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Federico Osorio Altúzar ha sido profesor de Filosofía en la UNAM y en la ENP (1964-1996) y Editor de la Gaceta de la ENP desde 2004.
Durante 15 años fue editorialista y articulista en el periódico NOVEDADES.
Es maestro en Filosofía. Tiene cursos de Inglés, Francés, Griego y Alemán.
Ha publicado en Novedades, el Heraldo de Chihuahua, El Sol de Cuervanaca, el Sol de Cuautla, Tribuna de Tlalpan, Tribuna del Yaqui, Despertar de Oaxaca y actualmente colabora en la versión en Línea de la Organización Editorial Mexicana (OEM).







lunes, 23 de mayo de 2016

SISTEMA EDUCATIVO MONTESSORI: EL MÉTODO Y LA REALIDAD

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Mal se haría con descargar todo el enojo y la descalificación sobre las escuelas que llevan el nombre de Montessori, por motivo de ilícitos contra niños y niñas en el plantel que lleva de sobrenombre “Matatena”.
Sobre el sátrapa violador ahí, quien no amerita mención alguna, cae el peso de la justicia, tras largos y penosos meses con que fue encubierta su felonía.
Justicia lenta no es justicia, se dice. Pero más vale una justicia lerda y no la  inocua en donde la impunidad se impone con lujo de cinismo, y gana ventaja a la imputación. Es decir, al castigo.
En este caso que ha removido rencores acumulados por sucesos igualmente calamitosos, acciones de lesa humanidad, habría que distinguir escrupulosamente entre el método, los procedimientos que derivan del sistema de enseñanza y la franca y cobarde comisión de los delitos aludidos.  
Hará más de cien años que el método pedagógico conocido como método Montessori adquirió en Italia carta de ciudadanía. Su autora, María Montessori, publicó en 1912 el libro con el título que a partir de entonces dio vuelta al mundo de la educación, propiciando la dignificación de los niños, quienes hasta entonces habían sido objeto de información, no de formación,
Heredera de la enseñanza escolástica, de los sistemas monacales de la sociedad cerrada, anclados los sistemas dominantes en el principio pedagógico del “maestro dixit”, pocos espacios se abrían a las teorías abanderadas por los héroes de la Ilustración europea (Montaigne, Rousseau y Kant)
Del positivismo en México, en el último tercio del siglo XIX, difundido por el doctor Barreda, y que haría la hazaña de crear la Escuela Nacional Preparatoria, emanan argumentos válidos para la refundación de la Universidad en 1910 y surgen alas para forjar la autonomía, plasmada en la Constitución, en 1980.
Volviendo al método Montessori es de justicia reconocer sus principios como afluentes de la innovación educativa que afirma y confirma la gran revolución copernicana que sitúa al ser humano en el pivote de toda conversión y de todo progreso cultural, científico y social.
El notable acierto del método es el hecho de que va de abajo hacia arriba y no comienza desde el fruto hacia la semilla que lo engendra. Son los años prematuros la época en que el germen hace eclosión y cuando la asistencia física, psicológica y mental cae en suelo propicio.
Entonces, es el momento oportuno para imbuir en el niño la certeza de que él es valioso  vaso comunicante de la enseñanza y el aprendizaje, insuflándole la confianza de que él es acompañante activo en la feliz aventura de la educación que informa, pero antes que nada forma.
Cubren las escuelas Montessori un vacío ostensible en la educación denominada básica, incluyendo en este respecto a los jardines de niños o de nivel preescolar. Mientras hay que esperar para que los alumnos ingresen, si hay fortuna, al nivel preuniversitario con propensiones positivas, a fin de por participar en los beneficios de la escuela crítica, abierta y auto responsable, en planteles en donde el método Montessori tiene amplios beneficios para los escolares; ahí se reencontrarían con una enseñanza abierta y libre entre los docentes y libre por el ejercicio y la experiencia en usos y costumbres educativos que dignifican y enaltecen el aprendizaje desde la niñez.
Crímenes son del tiempo y no de España, se dice para exculpar a la Madre Patria de sucesos aberrantes.

Delitos execrables son por parte de los delincuentes de “cuello blanco”, no de las escuelas Montessori. No por cierto del método que hace factible el lema de que  “educar es enseñar a crear”.