Bienvenido lector:

Federico Osorio Altúzar ha sido profesor de Filosofía en la UNAM y en la ENP (1964-1996) y Editor de la Gaceta de la ENP desde 2004.
Durante 15 años fue editorialista y articulista en el periódico NOVEDADES.
Es maestro en Filosofía. Tiene cursos de Inglés, Francés, Griego y Alemán.
Ha publicado en Novedades, el Heraldo de Chihuahua, El Sol de Cuervanaca, el Sol de Cuautla, Tribuna de Tlalpan, Tribuna del Yaqui, Despertar de Oaxaca y actualmente colabora en la versión en Línea de la Organización Editorial Mexicana (OEM).







viernes, 21 de marzo de 2014

EL ITSON: SEIS DÉCADAS DESPUÉS



El Instituto Tecnológico del Noroeste (ITNO) en sus remotos inicios, a mediados de los años cincuenta, pasó a ser Instituto Tecnológico de Sonora (ITSON), su actual denominación. El nombre actual delimita su cobertura, aunque no así su actividad, la cual alude al sitio que le corresponde: faro luminoso de la educación superior en los diversos ramos de las modernas tecnologías.
Isidro Roberto Medina Cruz, rector, doctor en Estadística, quien proviene del CIANO de donde emergió el Premio Nobel, Norman Bourlag conduce, con pertinencia y ejemplar desempeño, solvencia profesional y acierto académico, los destinos de la institución que, día a día, acredita su vocación de servicio a la comunidad.
Quien visita el ITSON, orgullo académico no sólo del noroeste sino de México, como recientemente mi esposa Emma y yo lo hicimos, queda con la inolvidable impresión de que instituciones como ésta, “mutatis mutandi” son semejantes a todos los seres vivos: nacen, crecen y dan generosos frutos  a su debido tiempo. Siempre y cuando se les dé oportuna y adecuada atención. Justo la que requieran.
En la antesala del despacho rectoral lucen efigies de aquellos heroicos y diligentes directivos de la que fuera planta germinal en los años 50: el Tecnológico del Noroeste, el modesto instituto que ocupaba apenas unos cuantos metros cuadrados sobre las calles 200 y Chihuahua. En los reducidos espacios albergaba su humilde biblioteca, el pequeño auditorio, así como la planta de maestros que solían repartir sus horas de trabajo entre la oficina, el bufete, la clínica y los sitios de labores, para atendernos al centenar de preparatorianos y alumnos de Contabilidad. De esos  inmuebles emergerían los hoy señoriales edificios que integran la impresionante y moderna institución.
Fueron directores entonces Julio Ibarra Urrea (médico) y Alberto Delgado Pastor, (abogado),  quienes abrieron cauces inusitados en la enseñanza media superior y abrieron horizontes a los jóvenes (sobrevivientes ahora, de aquel capítulo primigenio de la institución.
Vienen a la memoria, mientras uno se desplaza entre lo que fueran campos deportivos,  los nombres de sus fundadores, entre otros don Mosisés Vázquez Gudiño, y el de abnegados docentes: Daniel Marín, Bernabé Navarro Barajas, a quienes se asocian los de la maestra Sckorlich, el arquitecto Aguado, el periodista Moncada Ochoa, el abogado Casas.
Hoy, repetimos, el ITSON es antorcha que va a la  vanguardia para alumbrar y servir con sus especialistas y profesionales a su entorno social, devolviendo con creces los recursos y sustentos que los cajemenses, su autoridad local y los contribuyentes, le proporcionan con largueza y fiabilidad.

Hoy en día, Cajeme, el gobierno municipal, los productores del Valle, los integrantes de la Tribu Yaqui, las grandes, medianas y pequeñas empresas, los padres de familia de clase media hacia abajo, se felicitan de contar entre sus instituciones educativas al ITSON, en cuyo seno académicos muy distinguidos como los ingenieros  y maestros investigadores Armando Canales Elorduy y Rodrigo González Enríquez, participan en tareas relacionadas con sus respectivas especialidades; es decir, ambientalistas, destacándose en convenios con dependencias federales (Conagua y Semarnat), Conabio y similares, de cuyos resultados depende el futuro ecológico, a mediano y largo plazos, del sur de la Entidad, la salvaguarda de tierras productivas y el usufructo del agua que las irriga. Sus aportaciones concurrirán, sin duda, en el bienestar económico y la integridad de las familiar de miles de sonorenses. De esto último nos ocuparemos en próximos editoriales.