Ernesto Gándara Camou, precandidato del
PRI al gobierno de Sonora, “puntero” en calidad de prospecto político por su
Partido, afirma: “Las encuestas son instrumentos de medición; no predicen el
futuro”. Expresado lo anterior por
quien, desde inicios de la precampaña ha ocupado espacios que lo colocan a la
vanguardia de la competencia interna a fin de obtener la nominación, dice mucho
acerca de mesura y prudencia con la cual desarrolla su proyecto. Es de suyo
elocuente acerca de la experiencia y cautela para andar sobre el terreno que pisa.
Gándara Camou acierta en lo que se
refiere a las encuestas como recurso para evaluar las posibilidades de buen
éxito entre aquellos que aspiran a un cargo de representación popular. Para
empezar, no son útiles en cuanto a confiabilidad absoluta en sus estimaciones y
a la certidumbre que ofrecen con un alto grado de efectividad, lo que las
convierte en medio de persuasión cuando no de mera propaganda.
A diferencia de las predicciones
científicas en el corto plazo (Popper) y con los recursos de la estadística y la
información basada en experiencias, el valor de las encuestas es y será meramente indicativo, sobre todo en caso
de que su diseño satisfaga la indispensable dosis de objetividad,
imparcialidad, y rigor metódico. Pero sería mucho pedir.
De ahí que dentro del círculo de
adherentes que le rodea, se considera que asisten razones firmes al senador. En
política, y en toda actividad, no hay presunciones absolutas, verdades
anticipadas, resultados previsibles e incontrovertibles. Se dirá que el precandidato tiene consigo los
apoyos, adhesiones y las preferencias a su favor y, por tanto, le hace decir lo
que ha dicho acerca de las encuestas. Pero éstas miden, y si miden bien, hacen
su papel de medios para establecer cuantitativamente los pronunciamientos. Sin
embargo, de ahí a otorgarles el crédito de la anticipación o el de la
credibilidad absoluta, hay un escabroso trecho que podría volverse arriesgado
desfiladero.
En Sonora, su entidad de origen, lleva a
cabo fatigosa y discreta precampaña Gándara Camou. Ahí es ampliamente conocido
por su lucha abierta, desde el Senado, en defensa de la productividad que
amplifica la oferta de empleo y crecimiento. Se le reconoce su participación en
la defensa de los contribuyentes al fisco en la frontera norte; tiene a favor
de su propuesta política el colocar a la educación como vía para sacar del
abandono y la postración económica a las comunidades marginadas.
Es político conciliador, negociador a carta cabal. Honraría la letra y el
espíritu de la Ley Federal de Participación Popular, dando a su contenido
márgenes inusitados para ejercer gestión gubernamental como expresión de la
voluntad ciudadana.
En los años 80, en la etapa de su
formación académica y profesional, miembro de la Generación 81-85 en la
Facultad de Derecho (UNAM), alumno y seguidor de las cátedras de maestros de la
talla de Ignacio Burgoa en materia de amparo y de Carranca y Rivas en Derecho
Penal, Ernesto Gándara nutría su alforja de conocimientos que, sin duda, le podrían
ser soporte en el desempeño de una actividad que requiere de técnicas
jurídico-políticas a fin de no caer en los devaneos del autoritarismo, el
anarquismo disfrazado de rigorismo, y para cumplir airosamente las funciones
ejecutivas. Además, investido de conocimientos en el arte de gobernar y del
papel que corresponde al buen Mandatario.
Así lo veía un compañero suyo, Luis
Moreno Demoss, en aquellos lejanos años de la Facultad en torno a la
cual soplaban los vientos de la Autonomía Universitaria abanderada por el
Rector Magnífico, el doctor Guillermo Soberón Acevedo.
Nos quedamos, así pues, con la idea de
que las encuestas no predicen el futuro político. Sin embargo, son antorcha que
alumbra el horizonte.