Bienvenido lector:

Federico Osorio Altúzar ha sido profesor de Filosofía en la UNAM y en la ENP (1964-1996) y Editor de la Gaceta de la ENP desde 2004.
Durante 15 años fue editorialista y articulista en el periódico NOVEDADES.
Es maestro en Filosofía. Tiene cursos de Inglés, Francés, Griego y Alemán.
Ha publicado en Novedades, el Heraldo de Chihuahua, El Sol de Cuervanaca, el Sol de Cuautla, Tribuna de Tlalpan, Tribuna del Yaqui, Despertar de Oaxaca y actualmente colabora en la versión en Línea de la Organización Editorial Mexicana (OEM).







jueves, 12 de junio de 2014

DE SEMARNAT Y CONAGUA: LA JUSTICIA DIFERIDA



La antigua y sabia sentencia “Justicia diferida no es justicia”, goza de prestancia y validez en nuestros días. Tarda la justicia muchas veces en llegar; otras, es motivo de dilaciones por motivo de las dificultades propias del asunto a dilucidar, sin descontar que hay por todas partes “abogados del diablo” dispuestos siempre a llevar agua a su molino.  
Diferir las resoluciones judiciales o aplazarlas indefinidamente con argumentos inverosímiles, es propio de una sociedad en la cual el Estado de Derecho se asemeja a la “cama de Procusto”: se ajusta invariablemente al interés del poderoso. Jueces, magistrados y ministros actúan en eterna soliloquia sin que se ejecuten, de manera eficaz y pertinente,  los fallos y las sentencias.
En su ensayo “Sobre el progreso del género humano”, Kant, el  príncipe de los filósofos del siglo XVIII, relata la anécdota que viene bien a nuestro caso:
“Un médico, dice, consolaba todos los días a su paciente, esperanzándolo  con una próxima curación. Hoy, le decía que el pulso latía mejor; mañana, que la excreción hacía prever  su restablecimiento; pasado, era el sudor lo que señalaba mejoría, etc.
Ahora  bien, lo primero que  le preguntó un amigo que lo visitaba fue: “¿Cómo va esa enfermedad, amigo mío? “¡Cómo ha de ir!  Me estoy muriendo de tanto mejorar”.
La noticia, ayer, que ha vuelto a encender las luces del optimismo en la región sur de Sonora, dada a conocer en “Tribuna del Yaqui”, dice a sus lectores: “Ganan Yaquis otro amparo contra AI”. Como se sabe, AI es el “Acueducto Independencia”,  acerca de cuya obra, prematuro y desangelado acto inaugural, así como por el uso impositivo contra derecho y fuera de consenso, representaría al enfermo de la anécdota del filósofo.
Resolución judicial tras resolución judicial emitidas por el Juzgado de Distrito, por Tribunales y aun por la SCJN, han tenido hasta ahora el destino de las resoluciones sin eficacia, añadidas una a otras, ayunas de fuerza coercitiva; útiles, en otras palabras, para distraer y engañar y para ir al archivo del olvidos.  
Ganan y triunfan, así, por el método de la impostura las víctimas de la injusticia; obtienen en su favor laudos que les restituyen derechos adquiridos. Mientras tanto, agoniza y está a punto de morir el paciente, al compás de tanta espera. Y en términos pesimistas, el enfermo enferma más a fuerza de escuchar, una y otra vez, las mismas “alentadoras” palabras de alivio.
 Expresiones relativas a justicia jurídica, promesas que aluden a restitución de los daños causados y ofrecimientos  sobre la puesta en marcha de propuestas preventivas con base en una consulta que jamás termina, es el resultado que lleva a pensar que todo esto podría concluir ahogándose el paciente en las aguas de la confabulación. Y perecer, sin remedio, en las garras de la galopante corrupción.   
Otra noticia se refiere a que SEMARNAT no hará “mutis” respecto de la responsabilidad fincada por la Suprema Corte: realizar la consulta, en tiempo y forma, a la Tribu Yaqui y a los productores del Valle.
Se ocurre sobre el particular: que el cuestionario es ininteligible o  indescifrable para los encuestados; que los técnicos no logran recabar, por algún impedimento,  la información requerida. Por último, que la  “Consulta” es víctima del mal del “tortuguismo”, lo cual lleva a decir que resulta “el remedio peor que la enfermedad”. De este modo, la “diosa” de la justicia se encontraría, para empezar, distante a varios años luz, a fin de escuchar los reclamos de la cuestionada y vejada etnia, a  los más desamparados.

Urge poner en práctica la regla de oro que  otorga a la justicia humana los atributos de la prontitud y la expedición. Y a las promesas y los acuerdos, la garantía de la credibilidad y la certeza.