Bienvenido lector:

Federico Osorio Altúzar ha sido profesor de Filosofía en la UNAM y en la ENP (1964-1996) y Editor de la Gaceta de la ENP desde 2004.
Durante 15 años fue editorialista y articulista en el periódico NOVEDADES.
Es maestro en Filosofía. Tiene cursos de Inglés, Francés, Griego y Alemán.
Ha publicado en Novedades, el Heraldo de Chihuahua, El Sol de Cuervanaca, el Sol de Cuautla, Tribuna de Tlalpan, Tribuna del Yaqui, Despertar de Oaxaca y actualmente colabora en la versión en Línea de la Organización Editorial Mexicana (OEM).







lunes, 28 de marzo de 2016

LESIÓN A LA AUTONOMÍA: DEL JUSTO SIERRA AL “CHE GUEVARA”

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El nombre no es lo de menos. En 1910, a un par de meses antes de que estallara la Revolución, el entonces Presidente de la República, general Porfirio Díaz, accedió a refundar a la ancestral Universidad como casa del saber y el conocimiento: Con jerarquía nacional.
Su denominación actual la obtuvo al paso de los años: he ahí las fechas, 1929, 1933, 1945 y 1980.
Es obra de generaciones la sede de la educación superior. De ahí el nombre que la identifica: Universidad Nacional Autónoma de México.
A seis décadas de su refundación, en 1968, se trató de convertirla en reducto de  avatares revolucionarios como si no bastara el ser, ya entonces, asiento de revoluciones científicas y humanísticas, en honor a dos de sus más ilustres innovadores,  Benito Juárez y Justo Sierra.    
Con anterioridad se le había hecho padecer los acosos de confesionarios de izquierda y de derecha.
En los primeros años de los 30, la escalada provino de grupos ultra izquierdizantes que consideraron llegada la hora para hacerla baluarte del comunismo internacional.
No hubo lugar para aquella aventura, que pasó sin dejar huella.
La autonomía en ciernes la protegió de jacobinos y confesionales, aprendices de ideólogos de toda laya.
Los sedicentes alumnos de Marx, sus corifeos criollos, volvieron a la andanada de improperios, a las barricadas y al asalto a la racionalidad; es decir, al acoso de la enseñanza superior sin ataduras ideológicas, a la investigación al margen de prejuicios y dogmas, a la difusión y extensión de la cultura universal.
Hará pronto media centuria, en 1968, en que se gestó una de las más violentas acometidas sobre la UNAM, con el beneplácito de mecenas extraños y el júbilo de los iconoclastas de dentro. Pero la casa de estudios soportó con tolerancia, denuedo y pundonor con el apoyo de su jefe nato, el ingeniero Javier Barros Sierra, y la voluntad colectiva de su comunidad,
No obstante, el saldo fue adverso y doloroso.
Al poco tiempo falleció el rector integérrimo, el defensor de la invulnerabilidad física y académica de la Universidad. Más tarde, en el primer tercio de los 70´, fue derrocado  el rector Pablo González Casanova.
El auditorio de la Facultad de Filosofía y Letras, orgullosamente portador del nombre del refundador de la Universidad, el “Justo Sierra”, fue convertido en sitio socorrido de los asambleístas contestatarios del 68.
Y así, en 1971, 1977 y 1986. De “Justo Sierra” pasó a ser auditorio “Che Guevara”, centro de los asambleístas contestatarios, sitio de reunión de los inconformes, por diferentes motivos y pretextos.
Y así, sucesivamente.
El auditorio, portador del nombre del maestro don Justo Sierra, sede de encendidas polémicas al tenor de las que tuvieron lugar en tiempos de Aristóteles, los peripatéticos; Zenón e Isócrates.
Ahí en el espléndido recinto, allá por los años 60 y los 70 asistimos para escuchar los apasionados, académicamente hablando, diálogos entre maestros distinguidos; de los doctores Emilio Sánchez Vázquez, Robert. S. Hartman, Miguel Bueno, entre tantos pensadores hoy idos para siempre. En particular, nunca olvidaremos la argumentación diáfana, concluyente, eficaz como la del bisturí en manos del más diestro de los cirujanos.

Hoy en día el auditorio “Che Guevara”, en condición de inmueble académico secuestrado, es objeto de reclamo por la máxima autoridad académica de gobierno en la UNAM. Su rector, el doctor Enrique Graue Wiechers, encabeza el diálogo (no la negociación) para que vuelva a ser: espacio de extensión cultural, recinto de vida académica y no, para empezar, comedor vegetariano y centro comercial de dudosas mercancías.