Bienvenido lector:

Federico Osorio Altúzar ha sido profesor de Filosofía en la UNAM y en la ENP (1964-1996) y Editor de la Gaceta de la ENP desde 2004.
Durante 15 años fue editorialista y articulista en el periódico NOVEDADES.
Es maestro en Filosofía. Tiene cursos de Inglés, Francés, Griego y Alemán.
Ha publicado en Novedades, el Heraldo de Chihuahua, El Sol de Cuervanaca, el Sol de Cuautla, Tribuna de Tlalpan, Tribuna del Yaqui, Despertar de Oaxaca y actualmente colabora en la versión en Línea de la Organización Editorial Mexicana (OEM).







miércoles, 25 de mayo de 2016

DE LA PALABRA A LA LEY; LA HORA DE LOS YAQUIS

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Llega por fin la hora buena para los indígenas de Sonora. Tras el acoso y la discriminación de los últimos años, las etnias asentadas en el territorio norteño, olvidados y hasta convertidos en objeto de manipulación política, reciben gestos de comprensión y respeto por parte de la nueva administración política, presidida por la gobernadora Pavlovich Arellano, secundados por el Alcalde de Cajeme, Faustino Félix Chávez, y reconocidos por los ciudadanos de bien.
Asiste la razón a la mandataria sonorense en lo que se refiere a cumplimiento cabal de su palabra. Ésta se convierte en mandato y ley en la medida que la promesa se vuelve compromiso: cuando son base y sustento de la acción pública.
La presencia de la directora de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI), Nubia Mayorga Delgado, contribuye a dar continuidad a la gestión política tendente hacia el bienestar, el desarrollo y el progreso sociocultural de las comunidades en pobreza extrema.
El acto efectuado con el propósito de entregar becas a los niños y jóvenes de la Tribu es un verdadero ejercicio de restitución de justicia social, mediante el cual no sólo remedia la postración educativa a que se obligó a las etnias aborígenes sino el renacer de la esperanza de miles y miles de marginados, hasta hace poco condenados a sobrevivir en situación de esclavitud disfrazada.
Se rompen las cadenas de la ignorancia por medio del saber que tiene lugar en las aulas, los talleres del trabajo académico y en las bibliotecas.
Pero, con ese efecto, se requieren los recursos que no son sino el que configuran maestros investidos de vocación, inmuebles adecuados y alumnos en condición de asistir a la escuela con la disposición mental bien dispuesta y adecuado estado de salud.
Correspondió al munícipe cajemense, Faustino Félix, hacer entrega de becas a los indigentes, jóvenes, adolescentes y niños de la Tribu, no sin transmitirle un mensaje de noble optimismo y certidumbre por obra y acciones de un gobierno que cumple, honrosamente, sus promesas de bienestar social.
Hizo recordar Félix Chávez hasta qué punto la retención de recursos económicos fue causa de efectos negativos en el desarrollo de quienes han aguardado, con aire de resignación, la gran oportunidad de iniciar su formación desde los niveles básicos hasta los más altos en la escala universitaria o de carácter tecnológico.
Sólo de nombre era conocido el beneficio, que no dádiva por cierto, de las becas que otorgan los gobiernos con el respaldo de las arcas públicas bien manejadas o legalmente administradas, para bienestar de la población.   
La siembra realizada, en tiempo y forma, sin duda dará resultados en el corto y mediano plazos. Las generaciones por venir en el seno de la Tribu Yaqui, así como en las restantes etnias (mayos, seris, guarajíos y pimas) serán parte de un nuevo Sonora, auténticamente renovado merced a la determinación de hacer de las promesas y los compromisos fórmulas legislativas con sentido de continuidad.
Hoy es la vía de la educación a través de la cual se fomenta y promueve una mejor vida entre los más pobres de los pobres.
Pronto, más pronto de lo que se avizora, la calidad de vida, de la salud y la seguridad, será objeto de una efectiva revolución con miras a la conquista, sin retroceso, del bienestar y el desarrollo social de  los sonorenses.

Lo mejor, lo óptimo, ha de ser que los progresos en todos los órdenes de la convivencia no sean motivados por el fervor electorero. Es decir, que no quede en lo efímero de la pasión política, sino en legítima inspiración del cambio democrático.