Bienvenido lector:

Federico Osorio Altúzar ha sido profesor de Filosofía en la UNAM y en la ENP (1964-1996) y Editor de la Gaceta de la ENP desde 2004.
Durante 15 años fue editorialista y articulista en el periódico NOVEDADES.
Es maestro en Filosofía. Tiene cursos de Inglés, Francés, Griego y Alemán.
Ha publicado en Novedades, el Heraldo de Chihuahua, El Sol de Cuervanaca, el Sol de Cuautla, Tribuna de Tlalpan, Tribuna del Yaqui, Despertar de Oaxaca y actualmente colabora en la versión en Línea de la Organización Editorial Mexicana (OEM).







viernes, 13 de mayo de 2016

SENADORA ACOSTA ISLAS: LAS MUJERES EMPRENDEDORAS

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Vale más tarde que nunca, se dice. Y se afirma con el propósito de mostrar que las buenas acciones, cuando se producen pueden tener efectos que, al paso del tiempo, suturan heridas causadas por el desdén o la irresponsabilidad.
Viene al caso lo anterior, con motivo de la denominada igualdad de género, el mal entendido feminismo y la igualdad de derechos y obligaciones.
Ancestralmente, la mujer había sido objeto de insólita discriminación, atenuada o disimulada con los densos velos de la falsa admiración, los engañosos tributos de labios hacia afuera y la abrumadora exaltación de virtudes inefables.
En nombre de la igualdad, la identidad y paridad de derechos, hoy en día a la mujer, a la Eva de todos los tiempos, a la Pandora de siempre, se le imputan deberes y obligaciones por arriba de la equidad y por encima de toda consideración.
No sólo sigue siendo la señora de casa: ama de llaves y tutora de niños. Es también administradora de los ingresos y hasta la indicada para laborar horas y horas en la oficina, el campo, la fábrica y el hogar mismo. A falta del esposo, todo esto.
A ella se le hace culpable cuando hay siniestros y desgracias en la familia, sea en casa, la escuela o en la calle.
De ahí, el comentario acerca de una representante ciudadana en la alta magistratura de la Nación con sede en Reforma, sonorense ella, cuyo proyecto de igualdad de género con dignidad y con arreglo a derecho, la convierte en figura emblemática que hace decir en voz alta, que es ejemplo a seguir en cuanto a intermediación, al dar a su representatividad el carácter de promotora de bienestar, desarrollo y legitimidad.  
Es decir, en todo aquello que se refiere a impulsar la igualdad de género y en lo concerniente a identidad de los derechos y las obligaciones portadoras de responsabilidad compartida en todo régimen que auspicie al disfrute de  garantías y deberes.
Nos referimos a la senadora Anabel Acosta Islas, senadora sonorense, incansable en su función de gestoría ciudadana.
A título de ejemplo, cabe mencionar que la oficina de gestión instalada por la senadora en Ciudad Obregón, Sonora, abona su desempeño y va más allá de la mera presunción o remedo de filantropía. Asimismo, supera con creces la apariencia de como si los sonorenses tuviesen tan sólo presencia física en los estrados de la Cámara Alta. Y nada más.
En su oficina de gestión, Acosta Islas acoge y promueve proyectos favorables a la actuación de las mujeres, en beneficio directo, propuestas auspiciadas por ellas mismas, por medio de capacitación y asesoría en negocios y habilidades, de los que deriven hacia una cultura de la creatividad y la dignificación de las familias sonorenses.
Con ella queda a muy considerable distancia la noción de que los representantes en las cámaras, (diputados y senadores) pertenecen a una élite cuyo encumbramiento proviene de méritos y virtudes excepcionales y no por consenso ciudadano o sea no por voluntad y elección de las mayorías en una organización democrática.
Suma sus esfuerzos la senadora Acosta Islas a los que despliega el Municipio de Cajeme, con la finalidad de dar cauce al progreso social y material en la vasta jurisdicción. Da significado a su misión como miembro del Senado de la República respaldando y fortaleciendo la política de unidad ahí donde falta como, por ejemplo, en la fracturada integridad de su Estado, en proceso de recomposición. Faltan en muchos sitios más habilidosos quiroprácticos en ejercicio de estadistas.

Por la vía del empleo, la capacitación y los apoyos técnicos y financieros, los hogares de México y los planteles educativos están convocados a realizar la segunda gran revolución de la igualdad y el bienestar para todos.