo colocan a la vanguardia de la competencia interna a fin de obtener la nominación, dice mucho acerca de mesura y prudencia con la cual desarrolla su proyecto. Es de suyo elocuente acerca de la experiencia y cautela para andar sobre el terreno que pisa.
Gándara Camou acierta en lo que se refiere a las encuestas como recurso para evaluar las posibilidades de buen éxito entre aquellos que aspiran a un cargo de representación popular. Para empezar, no son útiles en cuanto a confiabilidad absoluta en sus estimaciones y a la certidumbre que ofrecen con un alto grado de efectividad, lo que las convierte en medio de persuasión cuando no de mera propaganda.
A diferencia de las predicciones científicas en el corto plazo (Popper) y con los recursos de la estadística y la información basada en experiencias, el valor de las encuestas es y  será meramente indicativo, sobre todo en caso de que su diseño satisfaga la indispensable dosis de objetividad, imparcialidad, y rigor metódico. Pero sería mucho pedir.
De ahí que dentro del círculo de adherentes que le rodea, se considera que asisten razones firmes al senador. En política, y en toda actividad, no hay presunciones absolutas, verdades anticipadas, resultados previsibles e incontrovertibles.  Se dirá que el precandidato tiene consigo los apoyos, adhesiones y las preferencias a su favor y, por tanto, le hace decir lo que ha dicho acerca de las encuestas. Pero éstas miden, y si miden bien, hacen su papel de medios para establecer cuantitativamente los pronunciamientos. Sin embargo, de ahí a otorgarles el crédito de la anticipación o el de la credibilidad absoluta, hay un escabroso trecho que podría volverse arriesgado desfiladero.
En Sonora, su entidad de origen, lleva a cabo fatigosa y discreta precampaña Gándara Camou. Ahí es ampliamente conocido por su lucha abierta, desde el Senado, en defensa de la productividad que amplifica la oferta de empleo y crecimiento. Se le reconoce su participación en la defensa de los contribuyentes al fisco en la frontera norte; tiene a favor de su propuesta política el colocar a la educación como vía para sacar del abandono y la postración económica a las comunidades marginadas.
Es político conciliador, negociador  a carta cabal. Honraría la letra y el espíritu de la Ley Federal de Participación Popular, dando a su contenido márgenes inusitados para ejercer gestión gubernamental como expresión de la voluntad ciudadana.
En los años 80, en la etapa de su formación académica y profesional, miembro de la Generación 81-85 en la Facultad de Derecho (UNAM), alumno y seguidor de las cátedras de maestros de la talla de Ignacio Burgoa en materia de amparo y de Carranca y Rivas en Derecho Penal, Ernesto Gándara nutría su alforja de conocimientos que, sin duda, le podrían ser soporte en el desempeño de una actividad que requiere de técnicas jurídico-políticas a fin de no caer en los devaneos del autoritarismo, el anarquismo disfrazado de rigorismo, y para cumplir airosamente las funciones ejecutivas. Además, investido de conocimientos en el arte de gobernar y del papel que corresponde al buen  Mandatario. Así lo veía un compañero suyo, Luis  Moreno Demoss, en aquellos lejanos años de la Facultad en torno a la cual soplaban los vientos de la Autonomía Universitaria abanderada por el Rector Magnífico, el doctor Guillermo Soberón Acevedo.

Nos quedamos, así pues, con la idea de que las encuestas no predicen el futuro político. Sin embargo, son antorcha que alumbra el horizonte.