Bienvenido lector:

Federico Osorio Altúzar ha sido profesor de Filosofía en la UNAM y en la ENP (1964-1996) y Editor de la Gaceta de la ENP desde 2004.
Durante 15 años fue editorialista y articulista en el periódico NOVEDADES.
Es maestro en Filosofía. Tiene cursos de Inglés, Francés, Griego y Alemán.
Ha publicado en Novedades, el Heraldo de Chihuahua, El Sol de Cuervanaca, el Sol de Cuautla, Tribuna de Tlalpan, Tribuna del Yaqui, Despertar de Oaxaca y actualmente colabora en la versión en Línea de la Organización Editorial Mexicana (OEM).







lunes, 4 de abril de 2016

CRUEL ALTERNATIVA: SOCIEDAD ABIERTA O TERRORISMO

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Por enésima ocasión la sociedad internacional se debate ante la dramática opción de ser víctima del totalitarismo o vivir en un mundo de puertas abiertas al universalismo y a la relativa igualdad entre todos.
La amenaza real y latente inducida y provocada por agentes no identificados del mal llamado Estado Islámico tiende su estela de dolor, luto y orfandad por diversos rincones del planeta, persuadiendo a sus falanges de que ocasionando muertes obtendrían la gloria a cambio del susodicho genocidio.
Apenas este lunes el aeropuerto de Bruselas volverá a la normalidad tras el cobarde atentado, mientras el gobierno de Grecia, por su parte, anuncia la “devolución” de refugiados a sus originales países de origen.
Promotor hace dos milenios y medio de la igualdad entre los ciudadanos de la polis ateniense, el régimen griego es obligado, por circunstancias de orden financiero internacional, a cumplir con la inhumana tarea de someter a miles y miles de seres inocentes, sobrevivientes de la forzada emigración, a ser remitidos como presas indefensas al alcance de las fauces de sus victimarios.
Son ya millares de personas que han salvado la vida, niños, mujeres y ancianos, huyendo de las garras del terror desencadenado en sus países, Turquía y Siria entre otros; ahora vuelven contra su voluntad en calidad de fugitivos al alcance  del atroz terrorismo organizado y llevado a la práctica por la “yihad” de nuestros días.
Volteando la página, sin embargo, hace unas semanas, en La Habana, se produjo el encuentro largamente esperado entre los gobiernos de Estados Unidos y el de Cuba, con el objetivo de enmendar viejas y lacerantes huellas del totalitarismo invasor conducido por el imperialismo, de efímera existencia, el de la URSS, con la complacencia del entonces subsidiario régimen castrista, de inefable memoria.
Es un lampo de esperanza, anublado por las insolentes expresiones del candidato del Partido Republicano, Donald Trump quien, sin ninguna reticencia, lanza la infeliz bravuconada de  levantar, si el voto de los estadunidenses lo hacen jefe de la Casa Blanca, una muralla entre su país y el nuestro, valladar a pagarse, además, con recursos del pueblo mexicano. Con finalidad oscura.
El Presidente Obama y su partido, el Demócrata, representa mal que bien aquel destello esperanzador que alude a una progresiva, por ahora incipiente, democratización de la convivencia internacional: el imperio del pacifismo, rumbo hacia el ideal cosmopolita con fronteras abiertas a la educación, al conocimiento, a la igualdad económica relativa y a la indiscriminación entre razas y por causas de condición social.
No se olvida, ciertamente, que el imperialismo implica ejercicio del fuerte ante el débil.
Pero habría que invocar el hecho histórico de que hay de imperialismos a imperialismo, con todas sus lacras y supuestas virtudes emblemáticas.
Habría que admitir, entonces, que hubo regímenes imperialistas provenientes de la Edad Media, con Inquisición y todos los males habidos y por haber, enseñoreados en diversas regiones de la Tierra.
Hubo también imperios que, sin desdeñar sus tangibles arbitrariedades, trajeron a este Nuevo Mundo enseñanzas perdurables tendentes a la universalización y a la tolerancia religiosa.
Pero el terrorismo islámico en su versión contemporánea nos remite a tiempos del Helenismo en que un Conquistador de renombre, Alejandro Magno, héroe de Macedonia, hizo fulgurar los ideales de la Grecia clásica, los de Protágoras y Sócrates; de Pericles y Aspasia; de Eurípides y la generación en donde militó Isócrates y su persuasiva retórica. A la inversa de las actuales fulminantes amenazas de los islámicos.

Viven y perviven los anhelos de una sociedad abierta en la cual la tolerancia sea patrimonio ecuménico y en donde prevalezca el régimen de libertades y la relativa igualdad.