La
antigua y sabia sentencia “Justicia diferida no es justicia”, goza de
prestancia y validez en nuestros días. Tarda la justicia muchas veces en
llegar; otras, es motivo de dilaciones por motivo de las dificultades propias
del asunto a dilucidar, sin descontar que hay por todas partes “abogados del
diablo” dispuestos siempre a llevar agua a su molino.
Diferir
las resoluciones judiciales o aplazarlas indefinidamente con argumentos
inverosímiles, es propio de una sociedad en la cual el Estado de Derecho se
asemeja a la “cama de Procusto”: se ajusta invariablemente al interés del
poderoso. Jueces, magistrados y ministros actúan en eterna soliloquia sin que
se ejecuten, de manera eficaz y pertinente, los fallos y las sentencias.
En
su ensayo “Sobre el progreso del género humano”, Kant, el príncipe de los filósofos del siglo XVIII,
relata la anécdota que viene bien a nuestro caso:
“Un
médico, dice, consolaba todos los días a su paciente, esperanzándolo con una próxima curación. Hoy, le decía que
el pulso latía mejor; mañana, que la excreción hacía prever su restablecimiento; pasado, era el sudor lo
que señalaba mejoría, etc.
Ahora bien, lo primero que le preguntó un amigo que lo visitaba fue: “¿Cómo
va esa enfermedad, amigo mío? “¡Cómo ha de ir! Me estoy muriendo de tanto mejorar”.
La
noticia, ayer, que ha vuelto a encender las luces del optimismo en la región
sur de Sonora, dada a conocer en “Tribuna del Yaqui”, dice a sus lectores:
“Ganan Yaquis otro amparo contra AI”. Como se sabe, AI es el “Acueducto
Independencia”, acerca de cuya obra,
prematuro y desangelado acto inaugural, así como por el uso impositivo contra
derecho y fuera de consenso, representaría al enfermo de la anécdota del
filósofo.
Resolución
judicial tras resolución judicial emitidas por el Juzgado de Distrito, por
Tribunales y aun por la SCJN, han tenido hasta ahora el destino de las resoluciones
sin eficacia, añadidas una a otras, ayunas de fuerza coercitiva; útiles, en
otras palabras, para distraer y engañar y para ir al archivo del olvidos.
Ganan
y triunfan, así, por el método de la impostura las víctimas de la injusticia;
obtienen en su favor laudos que les restituyen derechos adquiridos. Mientras
tanto, agoniza y está a punto de morir el paciente, al compás de tanta espera.
Y en términos pesimistas, el enfermo enferma más a fuerza de escuchar, una y
otra vez, las mismas “alentadoras” palabras de alivio.
Expresiones relativas a justicia jurídica,
promesas que aluden a restitución de los daños causados y ofrecimientos sobre la puesta en marcha de propuestas
preventivas con base en una consulta que jamás termina, es el resultado que lleva
a pensar que todo esto podría concluir ahogándose el paciente en las aguas de
la confabulación. Y perecer, sin remedio, en las garras de la galopante
corrupción.
Otra
noticia se refiere a que SEMARNAT no hará “mutis” respecto de la
responsabilidad fincada por la Suprema Corte: realizar la consulta, en tiempo y
forma, a la Tribu Yaqui y a los productores del Valle.
Se
ocurre sobre el particular: que el cuestionario es ininteligible o indescifrable para los encuestados; que los
técnicos no logran recabar, por algún impedimento, la información requerida. Por último, que
la “Consulta” es víctima del mal del “tortuguismo”,
lo cual lleva a decir que resulta “el remedio peor que la enfermedad”. De este
modo, la “diosa” de la justicia se encontraría, para empezar, distante a varios
años luz, a fin de escuchar los reclamos de la cuestionada y vejada etnia, a los más desamparados.
Urge
poner en práctica la regla de oro que otorga
a la justicia humana los atributos de la prontitud y la expedición. Y a las
promesas y los acuerdos, la garantía de la credibilidad y la certeza.