Las
premiaciones estimulan a quienes las reciben y lo mismo a las comunidades de
donde son originarios los recipiendarios. Estimulan al laureado para que continúe
su obra y sus proyectos. Dan renombre a los centros educativos de los que son
egresados y aportan prestigio a las instituciones en donde han laborado con
anterioridad.
El
Centro Internacional para el Mejoramiento del Maíz y el Trigo (CIMMYT) comparte
el honor por el Premio Mundial de Alimentos, 2014 otorgado al doctor Rajaram, su ex director, nacido en la
patria de Mahatma Gandhi y naturalizado en México.
En
nuestro país, centros de investigaciones agrícolas como el establecido en el
Valle del Yaqui (el CIANO), festejan la distinción en la persona de quien ha
dedicado vida, saber científico y vocación altruista a la observación
experimental, al estudio de las gramíneas
(maíz y trigo), con miras a tratar variedades a fin de obtener resultados
óptimos para el consumo alimentario.
El
otrora granero de México ha tenido la fortuna de haber contado con los trabajos
de investigación de dos celebridades, hoy en la nómina de honor integrada con
los nombres de Norman Borlaug y, ahora, con el ´Nobel´ de la Agricultura, así
conocido en relación con los que discierne la Academia Sueca en ciencias
naturales, sociales y en el arte.
En
la región del Noroeste, la presencia de hombres como los mencionados son
ejemplo a proseguir acerca de cómo el conocimiento organizado, los estudios
relacionados con del bienestar humano y la vocación altruista contribuyen al
desarrollo del entorno social inmediato, proyectándose, asimismo, hacia otras
latitudes en beneficio de la Humanidad.
Borlaug
en la pasada década de los 70 en el siglo anterior y Rajaram en los inicios de éste
muestran, por la vía de la colaboración académica, técnica y científica, teniendo
a su alcance suficientes apoyos financieros, por encima del egoísmo y la
conveniencia inmediata, que es posible, viable y aún necesario, fomentar el pacifismo y el sueño cosmopolita, sin
necesidad de recurrir a las armas destructivas o a la supeditación con fines de
colonización y predominio. En el pasado, dicho anhelo tuvo a un Isócrates como
promotor y en tiempos recientes a los Rockefeller, a título de sembradores
de buenas esperanzas.
Entre
paréntesis, la obsoleta creencia de que los poderosos sólo ven por sus heredades
y sólo miran por sus intereses plutocráticos, va quedando atrás. Es decir, si
se pone en la balanza de la crítica reflexiva, se descubre que a pesar de que son
garbanzos de libra, quienes todo lo tienen en alimentos físicos y culturales
pueden con holgura acudir en forma solícita a fin de aliviar el hambre, subsanar
la ignorancia y la enfermedad en zonas y regiones subdesarrolladas.
El
Premio Mundial de Alimentos otorgado al doctor hindú, Sanjaya Rajaram,
abre horizontes de solidaridad
internacional, convoca al espíritu de cooperación y motiva al intercambios de
experiencias, en una etapa reconstructiva en donde el poder deriva en saberes
compartidos para beneficio de quienes poco o nada tienen.
Hay
en el fondo un mensaje de optimismo y de fe humana, palanca para el
entendimiento entre las naciones y para el respaldo oportuno por parte de
quienes todo, o casi todo lo poseen.
En
Sonora, asimismo el lauro, como todo lauro ganado en noble y limpia
competencia, honra a su triunfador y a sus pobladores. Habla con voz audible de
la premura a fin de proseguir los nobles y generosos aciertos en los rubros de
la experimentación tecnológica destinada al bienestar social. Habla el idioma
del entendimiento y la requerida solidaridad mundial. De seguir ese camino, se avanzaría,
con mayor certidumbre, hacia el ideal de la paz universal por medio del
bienestar y la cooperación de todos y entre todos.